Paola Adriana González Dávalos es la candidata más joven en el proceso electoral de México en el 2018. Abanderada de la coalición “Juntos Haremos Historia” (Morena, PES y PT), sólo tiene 18 años de edad y ya contiende por la alcaldía de Tepatitlán, Jalisco.
Una nota de Milenio generó que la historia de Paola fuera trending topic en Twitter la semana pasada, aun cuando ella fue presentada desde abril por el candidato morenista a la gubernatura de Jalisco, Carlos Lomelí, y el dirigente del Partido Encuentro Social en ese estado, Gonzalo Moreno. Ambos aseguraron que una de las razones para postularla fue atraer a jóvenes votantes. Incluso, Lomelí destacó que, pese a su corta edad, Paola posee una gran madurez e inteligencia: “(Es) una niña que habla cinco idiomas, activista desde los trece años”.
En un principio, la noticia de su candidatura causó algo de polémica porque se le vio como una imposición de Encuentro Social, cuestionada por los otros partidos aliados, y sobre todo porque ella es hija de Guillero González, quien ha sido presidente del Partido Verde en Tepatitlán. Sin embargo, ya quedó claro la semana pasada que Paola cuenta con el aval del candidato presidencial Andrés Manuel López Obrador e incluso ya se impregnó de su retórica al responder a quienes objetan su falta de experiencia administrativa: “No tengo experiencia en robar ni en corrupción”.
Definitivamente, los jóvenes merecen una participación activa en la vida política y ser tomados en cuenta sin demeritarlos por su edad. Este punto no está a discusión.
El problema no es la inclusión, sino que se utilice la juventud de una aspirante como señuelo para atraer votos sin que se ponga de releve una verdadera agenda ciudadana pensada en los jóvenes. Cuando para promoverla se le describe como “niña” y al mismo tiempo se dice que se le valora por su madurez y preparación, resulta difícil saber cuándo se habla con la verdad. Y es una broma aún peor cuando se recuerda la agenda conservadora que promueve el PES, contraria a las conquistas recientes de mujeres en temas como el derecho a decidir sobre su cuerpo.
Y de nuevo surge la pregunta: ¿ser joven y/o mujer garantiza por default la defensa de una agenda con enfoque de género y propuestas para la ciudadanía joven?
La lucha de las mujeres jóvenes es ardua en una sociedad que ha logrado visibilizar los problemas del machismo y la misoginia, pero no logra disminuir la brecha salarial, el feminicidio y el acoso, entre otros. En un país donde los partidos políticos creen que la conquista de derechos es una moda y debe ponerse a consulta, resulta más bien alarmante que la lucha feminista –y ahora juvenil– se vea reducida a un señuelo para conseguir votos. No se trata de cubrir cuotas –pues la representatividad no se garantiza por esta vía– sino agendas sociales.
Es digno de elogio que Paola hable inglés, francés, portugués y un poco de rumano y catalán, según dicen sus propagandistas. Pero creo que ayudaría más conocer su agenda para los jóvenes y para las mujeres, por no hablar de qué tanto conocimiento real pueda tener para resolver los problemas de la población de Tepatitlán, Jalisco, para la que no basta “nunca haber robado”.
Ser mujer y joven debe ser símbolo de lucha, no un señuelo electoral.
Del Arcón
Es digno de resaltarse que el pasado fin de semana en Monterrey (tierra de Hipatia), las estudiantes de las dos universidades más importantes de Nuevo León levantaron la voz contra el acoso. En una graduación, varias estudiantes del Tec exhibieron carteles de protesta, mientras que un colectivo de alumnos y activistas se manifestaron en la explanada de Rectoría de la UANL por la falta de respuesta ante denuncias.