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«ENTREGA II»: Una historia de 3de3

La voz chillona de Severiano Robles se escuchó más fuerte que de costumbre.

«ENTREGA II»: Una historia de 3de3

—Por eso mismo, líder, no puedo ser yo quien proponga hacer una ley descafeinada en el tema anticorrupción. Mi carrera política se ha basado precisamente en enfrentar a los corruptos. Sean de nuestro partido o de otro.

Fue entonces cuando las palabras del legislador fueron interrumpidas. La voz chillona de Severiano Robles se escuchó más fuerte que de costumbre. No era un político que hablara mucho, pero cuando lo hacía, era para fijar una postura irreductible.

—Mire, senador, dijo casi gritando el líder sindical. Usted y esos ratones de biblioteca creen que con sus políticas de transparencia y rendición de cuentas se van a ganar el cielo. No, señor. Usted no sabe lo que ha costado mantener en paz y armonioso este país. Sí, acepto que varios de nuestros compañeros de partido han abusado del cargo y tienen riquezas inexplicables. También le concedo, que por ese motivo, hemos perdido adeptos. Incluso ya no gobernamos muchos municipios y algunos estados. Pero hay algo que no puede usted dejar de lado: su disciplina con el partido, y antes con el presidente, está por encima de su amistad con esos intelectuales que quieren sacarnos los trapitos al sol…

—Le interrumpo, don Severiano. Como senador de la República tengo un compromiso, mismo que apoya el presidente…

—¡Ni madres!, gritó Robles. El presidente ya está muy encabronado. Por eso nos pidió a mí y al presidente del partido hablar con usted para que no sólo reconsidere, sino que se discipline a las decisiones del partido. Y eso de revelar los datos de nuestras propiedades, no pasa. No transita. ¿Entendió?

—Don Severiano, con todo respeto, no voy a ceder. Ni quiero, ni puedo. Ya me comprometí con las organizaciones civiles a que iríamos hasta el final con esto.

—Senador, interrumpió Ramiro Robles. Mira, Jaime. La situación del país es grave. Sabes que la inseguridad está en niveles tan altos que ya no sabemos cómo controlarla. Muchos presidentes municipales se oponen al mando único policiaco. Por otro lado, no hemos podido generar los empleos que prometió el presidente en su campaña, hasta los firmó. ¿Te acuerdas? Y si eso no fuera suficiente, el petróleo ya se fue a la mierda. Cada barril está por debajo de los 30 dólares. No nos oponemos a que se presenten las tres declaraciones. Te pedimos que los datos personales, y ahí tienen un buen argumento, queden en la decisión de cada uno el darlos a conocer o no.

—Presidente, no puedo ya. Ayer mismo me comprometí a ello.

—¿Con permiso de quién? Se escuchó decir a Severiano. Usted no se manda solo. Es parte de un partido y tiene una dirigencia a la que debe consultar y un liderazgo al que debe obedecer.

—Tengo el apoyo del presidente, Severiano.

—¡No tienes ni madres, Alejandro!, respondió el viejo político, al mismo tiempo que de su boca saltaban gotas de saliva. ¡Te debes al partido, a quienes te hemos apoyado! Quieres brincarte las trancas y aliarte con nuestros eternos enemigos. ¿Acaso ellos te apoyaron cuando te postulaste? ¿Verdad que no? Lo que queremos es que hagas lo que pide, exige y ordena el presidente. Más te vale que lo hagas. De otra forma, tu carrera política se acabó. Y yo mismo, óyelo bien muchachito idiota, seré yo quien pida tu expulsión del partido por apoyar actos de corrupción. ¿Cómo ves, pendejo?

González, con la cara roja de ira, intentó responder, pero en ese instante, Ramiro Sánchez le extendió un fólder.

El legislador lo miró fijamente, mientras sacaba del fólder unos documentos. Comenzó a leerlos. Sintió cómo su corazón se aceleraba como nunca. Vio números, muchos números. Unos de cuentas bancarias. Otros de averiguaciones previas iniciadas en contra de su hermano. No entendía ni la riqueza de su hermano, ni tampoco cómo a él no se le había enterado de los malos pasos de su más cercano pariente.

—Ahí tienes, dijo Sánchez. ¿Ves que no es tan fácil abrir esos datos para que los conozcan todos lo que quieran husmear en nuestras vidas? Jaime, somos un partido que siempre ha tenido unidad de cuerpo. Tenemos que cuidarnos. No podemos ir con esa 3de3.

Severiano intervino. Y tampoco podemos dejar que se sepan que muchos de nuestros compañeros de partido tienen más de una vida, de una casa. No podemos perder ni al partido ni a nuestras familias. Senador, usted puede, si quiere, convencer a esos encorbatados de que no vayan más allá.

—Además, abundó Sánchez, tenemos una…, dos propuestas del señor presidente.

—Esto, presidente, es un chantaje a un Senador de la República.

—Escuche, Jaime. El tono de Severiano se había vuelto casi paternal. El presidente le tiene consideración. Por eso no ha hecho nada en contra de su hermano. Es más, si usted acepta, ese expediente desaparece. Para siempre. Nadie sabrá de esto, más que nosotros.

Mañana, la siguiente y última entrega de “Una historia de 3de3”.

(Los personajes, nombres y situaciones de este escrito son ficticios. Cualquier parecido con la realidad, es mera especulación de quien lo lee).

«ENTREGA I»: Una historia de 3de3

 

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