Trump ahora sí está desesperado por ganar.
Este lunes será decisivo en la historia del partido Republicano. Después de una larga y exhaustiva campaña para elegir a su candidato a la presidencia, oficialmente se designará al elegido en su convención nacional en Cleveland, Ohio (del 18 al 21 de julio). La inclusión forzosa de Donald Trump entre sus filas para la competencia, no parecía más que un buen chiste cuando se anunció. Nunca se hubieran imaginado que el burdo magnate de las bienes raíces se llevaría la cereza del pastel. Y aunque no habría mejor partido para acoger a Trump con su discurso antiinmigrante, prejuiciado y conservador, Trump ha ido mucho más lejos de lo que el mismo partido Republicano puede tolerar, con sus insultos a las mujeres y a los hispanos (sin cuyo apoyo, lo saben las bases, jamás podrán ganar la Casa Blanca). Grandes esfuerzos y campañas de millones de dólares, se han realizado por parte de algunos de sus más destacados directivos para detener su avance.
La última embestida se estaba planeando para la misma convención. Una facción importante de republicanos estaba planeando cambiar las reglas de la convención. Y aquí es donde salen a relucir las endebles bases en las que está basada la democracia en Estados Unidos. De entrada, es una que no es directa, sino representativa. Es decir, aquí no sólo cuenta el voto popular, sino el que representantes de cada estado (delegados, supuestamente también electos por el pueblo), presenta en la convención. Para conseguir la nominación republicana, se necesitan mil 237 del total de mil 459 delegados disponibles; Trump desde mayo alcanzó mil 238. Sin embargo, las primarias no son estrictamente para escoger un candidato, sino para determinar el número de delegados que cada uno traerá con la promesa de su voto a la convención.
En teoría, los delegados están obligados a votar por Trump porque ganó el voto directo, pero su compromiso es sólo una ¨promesa¨. Cuando los padres fundadores de la nueva nación diseñaron las reglas, el temor era siempre que se pudiera establecer una ¨tiranía de las mayorías” y por eso se cuidaron mucho de poner barreras entre el poder y la voluntad popular. Por lo tanto, no es impensable que en la convención los delegados decidan ir contra los designios de los electores.
La estrategia de los republicanos ahora es irse por otra vía: intentar que el comité modifique sus reglas para permitirle a los delegados que su voto vaya a otro candidato, la maniobra tiene cabida legal y entra de los parámetros de lo que se considera una convención ¨negociada¨. Algo así se dio en 1948 en el partido Republicano, y en 1952 en el Demócrata. El problema es que se necesitan 57 votos para realizar esa propuesta y una vez hecha, se tendría que mandar a los 2 mil 472 delegados disponibles para su aprobación, y sólo pasaría si la mitad de éstos votara a favor. Así que a horas de que arranque la convención en Cleveland, esa posibilidad es poco menos que nula.
De cualquier manera, les guste o no a los republicanos, Trump recibió más votos en las Primarias (alrededor de trece millones), que ningún otro candidato en la historia del partido. De tratar de ignorar la voz de la mayoría, los Republicanos se verían en una situación muy difícil de justificar en un país tan orgullosamente ¨democrático”. Los seguidores de Trump se sentirían naturalmente traicionados y el asunto podría incluso degenerar en violencia. Siguiendo con las condiciones demenciales de este país avanzado, hay que saber que al recinto en Cleveland no se puede entrar con botellas de agua, pero sí con armas.
Trump, en un evidente esfuerzo por ganarse a las bases más conservadoras y vociferantes del partido Republicano, escogió como compañero de fórmula a Mike Pence, el gobernador de Indiana. Pence, un hombre mas reaccionario que Atila el Huno, es afín a los miembros del Tea Party. De hecho, Pence le brindó su apoyo al principio al santurrón insufrible de Ted Cruz.
La elección de Pence demuestra que Trump ahora sí está desesperado por ganar. Pence es un ferviente cristiano, opuesto al aborto, a la homosexualidad y a la noción de que exista el cambio climático. Aunque Trump ha renegado de su pasado de apoyo al aborto, restricción a las armas, donaciones al partido Demócrata y renuencia a involucrar la religión en sus discursos, con Pence, Trump se ha deslizado completamente a la derecha del espectro político. De hecho, los más ultraconservadores de sus enemigos, acusaban a Trump de ser un liberal de clóset.
Por lo pronto, las encuestas le dan casi un empate con la candidata del partido Demócrata, Hilary Clinton en algunos estados clave. El más reciente sondeo nacional determinó incluso que de llevarse a cabo hoy las elecciones, Clinton ganaría por sólo tres puntos porcentuales. Habrá que ver si la elección de Pence le traerá a Trump los votos que necesita para llegar a la Casa Blanca.