Por. Elena Chávez
Son muchos los argumentos que tengo para decirles públicamente que votaré por Xóchitl Gálvez en la elección presidencial de junio próximo, no solamente por cuestión de género, que es importante, sino porque es la luz entre las tinieblas en las que Andrés Manuel López Obrador tiene sumido a México.
Ante la situación de peligro en la cual se encuentra de nuevo nuestra patria, queda atrás eso de que “el voto es secreto”, libre sí, pero ya no de sigilo porque debemos motivar a otros, a los indecisos, a salir masivamente a las urnas a votar por esta mujer que está enfrentando una elección de Estado cruel, descarada, abusiva. Xóchitl Gálvez no está compitiendo con la candidata del sistema, Claudia Sheinbaum, su contendiente es el presidente de este país que busca imponer a su leal servidora para asegurar la impunidad que necesita para no pagar los delitos cometidos durante estos cinco largos años en los que hemos padecido de todo.
Yo no creo en las coincidencias, creo en los mensajes de la vida. Xóchitl Gálvez estaba destinada a ser la candidata presidencial de la sociedad civil por la que estamos luchando, cada cual desde su trinchera, para terminar con esta era de la llamada cuarta transformación, así en chiquita, que tanto ha lastimado a nuestro país con las decisiones y acciones de un hombre perverso, vengativo, acomplejado y rencoroso.
Gálvez aceptó el reto no sin saber lo que se le venía encima. No la conozco personalmente, sin embargo, he seguido su trayectoria política y puedo asegurar que es una mujer inteligente, sensible, segura y fuerte para soportar las denostaciones e, incluso, los riesgos que conlleva ser la competidora de López Obrador.
Xóchitl, la de origen indígena, la que por el momento ha dejado la bicicleta para irse a recorrer el país, necesita de la estructura del PRI, PAN y PRD, de la generosidad, veremos si la tienen, de los líderes políticos para ponerla por encima de sus intereses partidistas porque es la única que puede sacar a México de la oscuridad y enviar a los demonios disfrazados de ángeles al infierno de donde salieron para dividir a los mexicanos que hoy, tristemente, nos odiamos porque así lo decidió el inquilino de Palacio Nacional.
Xóchitl también necesita de la creatividad de los mexicanos que estamos codo a codo luchando para rescatar a nuestro México de las garras del narcotráfico, impulsado y abrazado por el señor que inventó un show llamado “la mañanera”. No podemos estar detrás de ella, debemos ir delante para darla a conocer a quienes no la conocen en este país maravilloso que llora a sus hijos muertos y desaparecidos, que no duerme ante las constante masacres y sufre ante el descarado saqueo y destrucción de sus instituciones.
Hoy más que nunca, Xóchitl Gálvez requiere sentirse arropada y abrazada por todos nosotros, por las y los mexicanos que estamos dejando sobre sus hombros la responsabilidad de enfrentar a un tirano. Las críticas debemos encausarlas hacia quien nos ha dañado, hacia quien promete, con todo el aparato del gobierno, no solo darle continuidad a la destrucción, sino echar un segundo piso para que los delincuentes de cuello blanco y criminales de todo tipo circulen libremente y hasta legislen para concretar la dictadura que ya inició López Obrador.
Yo voy a votar por Xóchitl Gálvez porque amo a mi país, porque deseo la unión y solidaridad que nos caracterizaba y nos hacía sentirnos orgullosos fuera de nuestras fronteras; porque quiero que mis sobrinos y los jóvenes de este país vivan seguros, sin miedo; porque los enfermos tengan a su alcance los medicamentos para vivir, porque las mujeres no sean asesinadas; porque los adultos mayores tengan una seguridad social justa; porque nuestro medio ambiente no sea reducido; porque nuestros animales sean visibles…porque México sea libre.
Yo ya decidí. Como ciudadana y mexicana pediré, a donde quiera que mi trabajo me lleve, voten por Xóchitl, porque votar por ella es salvar a nuestra patria.
