Mujer, adolescente, estudiante, indígena. Aideé Mendoza, otra víctima de la violencia. Una bala perdida le robó la vida.
Apenas 18 años y así, de la nada, se esfumaron sueños, ilusiones, viajes, prácticas y becas estudiantiles, noches de amigas escuchando One Direction y tardes de biblioteca.
Tomaba un lápiz entre sus dedos, miraba el pizarrón, resolvía una ecuación o le explicaban las reglas de una diferencial. Quizás pensaba en la próxima escaramuza de los boys scouts. No lo sabemos. Aún se ignora el origen de la agresión. El salón de clases no fue un lugar seguro.
Más de 100 mil homicidios en México, durante los últimos seis años; 13 mil sólo en el gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador. Seis chicas asesinadas en instalaciones de la UNAM en los últimos cuatro semestres. Pero para sus familiares y amigos, no es sólo un número en la trágica estadística de sangre, violencia y crimen.
A Aideé Mendoza la recuerdan como una chica exploradora, tranquila, aplicada en los estudios, sin novio y decidida en estudiar Ciencias Forenses. Desde luego, en la mejor institución de educación superior de América Latina: en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), donde la muerte la encontró.
Por eso es que en su último adiós, el cuerpo de la joven fue colocado en un ataúd descubierto de color blanco. Encima del féretro, una rosa junto a una pulsera con los colores azul y oro y la leyenda “CCH Oriente”, el Colegio de Ciencias y Humanidades donde estudiaba el sexto semestre.
Hasta el momento, los avances de la investigación indican que fue una bala perdida. Un arma de .9 mm fue el instrumento. El maestro ni los alumnos, que estaban en el salón de clases, dispararon el arma homicida porque todos resultaron negativos a la prueba de rodizonato de sodio. Los peritajes indican que el tiro se hizo a unos 300 metros, incluso pudo ser desde fuera del plantel.
Testigos señalan que un grupo de jóvenes se encontraba afuera del salón. Otros indican que el maestro incurrió en contradicciones y tendría deudas con narcomenudistas. El crimen sigue impune.
La pérdida duele, quema. Es cada vez más profunda, al trascender detalles sobre la dudosa actuación de las autoridades del CCH Oriente. Los familiares acusan que, herida de muerte, Aideé permaneció en la enfermería del plantel universitario sin que se permitiera su traslado a un hospital.
Resulta inexplicable la existencia de un reporte policial interno que refiere una llamada de emergencia a las 3 de la tarde, por lo que personal del ERUM se trasladó al sitio. Sin embargo, una tarjeta informativa de la Procuraduría General de Justicia de la Ciudad de México señala las 4 de la tarde con 45 minutos, como la hora de los hechos.
Aideé Mendoza, sus familiares y amigos, merecen que la UNAM, el gobierno morenista de la Ciudad de México y la procuraduría local le hagan justicia.
Ya no hay pretextos para que la Máxima Casa de Estudios vuelva a ser un espacio seguro, un centro de estudios libre de violencia y fuera del alcance del crimen organizado. Aulas seguras exigen estudiantes, maestros y padres de familia.
La mandataria capitalina, Claudia Sheinbaum, no puede seguir negando la presencia cínica y altanera de los cárteles de la droga, disputando un territorio que ya perdió la autoridad. La gobernabilidad de esta gran ciudad pasa necesaria e irreductiblemente por garantizar la seguridad de los ciudadanos. No hay lugar para demagogia.
Y ya es hora de que la procuradora Ernestina Godoy rinda cuentas de alguna de las carpetas de investigación abiertas. Sin resultados, no hay justicia.
P.D. Apenas estábamos asimilando el caso de Aideé cuando se conoció otro: el de una mujer de 31 años cuyo cadáver fue encontrado en el baño de un hotel de la colonia Nápoles de la Ciudad de México. Se trataba de quien en vida llevaba el nombre de Fatimih Dávila, una modelo que ganó el concurso Miss Universo Uruguay 2006.
En los últimos años se han multiplicado los casos de mujeres extranjeras que llegan a México con promesas de trabajo como modelo pero muchas terminan siendo víctimas de trata y se han presentado algunos en que son asesinadas. Fatimih es una de ellas, una más.