sábado 23 noviembre, 2024
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ABREVADERO DE LETRAS: “El amor marca el destino, Historia de mis ancestras”. Ópera Magna de María Eugenia Riverón

  • “Me gustaría que me recordaran por mi enseñanza”

Por: Cut Domínguez

@cut_dominguez

La vida de María Eugenia Riverón, cuyo primer libro se perfila como éxito en librerías, es tan variada como la de sus antepasadas y su propia charla. Elocuente y cordial, cuenta haberse graduado como Profesora de Educación Primaria, más tarde Licenciada en Administración de Empresas y luego al dejar el trabajo formal, ocuparse de la pintura, el dibujo y la escritura.

Dialogar con quien admira a Laura Esquivel, Ángeles Mastretta, Isabel Allende y Sara Sefchovich, entre otras colegas, la escritora en su confortable casa de la Colonia Popotla, al norte de la Ciudad de México, es ya una experiencia singular. Pues hay una palabra importante en la vida de “Maru”, como le llaman cariñosamente amigos y familiares, que la define de cuerpo entero: Amor.

Y como muestra de ello relata el origen de El amor marca el destino, Historia de mis ancestras. “De niña, me gustaba escuchar las historias de mis antepasados, particularmente los relatos de amor y tuve la inquietud de escribirlos. Eran historias distintas a otras, quizá hasta prohibidas para su época”, dice y se refiere a crónicas contadas por su madre, hermanas de ésta y su tía abuela, que incluyen tres siglos con sucesos importantes de la historia de México: la Batalla del 5 de Mayo (1862), el Porfiriato, La Decena Trágica (1913) y la posrevolución, hasta la época actual.

Un baúl                                                                     

La joya de la corona de cuatro mujeres reacias, indomables

¿Cómo logra Riverón Márquez darle vida nuevamente a Encarnación, tatarabuela; María Natalia, bisabuela; María Luisa, abuela y Conchita, tía abuela? Por azares del destino, relata cómodamente en su diván rojo con vetas negras, tenía en mi poder el baúl de los recuerdos de mis abuelas que heredó mi mamá. Una caja de madera negra, con flores de colores, llena de documentos, fotografías, actas, poemas, partes militares, un telegrama firmado por Porfirio Díaz y testimonios varios. Persistencia es un verbo que va de la mano con ella. “Mi proyecto sumó de dos a tres años, aunque la escritura, con el apoyo de la Filóloga y Profesora de Literatura Ave María Panamá, fueron siete meses”, aclara.

Cuando mi interlocutora alude a quienes la antecedieron, su decir contagia y atrapa. Habla también con brazos, manos y unos oceánicos ojos color avellana de la que es dueña. “Para el momento que vivieron (1900), rompieron esquemas. Entonces, la mujer tenía un rol establecido, se escogía a su pareja y ni siquiera podía enamorarse; pero en el caso de mis ancestras ¡no! Ellas tomaron la decisión con quien casarse, se enamoraron y el amor marcó su vida”, destaca tajante. Uno de estos ejemplos de amor “prohibidos o especiales”, como los califica, fue el de Conchita, su tía abuela, máximo referente, quien defendió su afecto por un cura y aunque éste lucía un cuello clerical no le impidió ser al mismo tiempo médico. “Sí, en la casa de Puebla, cuna de mi linaje, de pequeñas escuchamos que teníamos un bisabuelo cura-médico”, dice.

Da la impresión que María Eugenia Riverón gana todas sus batallas. Se ajusta el ensamble animal print, atigrado y, haciéndola lucir aún más su garbo, explica la razón porque indagar nuestro pasado. Resalta: “Todos queremos saber de dónde venimos, quiénes fueron nuestros antepasados; es mentira decir a mí no me importa. Ahora está la teoría de las constelaciones familiares, que por algo vives en este mundo, lo heredas de tu antecesor y lo que viene después”, acota. Menciona existir un interés en todas las familias por alguien que relate memorias. “A mí me gustaban las de amor, por eso elegí las de mis cuatro ancestras”, subraya.

En este racimo de quereres no podían faltar los grandes amores de la escritora, de modo que señala a Laura Angélica y Marisa, sus dos hijas, una hermana, junto con su esposo y un par de gatos. Admite, eso sí, llevar orgullosamente el estigma de quienes fueron sus predecesoras. Según narra, El amor marca el destino, Historia de mis ancestras, es un homenaje a quienes la antecedieron. Anhela, también, sea un legado familiar, de su casta. Luego indica: “Quiero despertar el interés en las nuevas generaciones, principalmente en las mujeres jóvenes y que conozcan las historias de amor aún siendo del pasado”.

Sea como sea, es firme, conmovedora y a ratos festiva. En casi dos horas de plática, María Eugenia Riverón es la de siempre y, a la vez, otra María Eugenia Riverón. Dicen los que saben ser la marca de la genialidad; aunque reconoce no haber sido fuerte físicamente para correr o andar en bicicleta, por ejemplo. Asimismo, expresa su deseo de cambiar algo de su personalidad. “Si pudiera, sería más tranquila, porque soy muy estricta; debo aceptar a la gente como es”, declara.

Concluye el diálogo con el tema central del texto. “El amor es la fuerza que mueve al mundo y a todos los demás sentimientos”. Sostiene que es un afecto intenso hacia otra persona, marcando la vida y la felicidad. “Cuando tienes a quien querer y hay quien te quiera, entonces eres feliz”, remata.

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