El “chismógrafo” indiscreto de tu vida, preguntas desde: ¿tienes pareja sexual activa?, ¿qué comiste y a qué hora?, ¿desde cuándo no te haces el Papanicolaou?…
La primera atención
2, 4, 6: ellas ahí sentadas, angustiadas, pensando si el ginecólogo que las atenderá es hombre o mujer; mirando por dónde llegaron, con ganas de salir corriendo. Pero en la entrada sólo se visualiza una acompañante más. Sí, una más, con piel color amarilla, ojos sumidos, caminando lentamente, con las manos oprimidas sobre el pecho, respirando nerviosismo.
El turno importa para los profesionales, no para ellas. (Según sus propias estadísticas, el IMSS es responsable de la salud de 58 millones de personas. En un día típico atiende cerca de 500 mil consultas, 50 mil urgencias y 4 mil intervenciones quirúrgicas, con el esfuerzo de 428 mil trabajadores). Antes de su dolor, está el de la compañera de al lado: se miran unas a otras como para determinar síquicamente quién necesita la primera atención, los signos vitales.
La segunda atención
El “chismógrafo” indiscreto de tu vida, preguntas desde: ¿tienes pareja sexual activa?, ¿qué comiste y a qué hora?, ¿desde cuándo no te haces el Papanicolaou? Vuelves a mirar a quienes te acompañan sentadas en la fila y respondes tímidamente. Y es que una pareja sexualmente activa y comer de más es como una gula enfermiza, o sea, causa de enfermedades mayores.
Comer de más te provoca: obesidad, diabetes, hipertensión y hasta depresión. Te enfermas con escuchar que México ocupa uno de los primeros lugares en el mundo con estos males (por ejemplo, aproximadamente el 70% de los mexicanos padece sobrepeso y casi una tercera parte obesidad. Además, uno de cada seis mexicanos padece diabetes y las muertes por esta enfermedad es una de las principales causas a nivel nacional. Cerca de 70 mil personas mueren por diabetes en México y poco más de 400 mil nuevos casos son diagnosticados por año).
Tener una pareja sexual podría causarte papiloma humano, herpes genital y hasta Sida (en el caso del VIH / Sida, fueron notificados 23,596 casos en hombres y 2,835 en mujeres, siendo la Ciudad de México el estado a nivel nacional con el porcentaje mayor de contagios -14%). Pareciera que tener pareja es sinónimo de enfermedades sexuales.
Respondes brevemente y te quitas un peso de encima. Le toca responder a la siguiente.
Con la bata puesta, leídos los antecedentes, inicia la revisión con vergüenza y molestia. Vergüenza porque dejas al descubierto la parte más delicada y sensible de tu cuerpo. Molestia porque al introducir un objeto frío o una mano dura hay un grito desde tu interior. Te sientes aliviada de que una mujer sea la que te atienda, más comprensión física y emocionalmente.
La respuesta de la primera atención está contestada, es ginecóloga.
El diagnóstico
Con las palabras precisas y un lenguaje claro, te dicen que tienes un mioma, causante de la hemorragia y de haber tenido un embarazo ectópico: “Tienes que quedarte para extraerlo, de lo contrario, seguirás sangrando”.
El aislamiento
Unas se fueron, otras siguen esperando su turno, algunas más te acompañan en la sala de despedida, ahí donde estás en silla de ruedas, con el cuerpo semidesnudo, diciéndole a tu familiar el diagnóstico y lo que está por venir.
Te entregan en los pasillos y salas como si fueras un paquete exprés. En la entrada y salida tiene que firmar quien te recibió y quien te entregó.
En el trayecto ves caras conocidas, algunas llegaron contigo, otras ya tienen tiempo en esa cama fría. Ni la edad ni la vanidad importan en esa soledad; se vuelven íntimas unas de otras, se preguntan y se consuelan entre sí.
Por las noches escuchas un llanto silencioso. No sabes exactamente de quién es, sólo que alguna de ellas necesita un abrazo, un “te quiero”, un “no pasa nada”. Por la mañana se miran y se consuelan con las miradas tiernas de todas.
En los pasillos las ves caminando, algunas con la mirada hacia abajo, arrastrando su suero, con la bata entrepuesta. Otras platican como si estuvieran de compras. Todas guardan con exactitud su diagnóstico y los días que les faltan.
Cansadas de que les abran las piernas en cualquier momento para hacerles el “tacto”, las aprietan para no dejar salir el poco pudor que les queda.
La despedida
El momento llegó. Unas “bajan a piso” para “ser intervenidas”, con angustia y esperanza de que todo salga bien. Otras llevan lágrimas porque les quitarán el órgano por donde dieron vida o por el que nunca sabrán lo que es ser madre.
Ves pasar a tus acompañantes, les otorgas el deseo de que salgan pronto y por ahí algún día las encuentres: quizá comprándose un vestido, en el cine con la película más afamada del momento, en el concierto gritando su canción favorita, con el amor de su vida haciéndola sentir con el tacto de sus manos viva. Pero, sobre todo, les deseas ser libres del tacto a través del espejo vaginal.
¡Adiós, guerreras!, creadoras de la vida. Mi estancia terminó en esta casa de suplicio y dolores, donde las únicas dignas de darnos espaldarazos y buenos deseos a nuestra entrepierna somos las que tuvimos deseos de parir o las que en el camino del anhelo, salvamos nuestra procreación.