Mi “dorama” entre la señora Park y la señora Go - Mujer es Más -

Mi “dorama” entre la señora Park y la señora Go

Con mi taza de buen café, una rebanada de pastel mousse de té verde y la especialidad de la casa: el Honey Butter Bread, me sentí por un momento dentro de un dorama.

A principios de abril, la presidenta surcoreana Park Geun-hye estuvo en México. Como resultado de su visita oficial, se firmaron 17 acuerdos de cooperación y se fijó una agenda para la firma de un tratado binacional de libre comercio.

La primera presidenta de Corea del Sur es hija de un exdictador traicionado y asesinado en la década de los 70 y, pese a ello, en 2013 llegó al poder con las promesas −dirigidas especialmente a las clases medias− de reactivar la economía y defender el territorio nacional frente a los enemigos históricos: Japón y Corea del Norte.

Park, de 64 años, es una ingeniera soltera y sin hijos, apodada “la dama de hierro del oriente”, debido a su dura política exterior.

En nuestro país, desde hace una década, cierto grupo de jóvenes ha sucumbido a la cultura K-pop (performance donde confluyen la música, el baile y la moda coreanas). Especialmente las mujeres se han vuelto fanáticas de los doramas (series de 20 o 30 capítulos, equivalentes a nuestras telenovelas), un mundo del que −hasta hace poco− yo no sabía gran cosa.

Hace tiempo que dos jóvenes amigas me insistían en que los viera y en Semana Santa decidí asomarme a ese universo. Sin orden alguno, exploré los títulos disponibles en Netflix y elegí algunos destinados a público adulto. A medida que veía los doramas, me llamaron la atención muchas cosas de la cultura coreana, pero tomé nota de que en las tres series que he visto, hay una problemática recurrente: parejas clasemedieras que discuten o se divorcian a causa del empoderamiento de ellas, protagonistas más decididas, trabajadoras y tenaces que sus maridos. Estos son retratados como hombres que ya no saben cómo conducirse al dejar de ser los principales proveedores de sus hogares.

Pensé que quizá las familias clasemedieras retratadas ahí, con todo y sus lastres aspiracionales, fueron las que llevaron al triunfo presidencial a Park Geun-hye.

A juzgar por la sociedad retratada en el dorama ¡Salvando a la Señor Go! (Go, Mrs. Go!) (que es por mucho mi favorita), el Seúl de hoy lucha por conservar y honrar la cultura tradicional al tiempo que permean las políticas de inclusión.

La serie narra la vida de una ama de casa adinerada de campo, de unos 55 años, que al enviudar de forma repentina debe empezar una nueva vida en Seúl y, tras sortear muchos obstáculos, gracias a su talento como cocinera se convierte en una gran empresaria.

La hija mayor de la señora Go es una exitosa productora de televisión cuyo esposo −escritor y desempleado− asume el papel de ama de casa para cuidar a sus hijos, sin ser denostado por ello en su círculo familiar. También aparece en la serie una joven transexual que debe buscar la aceptación social, especialmente la de su padre exmilitar, un personaje que quizás encarna ese nacionalismo de los coreanos mayores que le dieron el poder a la señora Park.

A lo largo de la serie, que sucede en el barrio turístico, multicultural y bohemio de Itaewon, se observan con detalle aspectos que distinguen a la cultura coreana, como los karaokes y la tecnología cosmética, con énfasis en la gastronomía, por los platillos que va preparando la protagonista, y mi dolcealterego no podía dejar de admirar la piel prolija de las coreanas y desear probar alguno de sus platillos.

Por esa razón, después de la visita de la presidenta surcoreana y de disfrutar los doramas, ya con cierto entendimiento de esta cultura, me fui de tour por el barrio coreano de la Zona Rosa, donde podemos probar el kimchi (col china fermentada), el ramen, y disfrutar del soju (bebida alcohólica de arroz) (Restaurantes Biwon y Nadefo); cantar y tomar hasta el amanecer como los oficinistas de Itaewon (London Karaoke), gastar sin culpa en alta tecnología cosmética y dermatológica (Missha), beber café y morder pastelitos como hacen los enamorados de “Love again” durante una cita de amor (Coffine Gurunaro), admirar y disfrutar la panadería coreana (Baking History), en donde probé la torta de arroz arcoíris (pastel de harina de arroz con capas de colores), llamada Mujigae tteok que la señora Go prepara para celebrar acontecimientos importantes, o hasta cortarnos el pelo “en seco”,  un método diferente en Hair Charisma.

Como pastelera, obviamente mi mayor disfrute fueron los cafés, y de Gurunaru me encantó el ambiente relajado, la oferta rara entre café y vino, deli y pastelería. Esta cafetería con una arquitectura diferente que resalta en la esquina de Florencia y Hamburgo tiene tres pisos, el último con terraza para fumadores y con dos salas privadas para eventos o juntas de trabajo.

Con mi taza de buen café, una rebanada de pastel mousse de té verde y la especialidad de la casa: el Honey Butter Bread (un pan de caja enorme horneado con mantequilla y bañado de caramelo con topping de crema batida) me sentí por un momento dentro de un dorama y soñé con el cutis que voy a lograr luego de ponerme mis mascarillas de granada, flor de loto, té verde y lentejas.

Algún día pisaré esa península que logró llevar a una mujer a su silla presidencial. Mientras eso sucede, haré de esta frase que la señora Go, ya empoderada, pronuncia cuando sus hijos y amigos juzgan sus decisiones  −en cuya identidad femenina confluyen la Corea milenaria y moderna− mi lema personal:  “ Yo también tengo una vida propia“

¡Annyeong haseyo!

 

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