Casi mil 500 programas de El Mañanero en seis años.
Han sido semanas difíciles: de sentimientos encontrados, de saber que lo bueno dura poco o que lo extraordinario no es para toda la vida. De profundo dolor: sí. Pero también de ese privilegio que fue haber estado todas las mañanas con Víctor Trujillo y salir al aire con Brozo.
Ese maridaje perfecto que hizo del trabajo una diversión. Esa combinación que hacía olvidar levantarse de madrugada. Esa unión que generó alegría, amistad y un sinfín de dicha.
Yo respeto a la gente que admiro y tú, Víctor, eres uno de ellos. A Brozo, ese irreverente pelos verdes, mi cariño, mi agradecimiento y mi fascinación. ¡Ah!… y gracias, porque sin darme cuenta, aprendí las reglas básicas de un deporte nacional como el albur.
La historia
El jueves 24 de mayo, minutos antes de entrar al aire, Víctor convocó a todo el equipo de El Mañanero a una junta después del programa. Lo vi en sus ojos, lo sentí. No eran buenas noticias.
Y no las hubo: “El 24 de junio es el último programa del Mañanero”, dijo. Así, claro, directo y sin ambages. El silencio inundó la oficina. La mudez no permitió a nadie siquiera preguntar: "¿por qué?". El dardo estaba lanzado. Qué más daba saber el motivo.
“Terminemos el programa, como lo hemos hecho durante más de 6 años”, nos pidió.
Y hoy lo cumplimos. ¡El Mañanero se acabó!
En qué momento
Gracias Víctor, porque tuve el privilegio de “trabajar” contigo, tanto tiempo, que, a decir verdad, no sé en qué momento pasaron tantos años.
Un trabajo en el que ríes, gozas, te diviertes, aprendes, cuestionas, criticas, exhibes, informas, te enervas y te relajas. Pero, además, un trabajo que forja una familia entrañable, eso te lo debo a ti. Mi agradecimiento siempre, lo sabes.
Me quedo con tantos recuerdos, de esos casi mil 500 programas y con tantos amigos, que ahí estaremos siempre. No ha sido fácil digerir la noticia. Ni mucho menos escribir esto. ¿Cómo entender esas mañanas sin ustedes? ¿Sin Brozo? ¿Sin Víctor? Esas mañanas de interminables risas, de invaluables anécdotas, de extraordinarias recomendaciones, de series, libros, películas y las rolas de los melómanos. De esas horas de café, de cigarro, de aprendizaje, de escuchar a las memorias privilegiadas repletas de recuerdos, historias y chascarrillos.
Y cómo no: de esas tardes y noches de brindis, de las bohemias, de las tertulias, de esa virtud de celebrar la vida, sólo por el gusto.
No, no será fácil y me cuesta trabajo asumirlo. Aunque sé que no hay de otra.
Tampoco será fácil para cientos de miles de seguidores de El Mañanero. Habremos muchos huérfanos de El Mañanero. Y ahora, ¿quién los escuchará? ¿Quién les dará voz?
A todos mis compañeros, gracias.
Sería imperdonable omitir a alguno. Por eso, gracias a todos.
¡Hasta siempre!