En Latinoamérica, México ocupa el primer lugar en sobrepeso y obesidad, y a nivel mundial está entre los primeros lugares en población infantil.
El deterioro de nuestros hábitos alimenticios ha generado muchos kilos de más y estos han provocado un creciente número de muertes por enfermedades asociadas a este problema de salud pública: diabetes, cáncer de estómago, colon y mama; enfermedades cardiovasculares, hipertensión arterial y muchos males más, hasta los emocionales, entre otros.
En la población infantil, el problema es aún más grave.
Según la Organización Mundial de la Salud, OMS, en 2025, 70 millones de niños menores de cinco años tendrán sobrepeso o serán obesos.
Actualmente en México, uno de cada tres niños y adolescentes tiene sobrepeso u obesidad y de siete de cada 10 adultos sufren de sobrepeso.
Diversos alimentos chatarra, con alto nivel calórico, de azucares añadidos, sodio y grasas saturadas, le han ganado la batalla a los alimentos frescos y preparados en casa.
Desde 2014, en México es obligatorio poner en los productos que compramos, la guía nutricional que indica qué es lo que nos vamos a comer, pero que para la mayoría de los consumidores es incomprensible, porque la información no es sencilla, ni entendible ni útil.
Hace unos días, la Organización Mundial de la Salud, la UNICEF y la Organización Panamericana de la Salud, recomendaron que el “etiquetado frontal” en alimentos procesados en México debe proporcionar información clara, directa, visible y de fácil entendimiento, no solo para los adultos, sino también para los niños, porque de lo contrario, será contraproducente.
La más reciente Encuesta Nacional de Salud y Nutrición señala que ocho de cada 10 consumidores no tiene ni idea de las calorías que requiere comer diariamente.
Ante esta epidemia de sobrepeso y obesidad que padece México, urge legislar para que la industria alimenticia sea corresponsable en la protección de la salud de los consumidores.
Hace tres meses, en julio, la Comisión de Salud de la Cámara de Diputados aprobó el dictamen que reforma diversos artículos de la Ley General de Salud en materia de sobrepeso, obesidad y etiquetado de alimentos y bebidas no alcohólicas.
La modificación a la Ley establece que el “etiquetado frontal” de advertencia deberá ser separado a la información nutrimental, para prevenir a los consumidores de manera rápida y sencilla, cuáles alimentos son altos en azúcares, en calorías, en grasas saturadas y en sodio, por ejemplo.
Por lo pronto ya se anunció que a principios de octubre la Ley se discutirá ante el pleno de la Cámara de Diputados.
Y es que el horno no está para bollos, el problema de malnutrición, sobrepeso y obesidad que hay en el país, obliga a que la población sepa lo que consume y qué puede ser riesgoso para su salud.
Autoridades de salud aseguran que en otros países el etiquetado de fácil compresión ha provocado la disminución de por lo menos un 20 por ciento en el consumo de productos que advierten riesgos para la salud.
Evidentemente en México, el “etiquetado frontal” no será la panacea, ni será suficiente para revertir el problema. Evitar el sedentarismo y fomentar los buenos hábitos alimenticios, serán el complemento para enfrentar la epidemia.
Hoy, el 45 por ciento de las muertes en México son por diabetes, problemas cardiovasculares y obesidad.
La solución no está en la industria alimenticia, pero si, un etiquetado que garantice información accesible y elimine la confusión a la que casi todos nos enfrentamos a la hora de comprar, nos hará pensar dos veces si lo consumimos o no.
