viernes 20 septiembre, 2024
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COLUMNAS FERNANDO COCA

«ACTOS DE PODER»: Vestido de rojo

José Antonio Meade ya pasó de ser el ciudadano postulado por el PRI a la Presidencia de la República a ser un priistas con el poder de cambiar al presidente del Comité Ejecutivo Nacional de ese instituto político.

Cuando Meade fue postulado pidió a los priistas que lo hicieran suyo. No hubo respuesta afirmativa, los militantes del tricolor se sintieron marginados, utilizados, burlados, no solo por la candidatura del exsecretario de Hacienda sino por las nominaciones a gobernadores, diputados y senadores que se decidieron en el CEN.

Pasó un mes de iniciada la campaña cuando, según Meade, hizo el cambio más importante de su campaña: destituyó a Enrique Ochoa para darle el cargo de presidente a René Juárez, el exgobernador de Guerrero que fue subsecretario de Gobernación con Miguel Ángel Osorio Chong.

Para convencer a los priistas que sí es suyo, el candidato decidió ser igual a ellos: se puso la chamarra roja que identifica a los militantes del PRI en los eventos multitudinarios.

El uniforme de los priistas se usa desde antes del año 2000. Fue Arturo Montiel y su operador estrella, el presidente del Comité Directivo estatal del PRI en el estado de México, Isidro Pastor, los que hicieron la moda de las camisas y chamarras rojas en los eventos priistas.

La indumentaria fue adoptada por el entonces presidente del CEN, Roberto Madrazo. Desde entonces, los candidatos priistas se vistieron de rojo.

Concluido el primer tercio de la campaña, el candidato “ciudadano” se puso la roja. Por lo que dicen las encuestas, Meade se tardó mucho en mimetizarse con los priistas.

Para ser como ellos, al candidato Meade le hace falta defender a ultranza al presidente Peña Nieto, a disculpar los actos de corrupción de gobernadores, presidentes municipales, legisladores y dirigentes que han incurrido en ilegalidades.

Si eso ocurre, Meade dejará de ser el ciudadano que se convirtió en candidato y se convertirá, por completo, en un priista común, de esos a los que los mexicanos ya no quieren en cargos de poder.

La Letrina.  El proceso electoral está provocando que las simpatías políticas se antepongan a la razón y la buena convivencia social. Las redes sociales son el vehículo para emitir mensajes de odio, violencia verbal e intolerancia. Es tiempo en que, en el uso del derecho de libre expresión, quienes hacemos de las redes lo hagamos con responsabilidad, sin encono ni descalificaciones. No es permisible que nadie incite a matar a uno de los competidores de las elecciones de este año. Cuando alguien utiliza sus redes para denostar al adversario, y además lo hace con violencia, temprano que tarde se le revierte el insulto, la crítica mal sana y la mala leche. Abonemos a distender la vida cotidiana.

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