jueves 21 noviembre, 2024
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COLUMNAS SARAÍ AGUILAR

«EL ARCÓN DE HIPATIA»: Los micromachismos no salen del corazón

 

El presunto arreglo político entre Morena y el Partido Verde asomaba como el escándalo político de la semana. Pero fue el propio Andrés Manuel López Obrador quien se encargó de añadirle otro.

Cuestionado sobre esa controversia por una reportera, el Presidente electo respondió: “No voy a hablar de eso, corazoncito”.

La frase generó indignación, especialmente entre feministas, e incluso entre quienes apoyaron su candidatura. Al día siguiente, López Obrador intentó explicar sus palabras argumentando que lo hizo “con cariño”, porque “estima mucho” a los periodistas.

Son ustedes mis corazones, mis corazoncitos, yo les estimo mucho, les quiero. Yo llevo a la práctica el principio filosófico del amor al prójimo: amor y paz. ¿Cómo les voy a tratar? Pues así con cariño, no soy autoritario, soy feliz, gracias a la vida”, explicó el que será próximo mandatario de México. “Siempre les voy a tratar así, con respeto y con cariño“, concluyó.

Habrá que explicarle al Presidente electo que no es cuestión de cariño, sino de erradicar la violencia, incluso la sutil, la imperceptible, la que se oculta detrás de un tono aparentemente afectuoso, pero que resulta condescendiente hacia quienes ejercen el periodismo y hacia las mujeres.

Sí, se trata de tener de tener perspectiva de género.

El lenguaje no sólo refleja, sino que también transmite y refuerza los estereotipos y roles históricamente considerados adecuados para mujeres y hombres en una sociedad. La lengua no es la realidad, sino una representación de la realidad. Esa realidad donde no importa que una mujer haya estudiado años y no sea licenciada, doctora o periodista, sino “señorita, mija, corazón”.

La diatriba en redes se ha empantanado en una batalla moral: ¿está mal que le haya llamado “corazoncito” a la reportera? ¿Con qué intención se lo dijo? En el terreno de lo subjetivo, difícilmente se pasará de una estéril discusión en redes, que terminará en el olvido, a no ser por algunos memes que la recuerden.

Llama peligrosamente la atención que para un gran sector de la población resulte una exageración el considerar como ofensivo un halago. Eso solo deja entrever lo generalizado del uso de micromachismos en nuestra sociedad.

Los micromachismos se definen como comportamientos masculinos que pretenden reforzar la superioridad sobre las mujeres (Luis Bonino, 1990).

Por lo tanto, la definición abarca diferentes aspectos cotidianos que tenemos totalmente naturalizados y no percibimos como comportamientos machistas. Micromachismo es el mantener por inercia la asignación de roles de género a través de conductas o comportamientos inofensivos tales como los colores de la ropa –rosa ella, azul él–;  que en los baños públicos el símbolo para indicar que un cambiador de bebés lleve falda, que la puerta de un baño de mujeres tenga una rosa. O el que un hombre, en contextos laborales, se sienta en la libertad de expresar su afecto o agrado con halagos y palabras melosas a una mujer que no lo conoce.

No juzgaré la intención del Presidente electo, pero pienso que debería reflexionar en el uso del lenguaje. Recordar que gobierna un país donde el acoso sexual y la discriminación laboral en contra de las  mujeres son temas serios.

Basta con revisar los números. Se registran al menos 25 mil casos al año de hostigamiento sexual contra las mujeres en su lugar de trabajo, según la Secretaría de la Función Pública. Respecto a la discriminación laboral, en la Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares 2016, el 22.1 por ciento de las mujeres encuestadas refirió haber experimentado discriminación a lo largo de su vida laboral y en los últimos 12 meses, con 21.9 por ciento.

Entre los actos considerados se señaló la discriminación laboral, menores oportunidades que un hombre para ascender, menor salario que un hombre que hace el mismo trabajo o tiene el mismo puesto, impedimentos o limitaciones para realizar determinadas tareas o funciones reservadas para los hombres.

Presidente electo: tal vez para usted resulta insignificante y tierno llamar corazones a mujeres ejerciendo su trabajo y a las cuales no conoce. Tal vez a sus seguidores les resulte una exageración la molestia. Pero la realidad que vivimos como mujeres nos ha hecho tener que reaccionar ante cualquier indicio de retroceso. Recuérdelo: no estamos pidiendo afecto de desconocidos, sino respeto y valoración

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