Agasajo en el Maison Kayser.
En el otoño del 2014 arribó a México la famosa artisan boulangerie Maison Kayser http://www.maison-kayser.com.mx/, una marca emblemática de la gastronomía francesa, propiedad del chef Eric Kayser. Desde el anuncio de su llegada al país, yo estuve en modo de “en sus marcas, listos, fuera”. Un mes después de la apertura, una mañana en que me encontraba en la terminal II del aeropuerto buscando un lugar lindo para tomar un café antes de abordar mi vuelo, de pronto, vi un letrero luminoso que decía “MAISON KAYSER” y casi grito de alegría al ver que ahí estaba una de sus sucursales. Entré inmediatamente y después de leer el menú, decidí tomar algo así como un “París Breakfast”: jugo de naranja, croissant (22 pesos) y café (25 pesos). Les cuento que, gracias a la costra crujiente del croissant y a su centro esponjoso con intenso sabor a mantequilla, al primer bocado me fui al cielito lindo, sin haber tomado aún el avión.
Esa locación era la segunda sucursal de la marca en México, después de su primera tienda sobre el Paseo de la Reforma. De entonces a la fecha, han abierto cinco tiendas más en la CDMX.
Con motivo de su más reciente apertura en Oasis Coyoacán y debido a un chisme que me pasaron la semana pasada sobre una comida entre los embajadores de Finlandia, Noruega y Turquía –en la que sirvieron crepas granitadas con espinacas, ensalada Nicoise, un corte magro de carne (todo acompañado de vino tinto francés) y postres de Maison Kayser, decidí disfrutar nuevamente de su savoir-faire.
La isla de Maison Kayser en Oasis está a la entrada de la plaza, y aunque es pequeña, cuenta con unas 10 mesas. El solo hecho de contemplar ahí los canastos de pan tradicional como la baguette, el campesino o el de queso, así como el croissant de almendras (45 pesos), el chocolatín (26 pesos) o el brioche (30 pesos), es un agasajo para la vista y el alma. Ya no digamos admirar y probar la repostería más representativa de Kayser como su Tarta choco-avellana (50 pesos), el Financier con frambuesa (55 pesos), o el pastel Erick (dos texturas de chocolate, 40 pesos) y el más vendido de todos en México: la ¡Passionata!, un bizcocho crujiente de avellana con mousse de maracuyá y centro de coulis de frambuesa… d e l i c i o s o. (60 pesos).
Pero también hay mucha oferta salada a la carta, para desayuno o brunch, como los famosos Croque-monsieur y Croque madame (130 pesos). También ofrecen cuatro fórmulas “paquete”: Formule Matin: croissant con jamón-queso y café (75 pesos); Formule Express: un sándwich (les recomiendo el de salmón), más un chocolatín o croissant y un refresco (100 pesos); Formule Maison: un sándwich más un postre y un refresco (140 pesos), y mi favorita, la Formule Nature: una ensalada (pidan la nórdica) más un quiche (escojan el clásico Lorraine) y un postre (pidan el Ópera). Todo por 160 pesos.
Es Imprescindible probar –además de su croissant-, el Financier (45 pesos) y la Madeleine –¿quién no querría emular la sensación que describe Proust en En busca del tiempo perdido cuando el niño Marcel tomaba el té con una madalena? –(los hay disponibles también en tamaño mini con sabores de vainilla, chocolate y café, ideal para acompañar un té; 110 pesos la bolsa).
Como yo quería “comer como diplomática” –aunque no fuera en un jardín de las Lomas de Chapultepec— ordené una Salade de Brie Chaud: espinaca baby con queso brie sobre pan de higo con reducción de vino tinto y de postre uno de los que saborearon los embajadores europeos: el Eclair de chocolate: masa choux rellena de cremoso de chocolate, cubierta de chocolate oscuro (60 pesos) y, para despedir el verano y sus delicias: el Macaronade: macarrón rojo relleno con crema de pistache y frambuesas frescas (para mi gusto, el mejor de todos sus postres: fresco, agridulce, crujiente y ¡afrodisíaco!, 80 pesos).
Observando a los comensales próximos a mi mesa –entre ellos una señora que como yo disfrutaba solita y muy feliz del savoir-faire de Erick–, me sentí contenta de contar con esta oferta parisina “a la vuelta de la esquina”, que ya es una de las favoritas de diplomáticos y simples mortales como yo.