domingo 24 noviembre, 2024
Mujer es Más –
SARAÍ AGUILAR

«EL ARCÓN DE HIPATIA»: La oportunidad de Marcelino

Marcelino Perelló Valls, exlíder del Movimiento Estudiantil de 1968, usó los micrófonos de Radio UNAM para opinar sobre la violación a Dafne por parte de Los Porkys y sobre el caso de Tamara de Anda, quien denunció a un taxista por llamarla “guapa”. Sus comentarios desataron severas críticas en redes sociales contra él mismo y la emisora universitaria.

Radio UNAM anunció la cancelación del programa “Sentido Contrario”, que conducía Perelló, por difundir una postura misógina que “atenta” contra el espíritu de esa estación y de la institución académica, “al normalizar la violencia y oponerse al concepto de equidad e igualdad de género”.

La estación expuso en un comunicado que Perelló Vals minimizó los casos documentados de abusos y agresiones sexuales en contra de las mujeres mexicanas, al asegurar que “si no hay verga, no hay violación”. Como si esto no fuese suficiente, agregó: “tampoco eso de que te metan los dedos es para hacer un desmadre estrepitoso” y concluyó: “Incluso por la violación, no hay por qué desgarrarse las vestiduras. Si les gusta, ¡no te hagas pendeja! Hay mujeres que solo han sentido un orgasmo cuando son violadas”.

El hecho de que Radio UNAM hubiese decidido cancelar el programa, fue aplaudido por la mayoría. Pero una pequeña minoría, casi compuesta en su totalidad por amigos de Marcelino, abogó en su defensa. Argumentaron que quienes lo conocen saben que es buena persona, intelectual de trayectoria que solo incurrió en un exceso verbal con fines de provocación. Tal vez, se sugería, deberíamos de ser capaces de entender su sentido del humor.

Este argumento me recordó a South Park, la serie animada creada hace 20 años y que probablemente es el programa de televisión con el humor más excesivo, procaz, escatológico, machista, misógino (aunque también misántropo), racista (y también antirracista), xenófobo (su opuesto) y vulgar, que por lo mismo es muy difícil de digerir para una gran audiencia (yo misma no he sido capaz de soportar un capítulo completo, aunque reconozco que varias de sus bromas tienen un trasfondo brillante). 

Al igual que como puede alegarse en el caso de Marcelino, los chistes de South Park circulan en un medio de comunicación de alcance restringido, con un público reducido en número, y quienes lo ven saben lo que ven y no les espanta ni les escandaliza. Pero hay una diferencia esencial: en lo que he podido atestiguar y basada en la opinión de mis amigos que son fans, South Park es un programa bastante bien documentado e informado, riguroso en detallar las causas de por qué se burla y equilibrado (hasta donde esta palabra puede ser válida) en el objeto de sus burlas. Por eso le puede pegar con igual sorna a Donald Trump que a Michael Moore.

En cambio, la procacidad mostrada por Marcelino es representativa del más burdo pensamiento machista. Y de paso reveló su ignorancia, pues su postura sobre el delito de violación reveló desconocimiento de la legislación actual y de cómo ésta evolucionó para ampliar el concepto de violación, para, como él mismo dijo, castigar la “violación a la dignidad” aun sin haber penetración con un pene o eyaculación.

En todo caso, la burla de esta serie televisiva busca denunciar a través de lo grotesco, una expresión satírica que conlleva la lección moral y la reflexión. Por el contrario, Marcelino utilizó ese recurso para justificar su propia posición. Con todo y sus excesos, South Park es el más fiel espejo de lo peor del pueblo estadounidense, incluso del políticamente más correcto. En sentido inverso, el caso de Marcelino expuso cómo hasta una élite intelectual no puede escapar a prejuicios con décadas de incubación.

Mientras se escribía esta columna, miembros de la comunidad estudiantil y de las redes sociales buscaban a manera de sanción que Marcelino fuese retirado de su planta de catedrático en la UNAM. Espero que no lo hagan. Si bien nadie puede negarle a Marcelino el derecho a ejercer su libertad de expresión para decir las estupideces que guste –y a la UNAM el de no permitirle el usar sus micrófonos para ello–, no debemos negarle a Marcelino la oportunidad –tal vez la última– de aprender. De poder despojarse de esos viejos prejuicios y misoginia a través de la confrontación y debate en el espacio social y holístico que es el aula.  

Es hora que la UNAM y sus alumnos demuestren que sus espacios pueden transformar incluso lo más rancio de ese machismo acendrado de algunos de los miembros de su comunidad. No permitan que alguien que pertenece a su comunidad se retire de ella sin cambio y siga reproduciendo esos paradigmas machistas. No le nieguen la oportunidad de aprender, de vencer su ignorancia. Es la oportunidad para Marcelino.

“Cuando yo era joven, había una diferencia importante entre ser famoso y estar en la boca de todos. Muchos querían ser famosos por ser el mejor deportista o la mejor bailarina, pero a nadie le gustaba estar en la boca de todos. En el futuro, esta diferencia ya no existirá: con tal de que alguien nos mire y hable de nosotros, estaremos dispuestos a todo”, (Umberto Eco).  

Saraí Aguilar | @saraiarriozola Es coordinadora del Departamento de Artes y Humanidades del Centro de Investigación y Desarrollo de Educación Bilingüe en Monterrey, Nuevo León. Maestra en Artes con especialidad en Difusión Cultural y doctora en Educación. 

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