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“Yo soy un ejemplo de rescate”: mujer topo

La experiencia de toda una vida entregada a esta relevante actividad de ayuda hacia los demás.

En su vocación de salvar vidas, rescatar perros y gatos de los botes de basura fueron los inicios de Pola. Después, una de las mujeres pioneras en este oficio en México: “Cuando era adolescente, me daba por cuidar viejitos; si los veía sin zapatos, juntaba para comprárselos”.

En septiembre de 1985, ante los sismos que destruyeron la Ciudad de México, sin tener idea de cómo rescatar una vida, tan sólo con el trivial conocimiento de saber poner “venditas y curitas”, la mujer topo, Pola Díaz Moffitt, se aventuró por primera vez en la labor de apoyar a salvar vidas. Recuerda que “hace 30 años, cuando empecé en esto, no había mujeres en los escombros”. Detalla en entrevista que “la motivación fue primero que nada un inmenso amor a mi ciudad y a los conciudadanos. Mi labor específica fue como rescatista, ayudando a sacar sobrevivientes del Conalep y víctimas de los hoteles Regis y Romano (ubicados en el centro de la ciudad). Ahí comenzó toda una historia”.

Relata que un año antes de los grandes sismos, cuando ocurrieron las explosiones en una de las plantas de almacenamiento y distribución de gas en San Juan Ixhuatepec, Estado de México, desde ese acontecimiento ya tenía el espíritu de velar por los demás; sin embargo, esa vez no le permitieron ayudar; le dijeron que no sabía nada y que tenía que cuidar a su hija. Este primer obstáculo Pola lo recuerda como la primera fractura entre una mujer “revolucionaria y una sociedad paternalista”.  

Un papel complicado: mamá y rescatista
Al cuestionarle cómo ha combinado los roles de ser rescatista y madre, Pola Díaz, en un suspiro, expresa: “En 1985, mi hija mayor cumplía años el 23 de septiembre. El sismo fue un jueves y la presentación –tercer aniversario de mi hija–, era en domingo. El sábado estábamos atendiendo emergencias en el Monumento del Caballito y estaba dividida entre tener que ir por el vestido, las tortillas y entre ayudar a los lesionados por los sismos. Esa fue la primera división que tuve entre el papel de madre y de rescatista”.

Madre de cuatro hijas, abuela de “dos príncipes y dos princesas” y divorciada de un médico, la experta en rescate en estructuras colapsadas confiesa los sentimientos encontrados hacia su familia y los años que les llevó comprender que su mamá era una mujer importante en la escena del rescate mexicano.

“Uno tiene que trabajar con esa serie de emociones y con el sentimiento de la familia. Eso es muy impactante. Merced Emilia, mi hija la grande, enfrentó una niñez complicada. Ella se ha dado cuenta de que su sacrificio ha sido en beneficio de otras personas y que en ese beneficio se podía quedar sin mamá”.   

La autodenominada mujer rebelde, relata con nostalgia pasajes íntimos de sus experiencias de mujer-madre y mujer-topo. Recuerda, por ejemplo, “cuando fueron las explosiones de Guadalajara, mi esposo me pidió firmar el divorcio antes de ir a ayudar. En ese momento inició una serie de reproches hasta que mi familia comprendió que yo era un espíritu rebelde y que no me podían tener amarrada. Fueron aprendiendo a convivir con una mamá que nada más sabía que pasaba algo en el planeta y ya estaba evaluando si era factible ir. Si de repente me veían frente al televisor dando vueltas, ya sabían que algo había pasado y entonces me ayudaban a sacar la maleta y empacar”. 

Preguntas elementales, respuestas fustigantes

¿Cómo te defines?
—Me defino como interesante, inteligente, revolucionaria, tierna, persistente y trabajadora.

¿Y como mamá?
—Exigente, revolucionaria, proveedora, efectiva, poco afectiva y… también apapachadora.

¿Qué se necesita para ser una mujer topo?
—Hay tres requisitos: estar media loquita, tener mucho valor y tener un espíritu de servicio.

¿En cuántos rescates internacionales has estado?
—En las Torres Gemelas, Guatemala, El Salvador, Perú, Chile, Haití, de América Latina. Luego: Japón, Indonesia, Filipinas. Y en los de México.

¿Cómo te has preparado?
—Inicié en la Brigada de Rescate Socorro Alpino de México A.C. Tomé cursos de primeros auxilios y de primer respondiente en la Cruz Roja Mexicana. Sigo teniendo una de mis pasiones, que es poder estar en el grupo “Topos Adrenalina Estrella”.

¿Cómo solventas tus viajes?
—El grupo tiene recuperaciones voluntarias de cada asociado, se imparten pláticas con cuotas de recuperación, cursos a instituciones, dependencias, etcétera. De repente hay líneas aéreas que nos regalan boletos.

¿Cómo está México en materia de protección civil?
—Debe de estar encaminada en dos vertientes: no estar bajo la tutela del paternalismo; debe de ser en corresponsabilidad. Empezamos por casa. En tu casa, papá gobierno no te va a decir qué debes de hacer. Hay parámetros, pero cada casa es un traje hecho a la medida de cada familia e integrante que la compone. La otra es que la sociedad trabaje realmente en equipo.

El amor por salvar vidas a pesar de ser adoptada
A 30 años de distancia de su primer contacto con personas en riesgo de perder la vida, Pola Díaz aconseja “adherirnos de todas las herramientas para ser mujer. El sexo no es lo que nos define ni tampoco el ser madre, sino podernos desarrollar espiritual, culturalmente, en el ámbito personal, intelectual, moral. Cada mujer tiene su propio estilo, su propia historia. Se debe de rescatar lo más valioso de cada mujer. La mujer debe de rescatar esa esencia; la mujer debe esmerarse en sí misma. Puede haber pobreza, golpes, abandono, maltrato psicológico, económico; incluso los hijos, que es lo más preciado, pueden ser amenazados, violentados e incluso dejar de existir pero nada de eso debe de hacer que olvides que eres una creación divina. La mujer, en la función que tiene de dar vida, es una de las máximas inspiraciones”.

Finalmente, la persistente mujer deja salir sus sentimientos más empolvados, como aquellos que una vez estuvieron bajo los escombros de algún desastre y salieron a la luz: “Yo fui una niña abandonada a los seis meses. Sobreviví en un hogar donde sí había amor, pero ya no la paciencia para educarme. Soy una niña adoptada. Tuve la experiencia de vivir en la calle, vivir maltrato, y aquí estoy, de muy buen ánimo. He logrado ser una profesionista; he logrado salvarme de los malos caminos. Sí se puede, cuesta mucho trabajo: lágrimas, esfuerzos, de todo, pero sí se puede. Por eso digo que hay que rescatar lo mejor de uno. Yo soy un ejemplo de rescate”. 

 

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