Un oscuro atentado.
¿Sabe usted lo que significa “hacer un Rosie Ruiz”?
Simple: se trata de uno de los escándalos más conocidos dentro de la historia del deporte. Para ser más exactos, la edición de 1980 del Maratón de Boston, una competencia que ha tenido ya episodios de heroísmo, récords fantásticos, e incluso un oscuro atentado.
Durante aquellos años, era hasta difícil para los africanos (en especial keniatas y etíopes), ganar todas las pruebas de fondo, como sucede hoy. Uno de los favoritos, Bill Rodgers, venció con una marca de 2h 12m 11s. Por el lado femenino, estaba Jacqueline Gareau, que cualquiera esperaba que ella fuera la primera en cruzar la línea.
Sin embargo, fue Rosie Ruiz, la cubanoaméricana de dorsal amarillo con un W50 encima, que apareció de la nada muy sonriente recorriendo los últimos metros del camino a la “victoria”.
Espléndida y sin marcas de esfuerzo visibles, Ruiz explicó contenta y relajada en la conferencia de prensa –lo cual provocó las sospechas de Rodgers–, que no podía entender cómo la mujer que estaba a su lado respiraba con toda normalidad, mientras él apenas conseguía soportar el peso de su medalla, sudando y jadeando tras el enorme esfuerzo. “Me levanté con mucha energía hoy, qué puedo decir”, decía la "heroína" con una gran sonrisa.
La gran sorpresa fue una enorme farsa, pues lo sorprendente estaba en que Rosie completó la prueba en 2 h 31 m 56 s, bajando en más de 25 minutos su marca personal, conseguida apenas seis meses antes, en Nueva York.
Las sospechas incrementaron, pues ninguno de sus rivales la recordaba. Nadie tenía registros de haberla visto pasar.
Después de sus quince minutos de fama, los médicos le tomaron el pulso en reposo a la atleta y se mandó a revisar la totalidad de los videos y las fotos, procurando que la “sospechosa” se encontrara en diversos puntos del recorrido.
Pero entonces fue el argumento de un grupo de estudiantes del Wellesley College, instituto exclusivo para mujeres, que hundió a la corredora, ya que por tradición reciben con alegría a la primera corredora en pasar por su edificio. Ellas recordaban a Gareau y a la local Patti Lyons, pero no Rosie.
Las cosas se complicaron cuando varios testigos declararon haber visto a la atleta con su dorsal W50, salir de entre los espectadores, regresando a la carrera.
Mientras el escándalo se aclaraba, se descubrió que Ruiz había utilizado el metro para conseguir su marca mínima. La reportera Susan Morrow, recordó haber acompañado a la cubanoamericana desde el punto de primeros auxilios, hasta la meta, para así certificar su presencia en la carrera y, por ende, su tiempo final. Fred Lebow, director de la Maratón de NY, descalificó a Rosie “al no poder certificar, de ninguna manera, que la atleta recorrió todos los kilómetros de carrera”.
Se borró a Ruiz de los registros de la Boston Athletic Association (BAA), organizadora de la Maratón de Boston, otorgándole así el triunfo a Gareau (tiempo de 2h34m28s). “Creí que estaba liderando con comodidad, hasta que me dijeron: date prisa que estás segunda. No entendía quién podía estar por delante. Me vine abajo cuando vi a una competidora con la corona de laureles, festejando”, declaró la canadiense.
Años más tarde, Gareau fue a Miami para correr una prueba con fines benéficos. Mientras trotaba levemente, una mujer con una cara conocida se le acercó: “Yo corrí aquella maratón, de principio a fin. Lo hice, y volveré a hacerlo”, dijo Rosie Ruiz, quien enseguida aceleró para dejar atrás a Gareau y perderse entre la multitud.