Por Marisa Iglesias
Ayer se cumplieron dos años del atentado contra Ciro Gómez Leyva. Dos años ya de que un tipo a bordo de una moto le disparó nueve tiros sin lograr perforar el blindaje de su camioneta. Dos años de que, aturdido y tras comprobar que estaba ileso, entendió como bien pudo que acababa de librar azarosamente, milagrosamente dirían algunos, la suerte negra de tantos otros periodistas en México. Supo también que a partir de ese instante, como lo contó después en algunas entrevistas, lo que seguiría para él sería una suerte de epílogo. El apartado final de su biografía, los apuntes adicionales. Su vida había terminado el 15 de diciembre de 2022 a las 11 de la noche con 10 minutos.
A dos años del atentado la información sigue siendo básicamente la que Ciro sintetiza en su columna 365 días publicada el lunes 9 de diciembre en Excélsior: “Catorce personas de la ‘célula de ejecución’ fueron encarceladas… Cinco hombres acusados de tentativa de homicidio, pidieron el juicio abreviado. Dos no lo han solicitado. El octavo, Armando Escárcega, El Patrón, el jefe de la ‘célula’ declaró por fin el 14 de noviembre”. Como víctima, Ciro tuvo acceso a la declaración y después de leerla aseguró que “no es optimista” en que este personaje, el reclutador, organizador y cabeza del grupo de sicarios, vaya a hacer avanzar la investigación. Al día siguiente otro periodista, Héctor de Mauleón, publicó en El Universal información que este mismo hombre habría dado a la Fiscalía General. Información ruidosa por los nombres y apellidos. Escribe De Mauleón: “Según Armando Escárcega… la orden de llevar a cabo el atentado vino de la cúpula del Cártel Jalisco Nueva Generación… Fue dictada por Nemesio Oseguera “El Mencho” y transmitida por Ricardo Ruiz Velasco, “El Doble R”, un importante jefe de plaza. El hombre que lo contrató por órdenes del Doble R le dijo que Ciro ya los tenía “hasta la verga”. ¿Por qué? Eso no lo declaró El Patrón. Ciro, por su parte, le dijo a Raymundo Riva Palacio, que así lo publicó en su columna de El Financiero el viernes 13 de diciembre: “Jamás dije algo ni presentamos trabajos sobre él”. Raro. “¿Cuál fue la nota o las notas que provocaron la ira de los capos?”, pregunta Héctor De Mauleón. Pregunta simple, elemental, fundamental, pero que no tiene respuesta en la información a la que tuvo acceso. Y sin ella, concluye el periodista, “señalar simplemente al CJNG es una manera cómoda de no llegar a ningún lado”. Tiene razón. Esa sería sin duda la salida fácil. Fue el narco…
El martes 10 Ciro publica en Excélsior un fragmento de No me pudiste matar, el libro que lleva más de un año escribiendo y que, anticipo, será fascinante. El desconcertante texto parecería escrito en clave onírica quizá debido al célebre Negro González Iñárritu : “En una entrevista en torno del estreno de su película Bardo, González Iñárritu afirmó ese diciembre de 2022 que pedirle lógica a un sueño sería traicionarlo, escribe Ciro. “Si la frase va en un sentido correcto, ¿qué da entonces fidelidad a las pesadillas? ¿Lo relatado por El Bart eran invenciones, códigos de supervivencia, desequilibrio, exacerbación destapada por el alcohol y las metanfetaminas? ¿Por estupidez o indolencia -se pregunta Ciro– El Davies, el motociclista que conducía esa noche, terminó salvándome la vida? ¿Por qué El Bart lo mató a cuchilladas si quien debía morir por haber fallado era él, El Bart, a quien le venían a la mente puras pinches loqueras?” En honor a Iñárritu no pidamos lógica. Son cosas en las que Ciro reflexionaba mientras leía Una historia ridícula de Luis Landero en el encierro a semanas del atentado. La duda apuñalándolo entre la verdad y la mentira. ¿Qué creer? ¿Qué dar por bueno? ¿Qué desechar desde la lógica de quien intenta entender una historia resbalosa y sin contornos definidos? Retomo el relato de Ciro. “La terapeuta del estrés postraumático me preguntó si lo despreciaba u odiaba. Por Dios, no. ¿Por qué? Me habría ejecutado limpiamente, un profesional que me habría matado sin humillarme. A tiros, no a puñaladas. Como sea, en el acto o en la vigilia, El Bart falló cuando era importante no hacerlo. Un sicario que mató al motociclista, no al objetivo. Un sicario que fracasó.” Reflexiones de un sobreviviente en los tiempos en que quizá todavía despertaba sobresaltado por las noches. Evocaciones oscuras, medio fantasmales, pero que siembran dudas muy terrenales. ¿Por qué fracasó El Bart, el tirador? ¿Por qué carajos habría fracasado? ¿Habría contratado el poderoso líder máximo del CJNG a un matón que podía fallar? Absurdo pensarlo cuando seguramente dispone de decenas de sicarios entrenados, probados, infalibles. Más preguntas que a dos años del atentado siguen sin respuesta.
El viernes pasado vi a Ciro transmitiendo desde Madrid. Ha dedicado un rato del programa a hablar del atentado. Fiel a sí mismo, no tiene muchas expectativas. Fiel a sí mismo, no hace conjeturas ni elucubraciones ni señalamientos. Fiel a sí mismo, no carga odios ni amarguras ni ánimo de venganza. Fiel a sí mismo, agradece. Evoca con gratitud que Claudia Sheinbaum y Omar Garcia Harfuch, entonces jefa de Gobierno y secretario de Seguridad Ciudadana, fueron las primeras autoridades con quienes habló después del atentado, aquella noche larga y difícil. “Me ofrecieron protección y cumplieron”, recuerda. En el estudio de Grupo Fórmula en CDMX la increíble Miriam Moreno, tremenda reportera de asuntos judiciales, reconoce la eficiencia de las primeras investigaciones a cargo de García Harfuch que dieron rápidamente con los autores materiales del atentado, pero puntual y cabrona como es, ataja el buenondismo recordándole a Ciro que al brindarle seguridad las autoridades solo cumplieron con su deber. “Era su responsabilidad”, le dice. “No se te olvide”. “No se me olvida”, responde Ciro, “pero cuando alguien te acompaña, lo agradeces. Al menos así entiendo yo la vida”.
Una semana antes la presidenta trajo a cuento a Ciro en su conferencia mañanera. Festejaba alguna cifra alegre y se puso a recordarnos cuánto ha mejorado México gracias al humanismo instaurado por la 4T y de cómo eso tiene “enojadísimos a los adversarios”. De la nada, le endilgó a Ciro la etiqueta a propósito de una discusión que tuvo al aire con Epigmenio Ibarra, y que por cierto nada tenía que ver con los “logros” del lópezobradorismo. “Té de tila”, le recomendó Sheinbaum con ironía nada original, “ya estamos entrando en la Navidad”. Joder… Pues té de tila, querido Ciro. Respira. Ommmmm. Después de la gratitud, té de tila y paciencia porque ya eres de nueva cuenta un “adversario”. Ojalá pronto sepamos quién quiso matarte y por qué.