«EL ARCÓN DE HIPATIA»: ¿Conquista de género o lujo para unas cuantas? - Mujer es Más -

«EL ARCÓN DE HIPATIA»: ¿Conquista de género o lujo para unas cuantas?

La equidad se ha vuelto un privilegio para las élites.

“En realidad, era una vanidosa empeñada en tener profesión como si no tuviera ya todo”. Georgina Dávila, guapa, joven, adinerada y además estudiando medicina. (Mujeres de ojos grandes, Ángeles Mastretta).

Equidad, igualdad de género. Son palabras que retumban en nuestra sociedad hoy en día. De manera cotidiana, las mujeres hablamos del empoderamiento, de la lucha y conquista de espacios laborales. En la política significa posicionarnos en la vida pública y formar parte de los llamados grupos de poder. 

Al parecer, estamos avanzando. Escuchamos campañas constantes sobre el tema. Todos hemos escuchado #HeForShe, o firmado alguna petición en contra de la mutilación femenina, o “posteado” comentarios indignados contra actos que atenten contra la dignidad de la mujer. No obstante, no hemos avanzado lo suficiente. Hay una realidad que se asoma con una dosis de crudeza necesaria, y nos hace cuestionar aún más: ¿es la equidad una conquista de género o un lujo para unas cuantas? 

Tal parece que la equidad se ha vuelto un privilegio para las élites. La publicación “Indicadores de Desarrollo Humano y Género en México (IDG): nueva metodología. Identificar las barreras para lograr la igualdad”, nos corrobora este supuesto. En la infografía del reporte encontramos una visión del desarrollo humano de las mujeres en las 32 entidades y los 2 mil 456 municipios y delegaciones de México en el año 2012.

Los resultados muestran contrastes importantes en el nivel de desarrollo humano de las mujeres. Para identificarlos se utilizó el Índice de Desarrollo Humano (IDH) que, de acuerdo con el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), mide tres dimensiones necesarias en los individuos para poder elegir entre formas de vida valiosa. Éstas incluyen la posibilidad de gozar de una vida larga y saludable, y la de adquirir conocimientos, así como tener recursos que permitan un nivel de vida digno.

En promedio, las condiciones de la mujer en México presentan mayores ventajas que las del África subsahariana, América Latina y el Caribe. Sin embargo, las condiciones de desarrollo no son homogéneas entre todas las entidades. De acuerdo al IDH en 2012, las entidades federativas con mayores niveles de bienestar para las mujeres fueron el Distrito Federal, Sonora y Nuevo León, con valores de 0.858, 0.833 y 0.826, respectivamente. En contraste, los estados con los menores niveles de bienestar para las mujeres fueron Chiapas (0.679), Guerrero (0.716) y Oaxaca (0.719). 

Eso no es todo. Cuando hablamos de empoderamiento, hay un panorama similar. Por empoderamiento se intenta medir la desventaja en la arena política en todos los niveles de gobierno y la medida de libertad en la mujer, con la hipótesis de que ésta aumenta con un mayor nivel de instrucción. Una vez más, Guerrero y Chiapas son últimos lugares. 

Esto no es sino señal inequívoca que las mujeres enfrentan no sólo barreras de género para ingresar a la educación, permanecer en el mercado de trabajo y tener igualdad de oportunidades, sino que también existen limitantes socioculturales y económicos. 

Los retos de ser mujer no son solamente la inequidad de género en relación con el hombre, sino una desigualdad más silenciosa, pero que igual daña: la desigualdad entre el género mismo. Esto es, la inequidad que sufren las mujeres de estratos socioeconómicos bajos o provenientes de entidades federativas con bajo índice de desarrollo, en comparación con las mujeres de estratos o entidades mejor posicionadas. 

De esta forma, la mujer como género no parece avanzar de forma conjunta. En el mercado laboral hay circunstancias que dificultan el desempeño de las mujeres pertenecientes a hogares con menores niveles de ingreso: menor nivel de educación, mayor número de hijos, menores posibilidades de contar con servicios de apoyo al trabajo doméstico y un ambiente valórico menos favorable al trabajo remunerado de la mujer, entre otros elementos. 

No sólo las habilidades y el deseo por posicionarse, sino el azar y la suerte de nacer en entidades con destacados índices de desarrollo por género son determinantes en la vida de la mujer. 

Así, mientras algunas festejamos y luchamos por lo que consideramos como equidad, en realidad estamos frente a la lucha del empoderamiento de unas cuantas. La verdadera lucha la tenemos en otro polo de batalla. Donde la batalla no es tanto por cuotas de género en el poder legislativo ni grandes puestos gerenciales. La lucha en ese lado es por lograr que el parto no se convierta en una experiencia de muerte, que la alfabetización de la mujer indígena no sea una utopía ni la única posibilidad de empleo sea en labores domésticas.

Sí, necesitamos mujeres líderes. Sí son necesarias las posiciones de poder para nosotras. Pero no se puede convertir en un beneficio de élite. Resultaría irónico que, tras tanto luchar por la equidad, ésta terminara siendo un beneficio de pocas y no un derecho de todas. Porque no puede ser que unas cuantas sigamos empeñadas en tener todo. Todas las mujeres son iguales, pero no se vale que unas sean más iguales que otras.

Saraí Aguilar Arriozola | @saraiarriozola
Es coordinadora del Departamento de Artes y Humanidades del Centro de Investigación y Desarrollo de Educación Bilingüe en Monterrey, nuevo León. Maestra en Artes con especialidad en Difusión Cultural y candidata a doctora en Educación.

 

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