🖊 Octavio Gómez Jiménez
Si algo ha hecho a la humana la especie más exitosa en la naturaleza, es su poder adaptativo, el cual pasa por su gran capacidad de aprender de la experiencia y transmitir ese aprendizaje a las siguientes generaciones. Cada crisis que ha enfrentado la ha convertido en un impulso para el desarrollo de nuevas tecnologías, técnicas, hábitos y esquemas de pensamiento. Se trate de guerras, cataclismos o desastres sanitarios, la humanidad se las arregla para sacarle provecho de algún modo, y su historia puede mapaearse siguiendo estos puntos trágicos de inflexión.
Recordemos la crisis del AH1N1, y la manera en que modificó nuestros hábitos de higiene. Antes de ella, sólo en sueños podíamos encontrar gel antibacterial en una taquería, o ver a alguien cubrirse el estornudo con la flexura del codo. Hoy, ante la contingencia del COVID-19, seguramente veremos algunos cambios sociales, de los cuales, al menos algunos podemos prever.
Posiblemente haya escuchado el término teletrabajo (TT). A partir del desarrollo de la Internet, los dispositivos inteligentes, las videoconferencias y las nubes de datos, cada vez es menos necesaria la presencia in situ de la fuerza laboral, y muchas compañías en el mundo están permitiendo a su personal, o al menos parte de él, desempeñar sus funciones sin acudir al centro laboral.
Las primeras en echar a andar programas de TT han sido las grandes corporaciones. Según el informe de Flexjobs.com, sólo en EEUU las empresas ahorraron más de 44 millardos de dólares gracias a sus 4 millones de teletrabajadores. Entre las ventajas apreciadas está la autonomía del trabajador, que le permite organizar su tiempo y conciliar mejor su vida laboral con la familiar. El ahorro en desplazamientos, que no sólo se da en términos temporales, sino también económicos, e incluso ecológicos, sería un bálsamo para grandes ciudades como la CDMX. La opinión del trabajador acerca de la empresa mejora, así como la productividad, al tiempo que los gastos en infraestructura decrecen. Asimismo, permite integrar a personas con discapacidad, lo cual podría ser una fuente insospechada de captación de talento hasta hoy marginado del mercado laboral.
Al margen de sus desventajas, que seguro las tendrá, el TT se presenta hoy como una opción social bastante atractiva, y la situación actual podría ser una magnífica oportunidad para explorarla e incorporarla en la reconfiguración cultural que se avecina.