sábado 23 noviembre, 2024
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COLUMNAS GILDA MELGAR

«DOLCE ÁLTER EGO» El síndrome de la buena esperanza y cómo traspasar el “blue monday”

Por. Gilda Melgar

Comenzar un Año Nuevo siempre es sinónimo de ilusión. Los minutos iniciales del 1 de enero abrazamos a los nuestros deseándoles un mejor año y entre todos caemos en el “síndrome de la buena esperanza”.

Nos entusiasma la idea de ahora sí, por fin, alcanzar nuestras metas. Nos imaginamos con 5 kilos de menos o con una nueva casa y hasta viajando en verano a las islas griegas. Pero la verdad es que, pasadas las fiestas y tras el regreso a la cotidianidad, la ilusión decrece hasta que llega el día más triste del año (o el blue monday) que este 2023 será el próximo lunes 16 de enero cuando todo volverá ser como antes.

Y es que es en el tercer lunes del Año Nuevo cuando caemos en cuenta de que “no basta con querer” una vida nueva, porque en realidad hay que trabajar por ella. Bajar de peso implica sacrificios, y adquirir bienes o viajar, ahorrar.

De acuerdo con Richard Wiseman, profesor de psicología en la Universidad de Hertfordshire, no nos tomamos en serio los buenos propósitos porque pensamos que tenemos menos del 50 por cierto de probabilidades de conseguirlos y nos decimos “para qué si no lo voy a lograr”.

Pero como bien diría mi admirada terapeuta argentina, Virginia Gawel: “Una persona que no tiene ilusiones es incapaz de ser feliz en la vida” y, seguramente es por ello que, cada año, caemos en el síndrome de la buena esperanza.

Entones, ¿cómo le hacemos para que el maldito blue monday no apague nuestras ilusiones?

Según otra de mis terapeutas favoritas, la española Marian Rojas Estapé, Sin importar si nuestra meta es grande o chica, lo más importante es aterrizarla con pasos pequeños y concretos.

Por ejemplo, antes de la pandemia uno de mis propósitos fue dejar de tener gastos hormiga con el café de la mañana. Así que me hice de un buen termo y desde el 2018 , cada mañana y religiosamente me tomo un tiempo para prepara café y llevarlo a mi oficina. Ahora mi ilusión es tener lindos termos. Es un ejemplo burdo, pero así funcionan las cosas y todo está relacionado con el esfuerzo, en mi caso, el de preparar el café .

Además de los pasos pequeños y concretos, Marian dice que está comprobado que es más fácil conseguir los deseos si se comparten o se hacen con otros. Y esto aplica en los propósitos de salud física. Es más fácil ejercitarse en grupo que a solas.

Otra recomendación es la de publicitar los deseos. Si decimos en voz alta nuestros propósitos nos sentiremos más comprometidos a lograrlos.

Y, claro, mientras más grande es el esfuerzo, más grande será la satisfacción porque a los simples mortales no nos caen las cosas del cielo. Sin embargo, la mayoría de las veces preferimos lo mediocre, porque lo excelente requiere esfuerzo o disciplina, y no somos un país de excelencia.

De acuerdo con la cultura japonesa, todos tenemos un “ikigai” o “propósito de vida” que nos hace levantarnos cada mañana. Lo interesante de este concepto es que la realización se alcanza cuando hacemos cosas que van más allá de lo que nos gusta o apasiona. Veamos, a mi me encantan los postres, sin embargo, siento una gran satisfacción cuando logro no comer nada de pan o galletas de lunes a viernes porque soy consiente de mi peso y estar saludable es una condición sine qua non de mi ikigai .

Por ende, la sensación de conseguir lo que nos proponemos genera un bien tan indescriptible que el esfuerzo o sacrificio pasan a un segundo plano.

Ahora bien, desistir de los propósitos no siempre es sinónimo de fracaso porque a veces no nos queda más que “recalcular la ruta”. Y es que obsesionarnos con una meta difícil de conseguir sencillamente nos impide valorar lo que sí podemos hacer.

Lo importante es comenzar aquí y ahora. No se trata de tener o no tener ganas. Para el propósito, las ganas no son importantes, mientras que la voluntad si.

Mi deseo es que tu síndrome de buena esperanza trascienda el lunes más triste del año.

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