El año pasado se dio a conocer la noticia del hallazgo del tzompantli mexica en las excavaciones realizadas en un predio del Centro Histórico. Y justo en esos días un funcionario de la televisión española hizo una declaración muy bruta comparando al Imperio Mexica con los nazis. Guillermo Sheridan aprovechó la nota para reflexionar sobre el asunto y escribir su columna titulándola Apariciones aztecas. (http://www.eluniversal.com.mx/entrada-de-opinion/columna/guillermo-sheridan/cultura/2017/06/13/apariciones-aztecas).
Con su excelente prosa plasmó un artículo lleno de ironía y buen humor, donde critica al nacionalismo ramplón que hizo del Imperio Azteca un referente ideal destruido tras la Conquista, sin tomar en cuenta la violencia de Estado que sistemáticamente sacrificaba personas, y que se manifestó con evidencia en el tzompantli recién descubierto. Sheridan fue agudo al señalar la similitud de las escenas transmitidas por los medios de comunicación del descubrimiento arqueológico con el forense de una fosa clandestina rellena de víctimas del crimen que ha rebasado a nuestro Estado mexicano.
Al parecer, y desde hace siglos, vivir en la latitud mesoamericana implica construir sistemas sociales que irremediablemente sacrifican a amplios sectores marginales, que hoy en día pueden estar en las fosas ya mencionadas o en los Estados Unidos, “chambeando” para mandar dólares y que sobrevivan sus familias aquí (de igual manera que un sacrificado en el Templo Mayor garantizaba la vida del sol de la que todos dependían). Pero reconozcamos que la Conquista española no vino a mejorar las cosas y que durante el largo virreinato el sistema sacrificial mesoamericano siguió vigente para beneficiar a la casta hispánica a través de otros medios.
Lo que molesta de este tipo de comentarios españoles en torno al mundo indígena, no sólo que un peninsular nos recuerde la brutalidad del Imperio Mexica, sino la omisión en la que siempre incurren: los españoles no llegaron aquí a proponer un nuevo sistema que evitara el sacrificio de esos sectores marginales; sino que lo aprovecharon al máximo para expoliar la riqueza material y cultural del territorio conquistado y gastarla en Europa (en su mayoría en guerras muy estúpidas).
Pienso que el requisito indispensable para incorporar a España dentro de nuestra historia como ente civilizatorio de México, es que esos españoles, que a lo largo de los siglos siguen llegado aquí, reconozcan que la cultura oriunda fue y es rica y sorprendente, una a la que se ama y se desea fecundar. Como ocurrió con los trasterrados republicanos que llegaron a entregar su vida e intelecto a la cultura mexicana al huir del Franquismo tras la guerra civil.
Están por cumplirse los 500 años del inicio de la conquista de México y es un buen momento de repensar nuestra historia para construir un nuevo presente. Debemos de superar la vieja postura nacionalista del paraíso perdido. Pero los españoles también tienen tarea. Resulta chocante el argumento del peninsular que con los huevos en la mano dice: “hombre, pero si eran unos salvajes… ¡De qué se quejan! Les llevamos una cultura y una religión de puta madre y todavía se resienten con nosotros…” Crear civilización exige sacrificios. Y eso se hace evidente en la excavación del antiguo Templo Mayor y su tzompantli lleno de cráneos de guerreros vencidos por el mexica y su poderío. ¿Cuáles fueron los sacrificios que hicieron los monarcas españoles en sus propios reinos en aras de civilizar América? ¿Creen que sus majestades puedan contestar 500 años después?
Les dejo una imagen histórica: Hernán Cortés envía el regalo que recibe en Veracruz de los emisarios de Moctezuma. Van joyas preciosas elaboradas por orfebres indígenas. Las piezas sorprenden a Alberto Durero que se encuentra en la corte de Carlos V. Dice ser lo más bello y maravilloso que ha visto en su vida. Días después las piezas son fundidas para acuñar monedas y pagar a la soldadesca del rey que pelea con su primo francés por unos territorios en la península itálica. ¿Dónde estuvo el sacrificio de los reyes españoles por América?
Al parecer, ser dios güero está bien difícil.