Nuestros estadistas se deben de poner a trabajar en serio.
La prensa no para. Y no sólo en México, sino en el mundo. El secuestro del hijo del Chapo Guzmán ha puesto en la mira internacional a México, mal, pero estamos en la boca de todos otra vez. Cuando supe la noticia y cómo se dio el hecho, no dudé en pensar sobre la causa que lo originaron: corrupción. Un mal endémico que azota a nuestro país. Esto no debe de sorprendernos, dado que si no es el Chapo, se trata de un funcionario del Gobierno federal corrupto o ineficiente (CONADE, hoy en día tan de moda) o de un empleado gubernamental, federal o municipal, o bien, algún legislador de cualquier filiación partidista que se involucran en actos deshonestos de manera cotidiana. Nos hemos acostumbrado tanto a ello, que sólo esperamos la siguiente noticia de la misma naturaleza para que supere y, por supuesto, deje en el olvido la anterior.
Y así seguirá nuestra historia si no hacemos algo al respecto. ¿Qué hacer? Es la pregunta del millón de dólares. Para eso sirve la experiencia internacional o el caso de éxito de algunos países que de la nada, o peor, de una destrucción total emergieron y hoy en día son ejemplo en materia de desarrollo económico. Menciono 4 casos emblemáticos que conozco bien: Austria, Alemania, Japón y Corea. Pero ¿qué hicieron estos países que no podamos hacer nosotros? Todos ellos, partieron de un principio básico, quizá el que no lo ha hecho a plenitud es Japón, pero en eso está si quiere ganar la confianza de sus vecinos en Asia. Se trata de un reconocimiento de la equivocación de su pasado y el reinicio de cero.
Si habláramos de un equipo de cómputo, sería borrar todo y programar de nuevo. En otras palabras, se necesita reconocer que como sociedad no hemos sido eficientes en lo que hemos hecho desde nuestra vida independiente a nuestros días. Segundo elemento: dejar de culpar a todos de nuestras tragedias. Estos dos principios nos llevarían necesariamente a replantear todo, desde nuestro sistema social piramidal, clasista y racista, hasta nuestra forma de organizarnos. Objetivo común, reconciliación nacional o proyecto nacional, llamémosle como quiera, sin embargo, si no partimos de un reinicio, es seguro que las escenas de disparidad social, violencia, protesta y caos serán parte de nuestro acontecer cotidiano. Si otros países lo lograron, ¿por qué nosotros no?
El caso de Corea es emblemático. Sus recursos naturales son limitados; más del 70% de su territorio es montañoso; dependen del exterior de una gran gama de productos como alimentos, materias primas, energéticos y tiene vecinos que le hacen la vida más complicada. A pesar de esto, desde el acuerdo de amnistía entre las dos Coreas en 1953, se han dedicado a sacar a delante al país. Los coreanos, según me cuentan las personas con las que hablé, partieron de cero. Eso hizo quizá las cosas más fáciles. Salvo algunos grupos privilegiados, todos se consideran iguales. Probablemente un elemento que ayude a esto es su homogeneidad racial.
Un papel fundamental fue el sistema educativo. La mayoría de las familias coreanas ahorran parte de sus ingresos para enviar a sus hijos a las escuelas diurnas-nocturnas para reforzar sus conocimientos. Ello les permitirá obtener los mejores resultados para ingresar a una buena Universidad. De esta forma el sistema se convierte en competitivo. Los resultados son palpables. Tienen un ingreso per cápita de $36,601 dólares; son la 15 economía del mundo y crecen a un rito de 3.5 por ciento anual, pese a los efectos de la crisis de la década pasada y siguen con su política de expansión de mercados para colocar sus productos intermedios y manufacturas. Lo increíble es que esto lo han hecho en menos de 63 años con un territorio de 100 mil 210 kilómetros cuadrados (19 veces menos que el territorio de México).
Sin duda, tenemos mucho que aprender de ellos y de otros países que han logrado salir del atraso. Su nacionalismo económico (consumen lo producido en su país) y su alineación a los intereses y objetivos nacionales en todos los niveles sociales, son un ejemplo de ello. Esto sin considerar, como ya dije antes, la amenaza de sus vecinos que he orillado a establecer un servicio militar obligatorio a todos sus jóvenes por dos años. Me parece que debemos ir más allá de noticias malas y vergonzosas como la captura del hijo del Chapo, hoy libre. Es hora de que nuestros estadistas, suponiendo que los hay, se pongan a trabajar en serio y establezcan las bases de lo que podría ser una gran estrategia para darle el estatus que México y su población merece. Al tiempo.