jueves 21 noviembre, 2024
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RODRIGO LLANES BLOGS

«PUEBLO DEL SOL»: Fin de ciclo

 

En el pueblo de Malinalco la noche termina cuando en el valle silencioso se escucha el motor del autobús a México que llega a recoger pasaje. Alrededor de las cinco de la mañana, el chofer diligente y disciplinado arriba a la plaza y con el estruendo de su máquina despierta a los gallos que unos minutos después se pondrán a cantar para anunciar el nuevo día.

Si uno voltea al cielo obscuro verá el brillo sorprendente y milenario de Quetzalcóatl, el lucero de la noche y de la mañana. Está ahí desde antes del inicio de los tiempos, desde antes que el sol se encendiera y alumbrara el mundo.

¿Cuándo finalizan los ciclos? ¿Celebramos el fin de algo que da nacimiento a algo nuevo? Estamos en enero y nuestro saludo habitual en estos días es ¡Feliz año nuevo! Y escucho a Luisa Iglesias preguntar al aire en Primer Movimiento de Radio UNAM ¿Hasta cuándo es correcto desear el buen año nuevo? ¿Hasta el quince de enero? ¿Después suena anacrónico?

Pero durante este mes nadie tiene la energía y el entusiasmo para un nuevo comienzo. Si tenemos que expedir un cheque todavía lo fechamos en el 2018, porque aún no nos acostumbramos al uso del 2019. Tratamos de facturar los tickets de la semana pasada y ya no podemos. En el congelador quedan restos de pavo y bacalao. En la tabla de la cocina reposan los muñequitos de plástico que nos sacamos en la interminable ronda de roscas. Vemos los pinos de navidad convertidos en decadentes percheros, o abandonados en los camellones de las avenidas, aventados ahí por sus dueños que en su pensamiento mágico creen que de repente esas ramas secas se transformarán súbitamente en composta para nutrir el suelo de la ciudad.

El puente Guadalupe – Reyes ha terminado, pero nadie quiere comenzar el nuevo año administrativo. Nos refugiamos en la esperanza de alargar la algarabía hasta La Candelaria y nos consolamos con la idea de que esa larga festividad se extiende desde la virgen de Guadalupe hasta la virgen de las candelas como el segundo piso del periférico que nos lleva de barranca del muerto a la autopista a Morelos. Queremos que el Tag nos ayude a pasar por arriba del caos de Insurgentes para encaminarnos por la autopista del sol hacia el regocijo. Pero ya no hay saldo y la cuesta de enero nos obliga a descender al congestionamiento.

El Presidente anuncia sus designaciones nuevas, cada miembro del gabinete hace lo propio con las cabezas de sus direcciones dependientes. Felicitamos a los conocidos. Y mientras tanto ocurre el éxodo de muchos otros que mudarán de chamba pues no forman parte de la Cuarta Transformación. El Congreso escoge al nuevo Fiscal, los ministros a un nuevo presidente del Poder Judicial. Ocurre una tragedia en la que pierden la vida más de cien personas. Hay desabasto de gasolinas y largas filas para cargar combustible. Pero ya no. O al menos en las cercanas a mi hogar.

Estamos en el crudo invierno, las noches son frías y los amaneceres peores. Y sin embargo, en la Ciudad de México por las tardes el sol eleva la temperatura y parece otoño. Nos da calor y nos quitamos dos chamarras, y entonces el aire frío sopla y nos resfriamos otra vez, como en diciembre pasado y parece que la gripa se vuelve eterna.

¿De verdad estamos en un año nuevo? Todo se parece tanto al anterior y a su marasmo terminal. Para los antiguos mexicanos este era el tiempo del fin del ciclo. Incluía la fiesta de los señores, Izcalli. Esa que los misioneros tuvieron que transformar en el día de reyes, el día de los poderosos monarcas. Y que la tradición popular volvió una regaladera de juguetes para los niños. Y también incluía los Nemontemi, los días aciagos donde nada era propicio, donde la gente se guardaba de emprender cosas. Y aquí estamos justo en ese punto, como no queriendo empezar el año, anhelando los tamales del día 2 de La Candelaria, para ver si el atole y la masa suave, esponjada y vaporosa, nos vuelve a la vida y nos saca del letargo.

Así como en Malinalco el motor del camión de las cinco despierta al pueblo, los que tienen que viajar a la capital se apuran para llegar a la plaza para emprender el viaje cuando el sol sale por los cerros del oriente, y las mujeres ya levantadas barren las hojas secas de la calle y las queman, todos nosotros apuramos nuestros rituales para despedir el pasado y pensar en el porvenir.

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