El gran mal de América Latina son sus oligarquías pequeño-burguesas.
Pasó hace 20 años aproximadamente. Me encontraba en el aula del posgrado de la Maestría en Estudios Latinoamericanos de la UNAM cursando el módulo propedéutico “América Latina” impartido por un experto de altísimo nivel especialista en Brasil. Los alumnos estábamos anonadados por el carácter abstracto de los argumentos y señalamientos de aquel profesor latinoamericanista, sobre todo, cuando hacía referencia al modelo económico alternativo en América Latina, donde las ideas de la teoría estructuralista de la Comisión Económica para América Latina (CEPAL) parecían cosa de niños. Hablaba y hablaba. Nadie se atrevía a interrumpirlo, menos cuando el debate se concentraba especialmente en los regímenes (corruptos, dictatoriales y fallidos) políticos heredados en la región. De la CEPAL, pasaba al estudio de la democracia, inspirado en la obra de Guillermo O’Donnell.
Sin duda, era un gran orador, que aderezaba sus ideas con consignas: “hasta la victoria siempre”; el gran mal de América Latina son sus oligarquías pequeñoburguesas”; “hay que tomar el poder”; no al imperialismo Yankee en América Latina; etc. Al igual que los otros estudiantes, lo escuchaba con detenimiento. Había leído en mi formación como internacionalista toneladas de libros con ese criterio, sin embargo, no estaba allí para repasar esos temas. Los estudié hasta el hartazgo. Quería escuchar algo nuevo. Opciones viables al atraso de la región que venía saliendo de una década perdida (en los años 80); cómo salir de la pobreza; cómo democratizar los regímenes corruptos pasando por los partidos políticos. No quería escuchar más de esas consignas que son parte de las marchas estudiantiles y de los mítines políticos. Eso, sabía, no era la solución. Levanté la mano para cuestionar aquel gran estudioso latinoamericanos. “Perdón profesor, estoy totalmente de acuerdo con lo que usted dice. Es más, la obra de Eduardo Galeno, Las Venas Abiertas de América Latina, resume muy bien lo que nos ha compartido. Me gustaría su opinión sobre dos cuestionamientos ¿qué opciones reales tiene la izquierda latinoamericana en América Latina para salir del atraso económico dejando a un lado las consignas y los argumentos como los que usted nos ha bombardeado el día de hoy? Y ¿me gustaría saber cómo le van hacer los partidos de izquierda cuando asuman el poder para no caer en las trampas de sus enemigos políticos como la corrupción, la antidemocracia, el corporativismo, es decir, traición a sus valores ideológicos y a su discurso político?”. Quedó frío. No respondió en un breve lapso. Su respuesta fue categórica. “Salga usted de clase, queda expulsado del programa”. Salí sin titubear, un poco triste por la intolerancia y ortodoxia del profesor.
A la luz de hace 20 años, puedo decir que aquellos valores, ideas y argumentos que eran defendidos por la el profesor en cuestión y en general por izquierda latinoamericana, son sólo un bonito recuerdo. Lo acontecido en Brasil, con los escándalos de corrupción en Petrobras y malos manejos políticos en el caso de Lula; el ejemplo de Venezuela, en donde la herencia de Hugo Chávez se desmorona con la serie de barbaridades y ocurrencias cotidianas de Nicolás Maduro quien pretende desconocer la ley acordada por el Congreso de amnistía a los presos políticos encarcelados por criticar al oficialismo, o la desgracia económica de Argentina, que fue administrada de manera irresponsable por los Kirchner, quien dicho sea de paso, incrementaron su patrimonio durante sus gobiernos. Al parecer, una cosa es lanzar consignas y otra administrar. Lo peor de todo, es que los ideales de la izquierda siguen convirtiéndose en móviles políticos de sujetos que solo los manchan y se aprovecha de la nobleza de una importante parte de la sociedad, que al igual que yo, seguimos creyendo en la igualdad, fraternidad, justicia y oportunidad para todos. Lo peor de todo esto es que nuestra izquierda mexicana no escapa a esta realidad. Al tiempo.