«DESDE WASHINGTON»: Barack Obama y su autodenominado populismo - Mujer es Más -

«DESDE WASHINGTON»: Barack Obama y su autodenominado populismo

Impensable en otro país avanzado.

Sólo en Estados Unidos podría un político jactarse de ser populista. El país del norte que se precia, y es (en algunos sentidos) excepcional, dio una muestra la semana pasada de que lo distingue, para mal.  En una conferencia de prensa en Ottawa, Barack Obama se ufanó de ser “populista”.

Que un líder de su categoría se declare y le dé a la palabra “populista” una buena connotación, sería impensable en otro país avanzado.

El hecho se podría descartar como simple ignorancia de filosofía política (y dudo mucho que Obama haya tenido como referencia al argentino Ernesto Laclau para basar su comentario), pero tiene que ver más con que Estados Unidos es efectivamente un país donde el populismo es la forma predominante de hacer política. A tal punto está acendrado el populismo ahí que, por lo visto, ni siquiera un hombre tan talentoso y brillante como Obama puede entender la conexión entre populismo y el auge de figuras como George W. Bush y el mismo Donald Trump.

Obama no tendría que haberse remontado a la Roma antigua; a los hermanos Graco (demagogos que usaron al “pueblo” para encumbrarse), o a la Rusia del siglo XIX y los estudiantes que se autodenominaban así; o a América Latina y Evita Perón, y muchos otros; ahí, en su propio país, tiene los mejores ejemplos de lo que es ser populista. Ahí, donde se han encumbrado figuras nefastas como el gobernador de Lousiana, Huey Long o el ya mencionado Trump; políticos cuyos intereses siempre son disfrazados como idénticos a los del pueblo, del hombre común y corriente, y que dividen al mundo en un discurso simplista entre blanco y negro, nosotros y ellos. Políticos que le llegan a sus seguidores por la entraña y no el intelecto, fomentando el odio y las visiones extremas de la realidad; políticos que toman el poder en las calles (como hizo Mussolini en Italia) y que están en contra del estado de derecho. Es obvio que Obama no estaba pensando en esto.

Endilgarle a Bernie Sanders el apelativo de “populista” como un halago va más allá, dado que el mismo senador por Vermont se autodenomina socialista, algo muy diferente.

Obama podría simplemente haber volteado a ver a Andrew Jackson, séptimo presidente de Estados Unidos.

Ya como senador, Jackson se lanzó a la carrera presidencial en 1824 y achacó su derrota a un “trato corrupto” entre su contrincante, John Quincy Adams y el legislador Henry Clay. Los partidarios de Jackson fundaron un nuevo partido que llegaría a ser el Demócrata. Jackson ganaría la presidencia cuatro años después y aseguró su reelección en 1828 al erigirse como defensor del pueblo en contra de los banqueros ricos (mismo discurso de Trump).

Andrew, como Trump, no tenía absolutamente nada de “pueblo”; y lo que es peor, había hecho su fortuna a costa de cientos de esclavos. La presidencia de Jackson dio origen al “Spoil system” (Sistema de Botín) en la política estadounidense. Sobre todo, Jackson pasaría a los anales de la infamia por autorizar el “Indian Removal Act” (Ley de Traslado Forzoso de los Indios) que desplazaría a tribus hacia el Oeste del territorio (hoy Oklahoma).

La remoción brutal de los Choctaw en 1831, y de los Cherokees en 1838, llevó a la muerte de miles de indios en lo que ahora se conoce como “el sendero de lágrimas”. Y aquí cabe cuestionarnos: ¿verdaderamente Obama se puede identificar con personajes de semejante calaña? Esperemos que no.

 

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