A la Ciudad de México ya le cuesta trabajo respirar. Es momento de escuchar a los expertos para tomar decisiones audaces.
Desde mediados de marzo del 2016, la Ciudad de México respira veneno. Le duelen sus pulmones, arterias y estómago. La tienen más que postrada en la indolencia; en indiferencia y grillas a las que por décadas ha estado sometida.
La CDMX –pomposa marca nueva–, es como un enfermo crónico. Respira tóxicos y ozono porque su más de 10 millones de habitantes (más otros tantos millones de su área conurbada), emiten toneladas de basura. En sus arterias transitan diariamente más 5 millones de vehículos, no todos libres de partículas y gases nocivos. Se traga los contaminantes de fábricas que no cumplen normas, pero sí pagan jugosas mordidas para evitar clausura.
Está a punto del colapso, porque donde había una casa en la que habitaba una familia; en cosa de dos años se ha convertido en edificio en el que viven al menos 40. Y por si fuera poco, el clima no ayuda. Cada vez tiran más árboles, llueve menos y cuando llueve, atasca coladeras y provoca inundaciones. Efectos, dicen algunos, del cambio climático.
La Ciudad de México echa bocanadas que angustian. Y como siempre: a atender al enfermo crónico con homeopatía, con algún tecito, o con una aspirina. Las medidas emergentes y temporales como el "Hoy No Circula" para todos y en caso más grave “doble Hoy No Circula”, son efectivamente paliativos. Aquí un ejemplo: a pesar de quitar el 40% de los vehículos en fase de contingencia, la calidad del aire se mantuvo de regular a mala. Aquí la página para ver en tiempo real el monitoreo atmosférico.
Pequeña muestra
Basta ir a una estación de metro, metrobús y ver la insuficiencia para transportar a millones de capitalinos. Los empujones son lo de menos: viernes 8 de abril. Metro San Lázaro, 10:00 am. Decenas de personas se arremolinan cerca de los vagones, desesperadas por trasladarse a sus destinos. A esa hora la temperatura en el celular registra 30 grados centígrados. Cuesta trabajo respirar, inquietan niños y bebés. Parece que se cumple lo que las autoridades han ordenado: el desplazamiento más rápido de los vagones. Sólo que hay que esperar 5 "viajes" antes de poder ingresar. Pequeña muestra, pero contundente de que el metro apenas y puede con el paquete.
Segundos pisos y metrobús –que le quitó un carril las calles– no han servido de mucho o ya de poco. Aquí una de las razones. Según un estudio de la UNAM, en 1990 la Zona Metropolitana del Valle de México, tenían un parque vehicular de 2 millones de vehículos. En el 2008 ya estaba por arriba de los 5 millones, así lo reportó La Jornada el 16 de marzo de 2016.
Óscar Espinosa Villarreal, al frente del Departamento del Distrito Federal, (de 1994 a 1997) dijo en una entrevista a Sergio Sarmiento que desde su época, como regente, se había contemplado en un "plan maestro" de la Ciudad de México, la construcción de poco más de 200 kilómetros de metro para ayudar al transporte público; y a evitar la contaminación ambiental. Sólo se construyeron 20 kilómetros. La tristemente famosa Línea Dorada parada por meses por mala construcción y ominosamente costosa. También citó que el subsidio que por años mantuvo el costo de la tarifa del metro, mermó las finanzas y la capacidad de modernizar y construir más metro. Pero a "toro pasado"… o "el hubiera no existe"
Estadísticas
Repartir culpas resumido en "grillas" a estas alturas es lo de menos. Estudios recientes de la Organización Mundial de la Salud revelan que en 2012 murieron 7 millones de personas en todo el mundo por enfermedades relacionadas con la contaminación ambiental. Y no porque en la carta de defunción se escriba "murió por contaminación". El aire cargado de partículas suspendidas y ozono provocan el 40% de las cardiopatías, 40% de las enfermedades cerebrovasculares, 11% de las neumonías, 6% de algunos tipos de cánceres y 3% de enfermedades respiratorias agudas.
Las autoridades de la Ciudad de México reconocen que mil 200 muertes cada año están vinculadas a la contaminación ambiental. La máxima autoridad en materia de salud pone el dedo en la llaga: "la excesiva contaminación atmosférica es a menudo consecuencia de políticas que no son sostenibles en transporte, energías, gestión de desechos, planificación urbana…". También afirma la OMS que si se reducen los niveles de contaminación, desciende la morbilidad y mortalidad.
Habrá que esperar al 30 de junio a ver qué viene para la Ciudad de México. Qué recetas para el enfermo crónico. Cuáles serán las estrategias a largo plazo para controlar la contaminación. Claro, antes se tendrán que sortear la repartición de culpas, la grilla, el pleito por los recursos, vencer, pues el bla, bla, blá entre los responsables de la megalópolis.
Los retos
Mientras esto ocurre, "a río revuelto, ganancia de pescadores". Ahí está el caso de la empresa UBER que subió hasta en 9 veces sus tarifas por la "alta demanda" durante la contingencia ambiental. Habría que recordar el Ensayo sobre la ceguera de José Saramago para ver hasta dónde somos capaces de llegar en caso de una emergencia. (Sale lo mejor y lo peor de los seres humanos) ante las críticas, la empresa por fortuna reculó en lo que algunos llamaron "el mejor ejemplo del funcionamiento de la oferta y la demanda).
Hoy, más urgente que nunca, hay que tomar medidas integrales para el control de la contaminación ambiental. A la Ciudad de México ya le cuesta trabajo respirar. Es momento de escuchar a los expertos para tomar decisiones audaces –frenar la mancha urbana–, ampliar la red de transporte público, suficiente y seguro, ser más estrictos con la verificación vehicular y con los controles ambientales en las fábricas.
Parece que el destino ya alcanzó a este enfermo crónico. La Ciudad de México está respirando veneno. Según la OMS, las ciudades menos contaminadas en el mundo están en Estados Unidos, Canadá, Finlandia, Islandia y Suecia. Las más afectadas están en La India y Pakistán. ¡Gran consuelo!