¿Tenemos un nuevo remedio o una enfermedad? - Mujer es Más -

¿Tenemos un nuevo remedio o una enfermedad?

“Sí, soy una niña de 9 años. Pero soy una reportera primero”.

La historia de Hilde Kate Lysiak, una niña de 9 años, originaria de Selinsgrove, Pennsylvania, Estados Unidos; se volvió viral en las últimas semanas por ser una fotografía de nuestra era.

Le sorprenderá saber que existe una niña que ha vivido menos de una década en este mundo, pero tiene perfectamente claro que nació para hacer llegar las noticias a los habitantes de su comunidad. Ella dice: “Sí, soy una niña de 9 años. Pero soy una reportera primero”.

 A mí también me sorprende. Pero no tanto que haya una niña reportera, pues este noble oficio no tiene límites de edad y sé por experiencia propia que se puede llevar en la sangre. Lo que más impacta y emociona es que esta comunicadora innata aproveche bien la era de la tecnología para contar con su propio medio donde publica sus historias de manera puntual, profesional y en formato multimedia. Entre y juzgue usted mismo:

El lado oscuro
Con puras noticias locales, este mes de abril ya contabiliza más de 460 mil visitas de todo el mundo. Una verdadera hazaña existiendo una basta cantidad de opciones de páginas de noticias y blogs informativos.

Esto, sin duda, nos habla de las posibilidades que nos abre la era del internet y las famosas TIC, así como los variados gadgets que nos permiten traer todo lo que un reportero profesional pueda necesitar en un aparato que ocupa, menos espacio que la tradicional libreta.

Sin embargo, su historia también refleja el lado oscuro de las redes sociales. Después de su cobertura de un asesinato que ocurrió a pocas cuadras de su casa, que logró antes que ningún otro medio, las reacciones de sus fieles lectores fueron sorprendentes. Muchos la criticaron, y a sus padres, por dejar de lado las historias agradables y reportar sobre un asunto de una complejidad y seriedad tal como un asesinato. La exhortaron a dejar esos temas a los profesionales y a irse mejor a jugar con muñecas o tomar el té.

Hilde, como buena periodista, contestó a sus detractores que le sorprendía mucho que lo que llamó la atención no era el asesinato en sí, sino que ella, una niña de tan sólo 9 años, estuviera cubriendo este tipo de notas, pues, para ella, es el simple cumplimento de su deber. Dijo acertadamente que dejaría de cubrir asuntos como estos cuando dejaran de suceder cosas semejantes.

La cantidad de comentarios llenos de odio y con duros juicios son el claro ejemplo de cómo las redes sociales pueden ser igual de destructivas que constructivas. Se pueden convertir en escenario de señalamientos y linchamientos sociales como nunca antes se habían visto. El famoso Panóptico que describiera Bentham en el siglo XIX ha tomado dimensiones inimaginables. Con cámaras y dispositivos móviles en las manos de casi, literalmente, todo el mundo, todos somos potenciales objetivos del escrutinio público, dejando en un lugar muy vulnerable a la esfera de lo privado. Y es que el número de suscripciones de telefonía móvil alcanzó casi los 6 mil millones a finales de 2011, lo que representa una penetración del 86.7% a nivel mundial, según estimaciones publicadas por la Unión Internacional de Telecomunicaciones.

Y puede sonar simple en el caso de una niña reportera. Pero actualmente en nuestro país vivimos casos como el de los llamados “Porkys” o el de #LordFerrari, en los cuales la sociedad se siente con la autoridad de esclarecer un delito. ¿Quién dice la verdad? ¿Quién hizo un juicio precipitado? O más grave aún: ¿hasta qué punto las investigaciones judiciales se verán afectadas por los hashtags y los trending topics? O acaso, ¿nos estaremos distrayendo de cosas más importantes por jugar a jueces?

 

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