«EL ARCÓN DE HIPATIA»: El fantasma de la misoginia - Mujer es Más -

«EL ARCÓN DE HIPATIA»: El fantasma de la misoginia

Hay que asumir el riesgo de ser mujer y creer en ello. De no ser la princesa rescatada de los cuentos.

El príncipe no despertaba a la princesa con un beso, sino con una promesa. En sus brazos ella estaría a salvo para siempre. Ella despertaba para vivir feliz para siempre jamás. 

Desde niña desarrollé el gusto por la lectura. Mi madre, una lectora irredenta, satisfacía mi apetito lector con toda clase de lecciones, y en mis primeros años  destacaban cuentos selectos. A pesar de la diversidad de historias, existía algo que no cambiaba. La bella y en riesgo era la princesa. El osado y valiente era el príncipe. Si había que enfrentar los riesgos, era él quien debía enfrentarlos. Ella era la rescatada, jamás la rescatadora. 

Este patrón tan recurrente no sólo es observable en cuentos, sino en caricaturas, series y películas que consumimos desde nuestros primeros años. Así vamos creciendo: nosotras las débiles, ellos los osados.

No hubiese recordado la molestia que desde niña me provocaba la pasividad de las princesas a no ser por una nota de The Washington Post a propósito del estreno en cines de una nueva versión de Ghostbusters. La película original, de 1984, trata de un grupo de hombres dedicados a la caza de fenómenos paranormales que responden al llamado “who you gonna call?” (¿a quién llamarás?, la frase de la pegajosa canción de Ray Parker Jr). El remake –cuyo estreno en México está previsto para estos días– cuenta con una pequeña gran variante: los roles protagónicos corren a cargo de mujeres, de tal manera que serán las rescatadoras en lugar de los rescatadores. Un cambio que no debería de causar mayor conmoción en una sociedad que, de acuerdo con el discurso, cada día es más igualitaria en la integración de las mujeres y en la eliminación de roles que las marginen.

No obstante, la realidad es otra. Desde que se dio a conocer el reparto, las críticas y desacreditaciones al filme han estado marcadas por una misoginia sin límite. Al momento de escribir estas líneas, el trailer publicado en YouTube se acercaba al millón de "unlike" (pulgares abajo), sin contar los insultos e injurias que aparecieron en la sección de comentarios desde mucho antes de su estreno en Estados Unidos.

Una de las coprotagonistas, la comediante afroamericana Leslie Jones, se vio orillada a abandonar temporalmente las redes sociales tras un crudo ataque de insultos de tipo sexista y racista. "Esta noche dejo Twitter con lágrimas y el corazón muy triste", escribió en un tuit. "Todo esto porque hice una película". Al parecer le faltó agregar algo: todo porque hice una película de hombres.

Estos ataques no sólo se dieron en usuarios de redes sin rostro identificado. Desde hace más de un año que la película dirigida por Paul Feig  tenía a su primer detractor, o al menos el mas notorio, el actual candidato republicano a la presidencia de los Estados Unidos,  Donald Trump, A principios de 2015, Trump compartió en su cuenta oficial de Instagram un video con el hashtag #IndianaJones and #Ghostbusters- what's wrong??? #TrumpVlog donde se le escucha decir: "Están rehaciendo 'Indiana Jones' sin Harrison Ford, no puedes hacer eso. Y ahora van a hacer un remake de 'Cazafantasmas' sólo con mujeres. ¿¡Qué está pasando!?".  

De acuerdo con Martha Lauzen, del Centro de Estudios de Mujeres en la Televisión y el Cine de la Universidad del Estado en San Diego, citada por una nota de la agencia AFP, la reacción contra Cazafantasmas demuestra lo arraigada que está la idea de que las películas de gran presupuesto son un “mundo de hombres”. Por lo mismo, de acuerdo con Lauzen, hacer una versión nueva de una de estas películas con un reparto mayoritariamente femenino viola el sentimiento de que este espacio público les pertenece (algo semejante a lo que alguna vez denunció Marco Gonsen cuando escribió sobre el GamerGate y el odio hacia las mujeres aficionadas a los videojuegos). 

¿Realmente se resume a un mero sentimiento de invasión a un espacio? La duda es ¿quién determino que los espacios de expresión estaban asignados por género? Porque si lo entendemos como un evento fortuito donde a unas mujeres se les ocurrió sabotearles la diversión a un público masculino, no queda explicación lógica a otro evento, en otro espacio, pero con la misma tinta.

En semanas pasadas, un vuelo comercial de American Airlines sufrió un retraso  de más de una hora debido a que siete pasajeros se negaron a volar la ruta de Miami- Buenos Aires bajo la la dirección de dos pilotos mujeres. El evento saltò a los medios después de que un tuitero @QuieroMiJarra reportó el incidente mediante dos tuits: "Hoy 2 compañeros de laburo volaron con 1 hora y media de atraso porque el avión (American Airlines) en el que viajaban lo piloteaban mujeres". En un segundo tuit complementaba: "¿Por qué el retraso? Porque 7 pasajeros pidieron bajarse al enterarse que el piloto y copiloto eran mujeres. Año 2016".

¿Acaso también fue una invasión al espacio, en esta ocasión el aéreo, lo que irritó? ¿Será que invadimos espacios netamente masculinos? El problema es que el espacio en sí, la totalidad de ellos, se consideran de dominio masculino. Donald Trump por una ocasión tuvo razón al preguntar "¿qué está pasando?". Aunque no en el tono que él lo realizó. ¿Qué pasa en 2016, cuando la sociedad aún apuesta por modelos sexistas donde el hombre conserva la supremacía? 

Pero hay noticias que dan esperanza. De acuerdo con AFP, hay un equivalente a Cazafantasmas en el cine independiente, The Fits, con el que debutó la directora Anna Rose Holmer. Aclamada en los festivales de Venecia y de Sundance, la película es producto casi exclusivo del trabajo de mujeres, tanto detrás como frente a la cámara, y cuenta la historia de una niña que entrena boxeo con su hermano, pero que sueña con ser bailarina. Para Holmer, la única manera de cambiar “es si la gente contrata a mujeres y si la gente invierte en las mujeres y asume el riesgo de tener mujeres al frente. Es muy simple y es posible”.

Efectivamente, es muy simple. Hay que asumir el riesgo de ser mujer y creer en ello. De no ser la princesa rescatada de los cuentos, de protagonizar nuestras historias de vida propia y volar los sueños sin restricciones de género. La pregunta no es si podemos, sino ¿en verdad lo queremos? Y si no, ¿a quién hay que llamar? 

 

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