viernes 22 noviembre, 2024
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BORIS BERENZON GORN COLUMNAS BLOGS

«RIZANDO EL RIZO» El apartheid de Trump

 

“Lo preocupante no es la perversidad de los malvados sino la indiferencia de los buenos”.

Martin Luther King

Desde su surgimiento, el discurso de odio de Donald J. Trump dejó claro que sería una amenaza que marcaría de forma negativa el destino de la sociedad estadounidense. Todavía no era ni siquiera presidente y los efectos de su xenofobia difundida a los cuatro vientos ya se antojaban irreversibles. El racismo había existido siempre, con consecuencias brutales, pero ahora había un ente político legitimado que lo respaldaba e incluso lo incentivaba. “De nuevo aparecía el huevo de la serpiente”; las comparaciones surgieron al momento: lo que el entonces candidato a la presidencia por el Partido Republicano parecía añorar era el regreso de las épocas que más habían lastimado a la humanidad. A tres años de su llegada a la Casa Blanca, los guiños de Trump a las eras de florecimiento del racismo han dejado de ser sutiles para convertirse en políticas inhumanas que están poniendo en peligro la integridad de miles de personas. 

Lo dijo la presidente de la Cámara de Representantes de los Estados Unidos, Nancy Pelosi, en relación con las recientes y polémicas declaraciones de Trump a través de Twitter: el presidente reafirma con cada acción que “su plan de ‘hacer América grande otra vez’ siempre se ha tratado en realidad de hacer América blanca otra vez”. Hace unos días, como mencionamos aquí, Donald Trump se lanzó en contra de un grupo de congresistas conocido como “El Escuadrón”. Se trata de cuatro legisladoras que, desde su espacio de toma de decisiones, han criticado constantemente las políticas migratorias inhumanas del mandatario. Evidentemente, las cuatro son ciudadanas estadounidenses; de otro modo, no podrían encontrarse en el espacio legislativo en el que se encuentran. El mandatario, sin embargo, habló de ellas como si fueran extranjeras transgrediendo la soberanía de los EE. UU. ¿La razón? Las cuatro mujeres son personas de color. 

Trump escribió a través de Twitter que las legisladoras deberían “regresar” al país “del que vinieron”, cuando lo cierto es que no “vinieron” de ninguna parte. Alexandria Ocasio-Cortez, Ilhan Omar, Ayanna Pressley y Rashida Tlaib fueron las congresistas aludidas por su postura en favor de los derechos de los migrantes. Todas, salvo una, nacieron en los EE. UU.; Omar llegó a los 17 años, siendo ahora legalmente una ciudadana de ese país. El ataque se debía, en primera instancia, al disenso que Trump es incapaz de tolerar. Todo quien no opine como él es, cuando menos, tachado de emisor de fake news. Por el otro lado, lo que Trump deja ver con estos mensajes es un racismo cada vez más marcado. 

Al decirle a una ciudadana estadounidense, sólo por su color de piel, que no pertenece a ese país, lo que Trump quiere decir es que no pertenece a esa nación distópica con la que su cabeza sueña, en la que las personas tienen derechos políticos o libertad de expresión sólo si son blancas. No importa dónde hayan nacido, no importa quiénes sean sus padres, el punto para él es que no son blancas, eso es lo que más le molesta. Pensar en el apartheid y en los nazis no es una exageración; comparten con él la misma ideología dañina.

Sus defensores podrían pensar que estas declaraciones son sólo un ejercicio más de la libertad de expresión del presidente de los Estados Unidos. Nada más erróneo porque, para empezar, Trump está promoviendo el odio, no sólo diciendo su inocente opinión. Por otro lado, esta postura viene acompañada de una política migratoria que funciona bajo la misma lógica. Los centros de detención en las fronteras que el mundo ha visto operar, donde las personas migrantes son tratadas como si no tuvieran ningún valor y donde son separadas de sus hijos, son la clara muestra de que las palabras del magnate no son inofensivas. 

La cosa no para ahí, porque el gobierno de Trump no sólo está criminalizando a los migrantes, sino a básicamente cualquier persona con ascendencia latinoamericana. Así lo demostró el caso de Francisco Erwin Galicia, ciudadano estadounidense que pasó más de tres semanas bajo arresto simplemente por descender de padres mexicanos. El joven, originario de Texas, fue detenido en junio por la patrulla fronteriza de los EE. UU. Su hermano, menor de edad y nacido en México, fue deportado, mientras que Francisco fue privado de su libertad a pesar de tener en regla todos los papeles que acreditaban su ciudadanía; no le permitieron ni siquiera llamar a su familia. Aunque su abogada certificó su nacimiento y demás documentos, no logró que se le liberara de inmediato. 

Después de casi un mes de incertidumbre, su abogada, Claudia Galán, anunció que Galicia había sido puesto en libertad. “Sin embargo, no debemos olvidar que un estudiante de secundaria ciudadano de EE. UU.  estuvo detenido más de tres semanas bajo la suposición de que era indocumentado. Las prácticas de la CBP y el ICE necesitan supervisión. Hay que hacerlos responsables de las numerosas detenciones y deportaciones erróneas de ciudadanos de EE. UU. y de su sesgo racial”, añadió. 

El caso de Francisco es un ejemplo entre miles de las prácticas racistas y discriminatorias que el gobierno de Trump está efectuando en contra de sus propios ciudadanos. Claramente, la persecución no se enfoca en los papeles ni en el estado migratorio, difícil de distinguir a simple vista, sino en el color de piel y en la apariencia de la gente. Trump está colocando una diana en las personas de ascendencia latina, invocando lo peor de la historia de la humanidad, etapas que creíamos ya superadas. ¿Hasta dónde nos toca revisar este tema? ¿Se refrendarán en 2020 estas prácticas inhumanas?  

Manchamanteles

Que “no quería ser una más”. Cuando recobró el conocimiento Monserrat Serralde explicó como prefirió lanzarse del taxi en movimiento cuando el conductor la asaltó y se desvió de su destino, arriesgando su vida y con la única intención de salvarse, de no terminar como muchas otras chicas a quienes el feminicidio ha dejado sin voz en la simpleza de la cotidianeidad, al tomar un taxi, al regresar a casa, al caminar por la calle para conseguir algún insumo, al pedir a su pareja respeto. Monserrat se dio cuenta de que la seguridad era algo mucho más profundo, algo conectado con la dignidad. La suya es una historia que alivia, pero de ninguna manera tiene un final feliz. El miedo con que Monserrat vivirá y las cosas que hará para sentirse a salvo, lo atraviesan a todas las mujeres de este país, de esta ciudad, mujeres que han aprendido prácticas de defensa y protección a veces tan absurdas como vestir pantalones en vez de faldas o no viajar solas a altas horas de la noche; como si en ellas recayera la obligación de mantenerse intactas y con vida, como si fueran ellas las responsables de no poder escapar a sus agresores. Monserrat no quería ser una más, pero no debe serlo ni ella ni ninguna. No toleremos más la violencia de género, es preciso extirparla en todas sus vertientes, todos somos responsables. El valor de Monserrat lo han tenido muchas mujeres, pero desgraciadamente, algunas no han sobrevivido.

Narciso el Obsceno

¿Tóxico? La vulgarización de los estudios en torno a la psique a la par de la falta de apoyo a lo que se ha llamado “salud mental” concepto que la psiquiatría lanzo en 1961 desde la propuesta de “Mental Health” o “Mental Illness” ha convocado a re/pensar desde muchos lugares como refundar una de las más grandes pandemias actuales. Recientemente se propone que existen ambientes tóxicos para la interacción social frente a la posibilidad de “desneurotizar las relaciones”, temas a los que sin duda regresaremos. Lo cierto es que, para todos el narcisismo, sigue siendo uno de los temas preponderantes en la descomposición del sujeto y sus relaciones sociales. Ejemplo inmediato es la vocación profesional o el trabajo. muchos estudios coinciden en que los narcisistas en sus acciones profesionales u oficios carcomen la creatividad, la iniciativa, el equipo y hasta la más escueta actividad laboral.  La idea de lo tóxico mal leída esconde una suerte de otro narcisismo ese que divide el mundo desde la normalidad y a la normalidad, ¿ pero quien elige a los normales? 

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