miércoles 15 octubre, 2025
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COLUMNA INVITADA Los Frankensteins de la sociedad

Por. Andrea Ramírez Valdés

IG: @masha_y_sus_libros

 

Se acerca el estreno de la película Frankenstein de Guillermo del Toro, una de las cintas más esperadas de la temporada. Para tener una imagen fiel de la obra original, me di a la tarea de leer el libro. Al terminarlo, entendí por qué Del Toro se obsesionó con la historia.

Y no, no solo tiene que ver con la construcción magistral de personajes complejos, citas memorables y reflexiones profundas. Su belleza recae en ser el espejo que refleja nuestra sociedad y la construcción de sus miserias. Te cuento.

La obra original fue escrita en 1816 por una joven inglesa, Mary Shelley. Hija de dos famosos filósofos, William Godwin y Mary Wollstonecraft, creció en un ambiente intelectual y de ideas liberales. Esto influiría en su obra magistral, Frankenstein, escrita a sus 18 años de edad y publicada por primera vez en 1818.

Shelley introduce su novela contestando a cómo es que dio a luz a su tenebrosa creación. Narra cómo tras pasar un verano sin verano en Suiza, Shelley y sus amigos se pasaban las veladas leyendo historias de fantasmas. Uno de sus amigos propuso al grupo que escribieran su propia novela de terror, dando así pauta al Prometeo Moderno de Shelley.

¿De qué trata? La autora narra el diario de un aventurero, Robert Walton, que a través de las cartas escritas a su hermana, vislumbra su ambición por llegar al extremo del mundo: el Ártico. En su camino, rodeado de fríos infernales, se encuentra con otro joven, el cual se presenta como Victor Frankenstein.

Agradecido por ser rescatado del desierto glacial, Frankenstein le comparte la obsesión que lo llevó a su desgracia. Con la finalidad de evitar que su nuevo amigo termine igual, le cuenta sobre la creación del abominable monstruo que todos conocemos erróneamente con el nombre de su creador.

Frankenstein, ante su obsesión con la alquimia y las ciencias oscuras, descifra el secreto de la vida. Así es como crea un ser conformado por fragmentos humanos, con conciencia propia, que es arrojado al mundo solo, incomprendido y con bastante necesidad por pertenecer.

Negado por su creador y el resto de la sociedad, la criatura de Frankenstein se ve obligada a buscar respuestas por su cuenta. En ellas, encuentra la cruda verdad de que jamás será aceptado por los humanos. Ello lo lleva a desatar su frustración en actos atroces que lo alejarán de su deseo: dejar de estar sólo.

El resentimiento y la soledad de la criatura no son gratuitos, son originados a raíz de la hostilidad y el rechazo de los demás. Si bien, en un principio sus intenciones son bondadosas y busca auxiliar a los demás, la negación de la sociedad será lo que lo convierta en una amenaza para los demás.

La novela aborda diversos temas, entre los cuales se habla sobre la ética científica, la creación de la vida, las implicaciones de la muerte, al igual que la incógnita de qué nos hace humanos. Sin embargo, un tema central en la obra de Shelley es la creación de los monstruos…literalmente.

La autora proyecta un poderoso mensaje: la sociedad es la generadora de sus monstruos. El miedo a la otredad, la negación de la misma, la resistencia a escuchar y entender lo desconocido, conlleva al excluido a actuar a la defensiva…y atacar. Una máxima maquiavélica que cita la autora resume lo anterior: “Si no puedo inspirar amor, ¡causaré miedo!”

El marginalizar lo que nos incomoda, ignorar aquello que no nos es placentero, siembra los sentimientos suficientes para generar personas propensas al rencor y al odio. El diálogo es descartado como una opción para ellas, porque han perdido la fe ante una humanidad que las ha dejado a su suerte.

¿Cómo esperar que el mundo mejore cuando estamos indispuestos a mejorarnos a nosotros mismos? Optamos por deslindarnos de nuestra responsabilidad, culpando a aquellos que se muestran contrarios a nosotros. Es más fácil ver al mundo en “amigos” y “enemigos” que aceptar la diferencia como parte de nosotros mismos.

Ante problemas complejos no hay soluciones sencillas. Lo que sí hay son propuestas, y en esta novela lo que Shelley nos propone es desarrollar la empatía. Al ser seres sociales necesitamos del afecto para sobrevivir. Así que a la próxima que te enfrentes a una situación donde se niegue al “otro”, te invito a reflexionar en torno a lo que Shelley nos comparte sobre la ingeniería de nuestra propia destrucción.

 


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