Asume las consecuencias del revés electoral.
Cuando Manlio Fabio Beltrones apostó por la dirigencia del PRI, a varios en el gabinete de Enrique Peña Nieto se les desdibujó la sonrisa. No lo querían. Intentaron construir un candidato que le hiciera frente, pero además de verde, no cumplía con los estatutos. No pudieron contra él. Manlio la buscó, la peleó y la ganó. La buscó tanto que poco le duró.
Diez meses después, a muchos les regresó la sonrisa. El revés electoral del 5 de junio de 2016 –con 7 gubernaturas, ciudades capitales y 5 congresos locales perdidos–, sacudió al Revolucionario Institucional. Hubo muchos culpables, algunos por acción y otros por omisión. ¿Y quién dio la cara? Nadie, ningún gobernador, ningún legislador, ningún miembro del gabinete federal.
Parecería descabellado pensar que se la jugaron a perder, para eliminar a un adversario, pero más descabellado que Manlio no lo hubiera detectado.
Un partido con menos dinero para operar, un dirigente atado de manos, candidatos elegidos desde el gabinete, traiciones, rencores, divisiones, gobernadores descarados –acusados de corrupción, que dejarán sus estados endeudados–, fracturas internas, bajo nivel de aceptación del presidente Peña Nieto, escándalos mediáticos, una economía frágil, malestar social, corrupción, un gobierno distanciado de su partido. Además, temas difíciles como la desaparición de los normalistas de Ayotzinapa o la masacre de Tlatlaya. Ésas fueron “algunas” cosas que carga el partido y que se reflejaron en las urnas.
Aquellos que se opusieron y que nos les gustó que su dirigente fuera Manlio, hoy están de fiesta. La renuncia de Beltrones la perciben como la derrota de una aspiración presidencial.
Pero, ¿realmente Manlio abandonó esa aspiración? No lo creo. Hay quienes piensan que dio el primer paso.
En su discurso de renuncia, ante los priistas reunidos durante la sesión de la Comisión Política Permanente, habló de una pausa, un espacio de reflexión para asumir, lo que gobernadores, miembros del gabinete y el propio presidente Peña Nieto, no han asumido: las consecuencias de la derrota.
Antes de irse, el tan querido o tan odiado, Beltrones, repartió mensajes. Al presidente de la República le reprochó la lejanía del gobierno con su partido, la falta de comunicación y la ausencia de compromiso. No era difícil saber que, desde Los Pinos, recibiría instrucciones, que poco o casi nada podría operar uno de los políticos más reconocidos por su forma de negociar y de lograr acuerdos. Como líder del PRI, simplemente no pudo.
Urge que servidores públicos, legisladores y gobernadores priistas rindan cuentas, dijo Manlio. Y citó a Luis Donaldo Colosio: “Lo que los gobiernos hacen, su partido lo resiente”.
A la gente, recalcó, no le sirve de nada saber que vamos bien. Ellos necesitan verlo en sus bolsillos y temas como la corrupción y la impunidad, deben combatirse de verdad.
De nada sirvió que varios de los oradores, durante el cónclave, le manifestaran su apoyo y le pidieran que se quedara, la decisión estaba tomada y los mensajes se habían enviado.
¿Cuál será el futuro de Beltrones? Es la gran pregunta.
Cuesta trabajo verlo al frente de alguna secretaría, pero tampoco se ve con los brazos cruzados. Lo suyo es la política. Aunque por lo pronto, está en pausa y que cada quien cargue con sus yerros. Él se lleva los suyos… ¿y los demás?