La clave para estudiar y ser madre: simplificar la vida doméstica.
Para todas aquellas que están tomando una “pausa” en su vida laboral por tener entre sus brazos a un bebé, y que en su fuero interno saben que este tiempo hará un hueco en su currículo a ojos de empleadores exigentes, la alternativa es combinar la maternidad con un posgrado.
Gracias a las posibilidades de la era digital, esos años en que realizamos la importante labor de sentar las bases educativas, emocionales y de buena salud de nuestros hijos, también pueden ser una época de crecimiento profesional gracias a una muy amplia oferta de posgrados en línea.
Para eso es necesario deconstruir nuestro concepto de maternidad y pasar a uno más interesante que es el maternazgo: que son todos los cuidados que se ofrecen a alguien en los primeros años de la vida; aunque no necesariamente provienen de su madre biológica, sino de una amplia gama de mujeres y hombres que participan de la crianza de los niños, como pueden ser padres, enfermeras, maestras, tías, abuelas, amigas y otras madres.
Y en esto nadie me cuenta nada porque mi maestría la inicié cuando mi hija iba a cumplir un año y fue una experiencia positiva en muchos sentidos. Pero tiene sus reglas: lo primero es quitarnos de la cabeza que somos las únicas capaces de cuidar a nuestros bebés, hay que crear la red de ayuda solidaria que comienza por el papá e incluye a las mujeres de ambas familias, a las amigas y a las profesionales de la educación.
No es buena idea entrar a un posgrado presencial, pues los trayectos y horas en salón de clase nos desgastarán en ciudades tan complicadas como las mexicanas. Así que las opciones semitutoriales, híbridas o en línea son realmente las recomendables. Es indispensable también la disciplina y la paciencia.
Pero el paso más importante es desvincular el maternazgo de una gran cantidad de consumos, expectativas, y prácticas muy arraigadas en el concepto tradicional de maternidad que quitan mucho tiempo, y eliminar distractores en la vida cotidiana, al menos los dos primeros años, cuando se hacen los créditos y tenemos entregas calendarizadas. La tesis es otra historia.
El tema de la tesis que se proponga debe ser simple, estructurado y realizable, la gloria vendrá en la profundidad lograda. De preferencia uno que se conozca muy bien. Es mejor comprar que pedir los libros a biblioteca. Y la red de apoyo e intercambio de estudiantes del posgrado es fundamental.
Hay actividades tradicionales que consumen mucho tiempo, enumeraré algunas: ir al cine, las fiestas familiares, tener cable en la casa y hacer el super semanal. No ir a los estrenos no es gran pérdida: los maratones posteriores compensan. La familia puede entender si se le explica –la navidad y dos fechas más- eso es todo, y el super se hace semestralmente en todo lo que no son perecederos, la fruta y verdura puede ser escogida por la pareja. Los pagos se domicilian.
El escenario de un posgrado es una buena oportunidad para que la pareja se integre plenamente a las labores domésticas, aunque siempre es una buena idea tener una ayuda semanal permanente para tener todo bajo control. La clave es simplificar la vida doméstica.
Es muy importante regular el ciclo del sueño y el descanso. Hay que tener horas sin distracciones. Cada quien sabe cuáles. Las mías eran de las 3 a las 6 de la mañana. Para la tesis doctoral fueron todas las tardes de jueves. Y con eso me alcanzó.
Fui parte de la segunda generación de un posgrado semitutorial en la UAM, sólo quiero decir que prácticamente todas acabamos. Éramos madres y trabajábamos. Nuestras claves: la solidaridad y la disciplina.
Nuestros CV no tienen pausas en esos años. Para los estándares masculinizados del reclutamiento de personal son años que pasamos estudiando un posgrado. Fueron años intensamente hermosos en que vimos también crecer a nuestros bebés. Mi hija, de cinco años, regaló chocolates a todos los que asistieron a mi examen de grado. Era día de San Valentín.
Genoveva Flores
Periodista y catedrática del Tec de Monterrey