Sor Juana presagió la existencia de hombres necios acusando a la mujer de aquello que ellos mismos provocan.
Las redes sociales han revolucionado la comunicación, pero también otras prácticas como el flirteo y el jugueteo sexual.
Cada vez es más común el uso de dispositivos móviles para el envío de fotografías y videos con contenido sexual, producidos por los propios remitentes. El destinatario suele ser la pareja de quien lo envía o alguna persona con la que ha accedido de manera voluntaria a tener interacción íntima de manera virtual.
México destaca como uno de los países de América Latina donde el llamado sexting es frecuente. De acuerdo con la comisionada presidente del Instituto Nacional de Transparencia, Acceso a la Información y Protección de Datos Personales (INAI), Ximena Puente de la Mora, nuestro país ocupa el primer lugar en América Latina en esta práctica.
Alejándonos de posturas moralistas, este intercambio entre adultos es una práctica más del libre ejercicio de la sexualidad que cualquier persona puede realizar y disfrutar en consenso con el aval de aquellos semejantes con quienes decida hacerlo. La vida íntima es de dominio exclusivo de cada individuo.
No obstante, esta condición de privacidad se ha roto con frecuencia, como lo demuestran recientes trending topic como el de #LadyOxxo. Por lo general, estos casos han estado relacionados con mujeres jóvenes cuyas imágenes (desnudos parciales, totales o fotos sugestivas) han sido filtradas a las redes por sus exparejas, con resultados funestos para las víctimas.
La carga de la culpa suele ponerse sobre quien protagoniza la imagen. Lo tiene merecido, clama la multitud. Parece que la turba grita a lo lejos: “¿quién le manda a desnudarse?”.
Aún recuerdo un caso de sexting filtrado a las redes, en el que una joven había sido expuesta por su expareja y se me consultó qué acciones realizar. Ante mi planteamiento de considerar todo el tiempo a la joven como la víctima, por ser la agredida, recibí un comentario que me dejó helada: “nada puede hacer, ella lo envió por su gusto; que se aguante”. Lo más patético es que la frase provino de una mujer, madre de familia.
Ante estas situaciones, el INAI, PantallasAmigas y representantes de instituciones públicas y privadas lanzaron la campaña “Pensar antes de sextear. 10 Razones para no realizar sexting”, que tiene como fin alertar sobre los riesgos que implica dicha práctica.
No tengo nada en contra de la prevención. De hecho, toda práctica sexual, ya sea real o virtual, tiene que contar con la concientización de los participantes en ella. Lo asombroso es que preferimos educar para evitar generar posibles víctimas a ir tras el verdadero peligro, que son los agresores. Es hora de legislar en serio, de entender que estamos ante actos delictivos, no es un bromista ni despechado sino un delincuente.
Porque en eso se convierte aquel que filtra fragmentos de la intimidad que le fue compartida en exclusiva y en confianza por alguien más: en un agresor sexual. Y como tal, debe ser procesado. No obstante, para la Secretaría de Seguridad Pública de la Ciudad de México, el problema radica en la imprudencia por parte de la mujer. O al menos eso sugieren varios tuits publicados este año en la cuenta oficial de esa dependencia, donde aparece una ilustración que muestra a una mujer enviando una foto y se plantea que basta un click para arruinar su reputación.
¿Y dónde queda el agresor? Por desgracia, el panorama virtual no es muy diferente al de nuestra sociedad. La agredida, por lo general mujer, es revictimizada en los tribunales morales de las redes sociales. Al parecer, olvidamos que no existe delito en ejercer una vida sexual, ya sea real o virtual, pero sí lo hay en coaccionar, en irrumpir sin consenso en ella.
Lo verdaderamente recriminable no es el desnudo, sino el violentar el acuerdo de intimidad no sólo por parte de quien lo exhibe, sino por quienes sintiéndose superiores moralmente se solazan en ver y difundir el material.
Más allá del sexting, el problema es la sociedad de doble moral, donde la vida personal pasa a ser motivo de juicios colectivos y todo acto que consideramos que se desvía de los estándares de lo correcto (a excepción de enlodar a otros, eso sí es aceptable) es meritorio de linchamiento.