«POLÍTICA DE LO COTIDIANO»: ¿Por qué las señoras se convirtieron en damitas? - Mujer es Más -

«POLÍTICA DE LO COTIDIANO»: ¿Por qué las señoras se convirtieron en damitas?

¿Qué contextos hay detrás de la palabra “damitas”? 

En los últimos años, quizá cinco o diez, hombres que prestan servicios informales, como los franeleros, empezaron a llamar a las mujeres “damitas”. Luego esta costumbre se fue extendiendo a otros servicios como meseros y algunos vendedores. Son esos usos en el habla que se van generalizando con la idea de que es “más correcto”. Por cierto que es una costumbre que no he observado en otras partes del país, por lo que me parece que es una costumbre muy Ciudad de México. Ya me dirán.

 

Cuando les he preguntado a estas personas por qué no dicen “señora”, todos me han dicho que es para no “ofender” a algunas mujeres que corrigen que no son señoras, supongo en todo caso que son “señoritas”, pero estos hombres han optado por no errar diciendo “damita”.

 

Como muchas costumbres, se entiende la buena intención de los que no quieren “ofender”, en todo caso es comprensible, en nuestra particular cultura del servicio, que algunos trabajadores traten permanentemente de agradar y complacer como parte de su buen desempeño.

 

Sin embargo, advierto dos elementos de nuestra cultura patriarcal y machista (la cultura que en prácticas más o menos visibles, legitima los privilegios y superioridad de los hombres sobre las mujeres) en este hecho “menor”. El primero tiene que ver con una diferente y discriminadora apreciación del envejecimiento de los hombres sobre el de las mujeres. Mientras los hombres al envejecer y encanecer pueden irse volviendo “interesantes”, el estereotipo de mujer bonita (exitosa, aceptada, deseable) es ser siempre joven, delgada y blanca. Por eso muchas mujeres luchan por cumplir con ese estereotipo para seguir siendo valoradas, y se entiende que esas mujeres se “ofendan” cuando por primera vez un desconocido les dice “señoras”, y les hace saber así que esa mujer ya no es una joven. La lucha por cumplir con ese estereotipo a veces tiene fuertes costos en la salud emocional y física de muchas mujeres.

 

El segundo elemento, ligado con el primero, es la tendencia a tratar a las mujeres como menores, tras un cierto entendido de “caballerosidad” y “galantería”, que justamente las coloca en un lugar “menor”, dada su “delicadeza” o “debilidad”. De ahí que a muchos hombres se les haga fácil empezar a tratar a las mujeres con las que conviven o que apenas conocen, con apelativos “cariñosos” (como “nena”, “chiquita”, “reina”, “preciosa”), especialmente si se quieren sentir conquistadores o galanes, apelativos que nunca dirían a un hombre. Y si bien “damita” tiene la intención de que las señoras “no se ofendan por parecer mayores”, la opción que se inventó es usar un diminutivo que las hace menores.

 

Como expliqué, he dialogado esto con muchos señores que lo usan, y cuando les pido que no me digan damita, (que me digan señora, de verdad, es muy digno) les he preguntado si les gustaría que les dijeran “caballeritos”, todos me han dicho que no. Cuando nos preguntemos si algo es machista y lo podemos imaginar con un significado diferente para hombres y para mujeres, por el solo hecho de ser hombres o mujeres, es muy probable que sea machista.

 

En la resistencia por romper los estereotipos occidentales de LA mujer (blanca, joven y delgada), reconozco y admiro a las mujeres que llevan con dignidad y por elección sus canas, su peso y su color de piel. Al mismo tiempo, estaremos construyendo relaciones más igualitarias cuando la ternura, las atenciones, el cuidado y el apoyo, cada quien de acuerdo a sus capacidades y preferencias, corran de forma mutua entre los géneros. 

 

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