«RELATOS DESDE EL SEMIDESIERTO»: La disección - Mujer es Más -

«RELATOS DESDE EL SEMIDESIERTO»: La disección

El matrimonio, un experimento: ¿Quién observa a quién? 

 Comenzó a observarlo con curiosidad y asco. Era como si lo viera por primera vez y ya llevaba años inmersa en su mundo.

 

Aunque estaban cansados de tanto verlo, hoy sus ojos tenían hambre de descubrimiento; ardían en deseos de comprobación de que el fracaso fuera exitoso, teorías formuladas en noches de insomnio y acumulación de decepciones.

 

No lograba acordarse del nombre de ese extraño ser que estaba delante de ella, que movía la boca y emitía sonidos antes comprensibles, hoy indescifrables.

 

Casi vomita cuando percibió el olor. ¿Era él? Se acercó un poco y lo corroboró. ¿Cómo era posible? Ella recordaba el aroma a hierba fresca de su piel y de su aliento. ¿Era él? Quizá fuera la tierra de dónde provenía, ese espacio que para ella fue refugio, abrazo que calmó su espíritu ávido de respuestas. Ahí lo descubrió. Hubiera jurado que era un gigante luminoso, de movimientos suaves pero firmes y no “eso” que ahora tenía frente a ella, un ser diminuto y tembloroso.

 

¿Para qué lo había atrapado? ¿Por qué lo arrastró hasta este lugar, ámbito de putrefacción de sobra conocido? ¿Qué quería demostrar?

 

Se acomodó en el alto banco que cada mañana ocupaba pero que hoy parecía más incómodo que de costumbre y se dispuso al análisis minucioso.

 

Las imágenes del pasado corrían a toda velocidad frente a ella, se confundían con los objetos de la mesa, tomaban su lugar. Fueron años de una angustiosa búsqueda, de pruebas y errores, paciencia infinita, de sujetarse a condiciones variables que fortalecieran el modelo. Creyó que lo había encontrado y se sintió invulnerable, inmensa. Poderosa fascinación ejercida por el tiempo, por un espacio lleno de estímulos fuera de cálculo que la llevaron a afirmar lo nunca probado.

 

Todas sus esperanzas puestas en este proyecto. Ilusiones que ahora desparecían como ratón de laboratorio asustado que huye a su rincón. Una constante no contemplada en el desarrollo de la fórmula: la rutina.

 

Intentó concentrarse, pero una lágrima cayó de manera involuntaria sobre el refractario. Levantó la mirada. Ahora ella era la observada. Desde el otro extremo de la mesa, el objeto de estudio parecía implorar con los ojos inusualmente abiertos y enrojecidos que le perdonara la vida. El cuerpo rígido, las manos temblorosas y secas por el frío al que no estaba acostumbrado. El lugar de donde antes salían sonidos, ahora era línea dura, agrietada, el mismo sitio del cual ella creyó que brotaba rocío y que era su alimento diario.

 

No cabía duda. La hipótesis se había derrumbado y era el momento de concluir.

 

Tomó el recipiente de vidrio, bajó del banco y se dirigió a la cocina. Tiró el resto de la ensalada del día anterior, lo único que el estómago de él resistía lejos de su tierra. Dejó correr el agua tibia acumulada en los lagrimales y lavó los platos.

 

Cuando regresó a la mesa, él seguía inmóvil, mirándola.

—Perdóname Omar. Es mejor que regreses a tu país. El matrimonio no es lo que yo había imaginado

 

*Imagen de ilustración de: Chepe. 

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