«LA VENTANA ABIERTA»: Sexo sobre ruedas - Mujer es Más -

«LA VENTANA ABIERTA»: Sexo sobre ruedas

Un recolector de basura suele practicar sexo con una chica venida.

En la colonia Pedregal de Santa Úrsula, al sur de la ciudad de México existe cualquier cantidad de autos viejos convertidos en chatarra y abandonados en infinidad de calles que no sólo representan una verdadera contaminación visual, sino también atmosférica; toda vez que se encuentran oxidados, sin llantas, sin cristales y con aceite derramado sobre la superficie en la que fueron dejados.

Lo más conveniente sería que fueran retirados de la vía pública, porque a primera vista no tienen ninguna utilidad que ocupen un espacio en la calle durante años, pero algunos de ellos aún cumplen con una insólita función para las personas que viven en condición de calle y algo más. Una compañera de trabajo que tiene varias de esas carcachas, a lo largo y ancho de la calle donde vive, incluso a los costados de su casa, contó que algunos de esos vejestorios sirven como bodegas donde se guardan cartones y botellas de plástico comprimidas para después ser vendidas, pero además, las carcachas fungen como espacios para drogarse, practicar sexo y como habitación para los mendigos del rumbo.

En uno de esos despojos que se asemeja a un puño de láminas, duerme el ayudante del señor que día a día recoge la basura del vecindario, y en el auto contiguo tiene lo equivalente a su guarda ropas. El recolector de basura suele practicar sexo con una chica venida de provincia que se deja ver algunas mañanas por las calles de la colonia buscando ganarse un poco de dinero practicando sexo, por el que cobra cincuenta pesos con condón y 100 pesos sin el preservativo.

El sexo sobre ruedas se practica a plena luz del día, sólo basta con tapar lo que queda de ventanas con unos cartones para no ser vistos por los transeúntes que aunque habituados a ese tipo de escenarios y acontecimientos, no todos aprueban la práctica del sexo sobre ruedas, especialmente los adultos mayores y se procura que los niños no sean testigos de las entregas sexuales que el colector de basura practica con la provinciana que ofrece sus placeres matutinos.

Una mañana estando en el trabajo, acudieron unos chicos travestidos, sin la más elemental higiene, mal maquillados y con el cabello crecido y mal teñido a solicitar condones argumentando dedicarse a hacer: ”Labor de concientización y de la prevención de las Infecciones de transmisión sexual”.

De viva voz contaron que en una calle aledaña al Centro de Salud, la que presenta también una gran cantidad de carcachas abandonadas a su suerte a lo largo de varias manzanas, unos chicos travestis ofrecen sus servicios sexuales a los mecánicos, plomeros, carpinteros y repartidores de agua y gas que viven en la zona o que van a trabajar a ella, y que aunque “ellos” sugieren de entrada el uso del condón, algunos de sus clientes se niegan a usarlo, pagando un poco más por que la práctica sea a capelo, argumentando que “se siente más rico”

Contaron que esos fugaces encuentros se practican dentro de algunas de las carcachas con el fin de ahorrar el pago de un hotel, o por la falta de una habitación dónde contar con mayor privacidad. Luego de los relatos escuchados, me quedé pensando en la falta de una campaña de prevención más agresiva que permeé a todos los estratos sociales, en la que participe el sector salud, la Secretaría de Educación y los medios de comunicación para concientizar a la población sobre las infecciones de transmisión sexual, porque muchos de esos hombres se encuentran casados y contagian inevitablemente a sus parejas quienes partiendo de que dicen la verdad en la consejería que se les imparte previo a realizarse la prueba del VIH/SIDA, en la mayoría de los casos sólo han tenido como compañero sexual al marido.

Que estas letras sirvan para despertar la conciencia de quienes por alguna razón no pueden tener a una pareja sexual y que no son lo suficientemente conscientes de los riesgos que corren para sí mismos y para sus parejas en casa.

 

Gerardo Guiza Lemus
Es licenciado en Ciencias de la Comunicación por la UNAM, consejero sexual y autor de los libros: Masculinidades, las facetas del hombre (traducido también al alemán), En el pecado está la penitencia, La historia no convenida, Artilugios, Quizás no entendí, Tus estelas en mi espacio, y Como la flor del amaranto.

 

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