Por ELENA CHÁVEZ
La eterna sonrisa que acompaña al inalterable Alejandro Encinas se convirtió en una mueca cuando su anhelado sueño de presidir el Primer Congreso de la Ciudad de México se convirtió en eso: un sueño. La orden no tenía lugar para el jaloneo, el eventual ganador de las elecciones presidenciales, Andrés Manuel López Obrador, lo quería en la Secretaría de Gobernación para tranquilizar a los inconformes padres de los 43 estudiantes desaparecidos de Ayotzinapa.
Sin lugar a dudas López Obrador tuvo un acierto al nombrar a Encinas como subsecretario de Derechos Humanos de la SEGOB, ya que su perfil conciliador le ayudará a que, al inicio de su administración, el caso más dramático y cruel de desaparición forzada de la última década se mantenga en paz.
La pregunta es: ¿cuánto tiempo podrá dosificar la exigencia de los padres para que el gobierno entrante les diga qué paso con sus hijos, quiénes son los culpables de su desaparición y cuáles fueron los motivos por los que se los llevaron?
Encinas es un político de mucha experiencia, sabe que su papel al frente de esta subsecretaría lo coloca en una de las posiciones más complejas de su carrera, sobre todo porque el principal encargo dado por el presidente electo es el de resolver el asunto de la desaparición de los 43 estudiantes que sigue siendo una herida abierta para la sociedad en general.
Su trayectoria política le da para estar consciente de que cualquier declaración que dé a los padres de familia no será la esperada ni por ellos ni por los mexicanos, quieren encontrarlos vivos, pero si fuera el caso contrario, los padres y madres esperarían se les entregue el cuerpo de sus familiares para darles sepultura y tener un lugar donde llorarlos. ¿Será éste el “talón de Aquiles” de Encinas?
Los padres de Ayotzinapa, como se les conoce desde aquella fatídica noche en que no volvieron a ver a sus hijos, querrán también se les informe qué han declarado los presuntos implicados, entre ellos la pareja Abarca, sobre el destino de los alumnos de la rural de Iguala, Guerrero. Su clamor ha sido el de justicia y no cesarán en su lucha para que se sancione a los culpables del destino cruel de los 43 jóvenes que son el símbolo de la impunidad, el abuso de poder y la relación entre autoridades y crimen organizado.
Encinas es un muy buen conciliador, ya lo demostró cuando fue jefe de Gobierno del entonces Distrito Federal en sustitución de López Obrador, la diferencia es que ahora no se trata de calles y avenidas, se trata de la vida de 43 estudiantes, de 43 hombres y mujeres que han cargado sobre sus hombros la pérdida de sus hijos, de millones de mexicanos que no olvidan los hechos y están a la expectativa de saber si la administración lopezobradorista será capaz de resolver este caso.
Todos tenemos derecho a la verdad histórica, sea cual sea, duela lo que duela; nunca más un joven desparecido, nunca más una madre llorando, nunca más un padre empuñando la mano clamando justicia, nunca más un Ayotzinapa.
Como premio de consolación Alejandro Encinas tendrá el honor, como dicen los políticos, de instalar los trabajos del Congreso de la Ciudad de México, de organizar algunas comisiones y de evitar que los diputados morenistas de su corriente, que serán mayoría, no se peleen entre sí por presidir las mejores, las más mediáticas y, en especial, las que controlen los recursos para esta ciudad.
Lo que se ya no se escribirá con su nombre en la historia de este Congreso serán las leyes secundarias de la Constitución de la CDMX donde, con apoyo del PRD y del exjefe de Gobierno, Miguel Ángel Mancera, hoy solitario senador plurinominal del PAN, fue también presidente.
Triste cantar para Alejandro Encinas…
