sábado 23 noviembre, 2024
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«POLÍTICA DE LO COTIDIANO» La violencia de género y las otras violencias: el caso CONAFE

 

Esta semana, Rosa Magdalena Aguilar, excolaboradora directa del Director de la CONAFE, Cuauhtémoc Sánchez Osio, acusó ante los medios a dicho director de hostigamiento laboral sufrido en los cinco meses que trabajó en ese organismo en el presente año, habiendo presentado las denuncias formales ante la CNDH, la Secretaría de la Función Pública, la Secretaría de Educación Pública y la CONAPRED. Baso mi comentario en las entrevistas radiofónicas que tanto Rosa Aguilar como el Director de CONAFE ofrecieron por separado en el programa Por la mañana de Ciro Gómez Leyva el lunes 25 y el miércoles 27 de noviembre, respectivamente.

Rosa Aguilar señala el proceso en que fue conociendo como trabajadora el clima hostil que el Director genera entre sus empleados, subrayando un episodio particular -el que derrama la gota del vaso- en el que su jefe grita, insulta y descalifica su trabajo, además de realizar actos intimidatorios como arrojar objetos o dar golpes en la mesa. Pero tanto ella como otras denuncias mencionadas refieren una conducta sistemática y no solo un episodio aislado.

A pesar de que el conductor del programa afirmó que las declaraciones de Rosa Aguilar eran “durísimas”, imagino a tantas y tantos radioescuchas oír el testimonio y pensar con resignación o asombro de que sea “nota” una situación que describe escenas comunes en nuestras áreas de trabajo. Pero justamente ahí reside la gravedad de este asunto, que de tan cotidiano y común se piense que es “natural” o “normal” que esto suceda todos los días y que a tantas y tantos trabajadores no les quede más que aguantarse estas violencias y los graves efectos que tiene para la salud y el bienestar de quien lo sufre.

Está tan normalizada esta violencia laboral, este maltrato de las y los jefes, justificado como “exigencia”, “eficiencia” o “autoridad”, que este jefe violento asiste al programa mencionado a “defenderse” con los típicos argumentos de las personas que ejercen violencia: primero sin reconocer su violencia, luego justificando las acciones que pudieran “interpretarse” como violencia y luego tachando de mentirosa a la persona que acusa.

Veamos las estrategias de la defensa de Sánchez Osio:

1: Descalificar a quien acusa: por no contar con una carrera universitaria; por tardarse en denunciar; por su “contradicción” de departir en reuniones sociales y al mismo tiempo denunciarlo. Como bien le dijo la reportera Miriam Moreno “¿qué tiene que ver?”

2: Minimizar: “Solo fue un incidente en cinco meses”. Aunque se trate de solo un incidente, es necesario entender la complejidad de la atmósfera hostil y violenta cuando un jefe, debido a su prepotencia y maltrato, intimida permanentemente con su actitud al personal; no tiene que insultar, gritar o aventar objetos diariamente, incluso puede portarse a veces “buena onda”, basta con la amenaza de que puede explotar e irse contra alguien en cualquier momento para que exista un clima de terror. 

3. Negar: “No ejercí violencia, solo se trató de una ‘severa corrección’”. Las personas violentas confunden la exigencia con el maltrato. Por tanto se solazan como jefes de infundir miedo, creen que eso los hace buenos jefes.

4. Justificar: Como hizo mal un trabajo, “yo así corrijo”, “a ella no le gustó”. No, nada justifica la violencia. No se trata de sensibilidad o un gusto particular de Rosa, como si a otros les gustara. Es violencia y maltrato. La diferencia es que Rosa denunció.

Es histórica y políticamente fundamental reconocer la violencia de género o la violencia hacia las mujeres que se ejerce hacia éstas por la desigualdad y desventaja social de las mismas. Sin embargo, en ocasiones el foco en esta bandera ha impedido ver todas las otras violencias que rodean a la violencia de género y que al final están todas relacionadas. La violencia laboral es una de ellas. Las violencias tienen en común el abuso del poder y el grave daño que causan, entre otras características. Uno de los factores que favorecen la invisibilización de la violencia laboral es la normalización de una cultura autoritaria que justifica el maltrato de los jefes como forma primitiva de imponer autoridad. Autoritarismo no es liderazgo, ni eficiencia, es abuso de poder y si empezamos a sumarnos a Rosa Aguilar, iremos reconociendo que es un delito que atenta contra nuestro derecho a vivir en ambientes libres de violencia y que se debe denunciar.

 

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