Jorge Luis Borges recitaba en su poema “Instantes”, una larga retahila de deseos para el caso de que pudiera volver a vivir: “Si yo pudiera -decía- comería más helados y andaría más tiempo descalzo”.
Parafraseando al ilustre poeta, para el caso de que se pudiera, si yo tuviera guaruras le daría a tal circunstancia un sinfín de propósitos nobles, todos ellos relacionados con el fracaso de nuestros gobiernos federal, estatales y municipales, para brindar las más mínimas condiciones de convivencia pacífica entre los mexicanos.
Me dedicaría, por ejemplo, a brindarle lecciones de manejo gratuitas a multitud de chilangos cafres que te avientan la lámina con una prepotencia digna del Grupo Atlacomulco. Cual si fuese el emperador Nerón, le pediría a mis guarros impartirle educación vial a esos patanes, para enseñarles a conducir y conducirse. La culpa es del gobierno que no exige exámenes de manejo y permite que cualquiera conduzca.
Si yo tuviera guaruras, saldría a turistear por la Ciudad de México sin temor a ser asaltado por los miles (si: miles) de delincuentes que han sido sacados de las cárceles dizque por haber cometido delitos menores o ser primerizos (muchos de ellos serán quizá los que hoy asaltan a comensales en la Condesa).
Me aventuraría a recorrer las carreteras de mi país. Tramos como México-Acapulco, Acapulco-Ixtapa, Monterrey-Reynosa, Puebla, Bajío, Hidalgo, Guadalajara y sus alrededores, hoy mortalmente peligrosos, serían mis favoritos.
Si yo tuviera guaruras les pediría a éstos apoyo para impartir clases de civismo a domicilio. Comenzaría por ayudar a la Procuraduría Social de la CDMX para reeducar a esos condóminos gandallas que nomás no les da la gana pagar mantenimiento en las privadas donde viven. No hablo de golpear a esos patanes sino de simplemente arrastrarlos por la fuerza al Ministerio Público, para obligarlos a ponerse al corriente. También le prestaría mis guaruras a la Semarnat para corretear a quienes tiran basura en sitios prohibidos.
El único uso personal y egoísta que les asignaría a mis guaruras, si los tuviera, sería que cargaran mis compras del súper y mi tintorería. Vamos, yo jamás volvería a pisar un súper ni una tintorería.
También se los ofrecería al presidente López Obrador para que lo protegieran, sobre todo cuando fuera de gira a zonas ‘calientes’ del país. ¿Cómo le va a hacer con 20 voluntarios civiles para resguardarse de peligros, en un país fuera de control? Imagino que los únicos que no tienen escolta son los primeros ministros de Papúa Nueva Guinea y Andorra. Y de seguro que ni éstos carecen de seguridad. Al menos una piedra tendrán en el bolsillo, para defenderse de alguna eventualidad.
Pensándolo mejor, no le prestaría mis guaruras al Ciudadano Presidente, porque a como está el país, acabaría ocupándolos todo el tiempo y yo me quedaría sin protección.
Si me lo pidiera AMLO, sí se los prestaría para quitar por la fuerza a la CNTE de las vías federales de comunicación, ya que él no quiere que su gobierno sea el que reprima. Es decir, el retiro obligado de aquéllos acabaría siendo un asunto entre particulares y por lo mismo, el Peje podría lavarse las manos y salir en su conferencia matutina, a impartir bendiciones y buenos deseos al respecto.
Hay quienes con la 4T han perdido el servicio de escolta, que les proporcionaban gobiernos anteriores, con cargo al erario. Al parecer eran cientos los elementos de la fuerza pública, distraídos para fines distintos a su función.
Los elementos de seguridad les fueron retirados a esos fifís, para ser reubicados en sus tareas originales. Si tuviera empatía con esos privilegiados (no la tengo) pensaría que yo también estaría enojadísimo por haber perdido semejante protección. Y es que la vida con guaruras es ¡otro rollo!
@rodriguezrraul