Por. Fernando Coca
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Hoy es un día crucial en la historia de México y los Estados Unidos.
Allá, elegirán presidente y los competidores están empatados en los estados que definen si Donald Trump regresa a la Casa Blanca y cumple sus amenazas en contra de nuestro país o triunfa la primera mujer en la historia de los Estados Unidos y Kamala Harris cumple las advertencias que le ha hecho a nuestro país.
Lo que se vislumbra allá es que habrá conflicto postelectoral si no gana Trump que podría llevar a nuestro vecino a una gran crisis política que repercutirá aquí y no de buena forma.
Pero también en México será un día definitivo y definitorio.
Los 11 integrantes de la Suprema Corte de Justicia de la Nación definirán si la reforma al Poder Judicial pasa tal como lo diseñó el legislador de la 4T o hace un cambio que interfiera en el modelo constitucional con el que vivimos las últimas décadas.
Hasta hoy se prevén ocho votos por no avalar completamente la propuesta de reforma aprobada en el Congreso. Si no hay sorpresas, esos ministros y ministras pondrán el pie a la propuesta de la 4T y cancelarán, por el momento, la elección de jueces y magistrados por la vía del voto popular.
Lo que hagan esas ocho personas definirá el rumbo que tomará el gobierno de la presidente Claudia Sheinbaum para erradicar los vicios que tiene el sistema de impartición de justicia en México. Desde los jueces hasta los ministros hay críticas, casi todas justificadas, de que los letrados están del lado del que tiene recursos para comprar la justicia.
No hay duda de que lo que se resuelva mañana será definitorio para marcar el antes y el después de esa votación para la conformación no sólo de la Corte sino de todo el sistema de justicia del país.
Esta crisis no comenzó, como pudiera pensarse, con la iniciativa que envió a las cámaras legislativas Andrés Manuel López Obrador el pasado 5 de febrero. La crisis en la que está el sistema de justicia inició justo el día en que Vicente Fox, Mariano Azuela y Rafael Macedo de la Concha decidieron llevar al desafuero a López Obrador.
Descarrilar a un líder político con lo que hicieron Fox y Azuela dejó claro que la Corte, o al menos algunos de sus miembros, estaban al servicio de particulares.
Lo que sucederá hoy es el capítulo más álgido de esa crisis. La propuesta política del ministro Juan Luis González Carrancá pretende dar gusto a todos o, como se dice coloquialmente, que cada uno se lleve su golpe.
Sn embargo, la 4T no pretende ceder ni un ápice. Tienen el poder total del sistema y es casi imposible que acepten los términos medios que propone el ministro.
La política no pudo hacer entender a los poderosos de la Corte que meterse en temas político-electorales (el caso de AMLO y su desafuero) reventaría los puentes de la incipiente democracia mexicana.
Peor aún, cuando la Sala Superior de Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación decidió no invalidar la elección presidencial del 2006, profundizó la desconfianza en los jueces mexicanos. Tal vez esos magistrados le habrían dado al Poder Judicial la investidura de un poder garante a todos los mexicanos, pero también prefirieron plegarse al poder.
Los jueces y los políticos decidieron ir juntos en el 2006 y aquí están las consecuencias de usar las leyes y la Constitución para hacer política en contra de un adversario. Hicieron de la Suprema una vil barandilla donde se vende la justicia al mejor postor.