En esta etapa de transición, en que el cambio de régimen genera vacíos, es comprensible que toda la iniciativa política esté recayendo en AMLO. Eso se refleja en el torrente de frases, condenas y promesas que emite diariamente, ya sea en sus conferencias o durante sus giras.
Son tantas declaraciones, que cada día se van atropellando sus dichos, uno respecto al anterior. En eso se parece a Fox, que todo el tiempo opinaba de todo, sólo que el guanajuatense lo hacía de manera locuaz y lenguaraz.
Una de esas frases que ha emitido AMLO recientemente llamó mi atención: dijo que “la felicidad no es acumular bienes materiales, la verdadera felicidad es estar bien con uno mismo”. Coincide con la sentencia bíblica, en el sentido de que “es más fácil que pase un camello por el ojo de una aguja, que un rico al reino de los cielos”.
Cabe suponer que quienes piensan distinto al Peje en esta materia son, en consecuencia, infelices, dado que aquí el orden de los factores sí altera el producto: anteponer la acumulación de bienes a tener la conciencia tranquila, nos estaría alejando de la felicidad.
Más allá de lo que cada quien piense al respecto, lo cierto es que los ricos de México sí que andan infelices estos días, no necesariamente por esa premisa presidencial en cuestión, sino porque los términos del juego político-empresarial se han modificado.
Para entender la profundidad del desafío que enfrentan los infelices de hoy, bastaría con leer la revista Proceso de esta semana, donde se detalla por nombre y apellido, a muchos de los concesionarios de gasolineras que existen en el país.
Salvo honrosas excepciones, son nombres que le dan rostro al mentado capitalismo de cuates, del que estamos hasta la madre.
La visión de la Cuarta Transformación apunta a que mucho de ese contubernio, que se daba por sentado, está llegando a su fin. Seguro que surgirán nuevas formas de corrupción -la creatividad del Ser Humano es inagotable- pero al menos las prácticas hasta ahora conocidas, están en vías de extinción. Algo es algo.
Quizá entre los más infelices del México contemporáneo destaquen los expresidentes, que han perdido no sólo jugosas pensiones y prestaciones sino el respaldo de vastos equipos de colaboradores. A partir del 1 de diciembre dejaron de tener esa nube de guaruras y personal de apoyo que les rodeaba.
Pero sobre todo, han sido colocados en la picota moral por el nuevo régimen, bajo señalamientos terribles de deshonestidad, inmoralidad, ineptitud, confabulación, así como de haber causado vileza y media.
En ese sentido, hace unos días trascendió que casualmente (aunque en política no existen casualidades) estarían coincidiendo en Madrid las visitas separadas de Peña Nieto, Fox, Salinas y la sobrina de éste, Claudia Ruiz Massieu, quien para mayores señas ocupa el cargo de Presidenta Nacional del PRI.
Hay quienes aventuran que pudieran estar reuniéndose allá en sigilo, para establecer una clase de pacto o alianza entre todos ellos para enfrentar al obradorismo, y que sólo faltaría que se les sumara Calderón, quizá el más odiado por los pejistas.
A Zedillo no se le incluye como parte de la supuesta confabulación en ciernes, porque como dice el dicho: “los enemigos de mis enemigos son mis amigos”, y al ser don Ernesto rival acérrimo de Salinas (enterrador, de hecho, del Salinismo) pues está más cerca de las querencias de la 4T, que del lado agraviado.
¿Tú crees en el supuesto Pacto de Madrid? ¿Los infelices con la 4T tienen capacidad para enmendar el plan de acción del nuevo régimen? Discutámoslo en twitter: @rodriguezrraul
