Por. Saraí Aguilar
X @saraiarriozola
A veces no entienden que no entienden. Parece aplicar perfecto al PAN.
En días recientes, en una elección en total desventaja se eligió como presidente de Acción Nacional al diputado federal Jorge Romero.
Dicha contienda pasó de ser un asunto entre militantes a un tema de la opinión pública debido a la apertura que tuvo la contrincante de Romero, la exsenadora Adriana Dávila.
La elección estuvo poco legitimada por la baja asistencia de militantes a las urnas, al ser muy predecible el resultado, pues se argumentó que el anterior presidente, el hoy senador plurinominal Marko Cortés, dejó una sucesión a modo.
Pero, al margen de la grilla partidista, de la cual no se pretende formar parte, sí llaman la atención diversos patrones patriarcales que parecen definir desde siempre a Acción Nacional.
De primera instancia, la presidencia del partido parece estar vetada para las mujeres. Desde su fundación en 1939 a la fecha no han tenido ninguna presidenta, a excepción del interinato de tres meses cubierto por Cecilia Romero en 2014, cuando fungía como presidente Gustavo Madero. Parece inaudito que no haya existido en más de 80 años una mujer con las características necesarias para llenar ese lugar.
Por otra parte, basta con recordar el proceso de selección para la candidatura a la jefatura de gobierno en las pasadas elecciones. De manera directa, sin siquiera la pretensión de una votación o encuestas –como sí hubo, por ejemplo, para la abanderada presidencial–, se impuso sin más al candidato Santiago Taboada, dejando sin opción siquiera de contender a la entonces alcadesa Lía Limón o a la senadora Kenia López, quienes reiteradamente manifestaron su intención de competir. Como es sabido, Taboada perdió abrumadoramente contra la actual jefa de gobierno capitalina, Clara Brugada.
Y para aquellos que quieran defender al grupo político al que pertenece el actual dirigente, mencionando que existen en el Senado voces como Lilly Téllez y que la candidatura presidencial fue asumida por una mujer, Xóchitl Gálvez, caben resaltar diferentes factores.
Lilly Téllez representa lo más rancio de los valores patriarcales y conservadores e incluso clasistas con los cuales una gran parte de la población asocia al PAN. No ha tenido reparo en hacer burla de mujeres políticas por su físico, denostándolas y tildándolas de locas, asumiendo batallas desde un privilegio. Y si Acción Nacional no se siente identificado con tales antivalores no hay manera que se explique que fuese en la plurinominal 4 rumbo al Senado, garantizando así su acceso con el único mérito de su estridencia.
En el caso de Xóchitl Gálvez, cabe recordar que fueron varias veces las que ella denunció –por ejemplo, en una entrevista con El País el pasado 13 de junio– el machismo y la censura que vivió durante la campaña por parte de los líderes de la alianza, incluido Marko Cortés.
Entonces, al margen de lo que Adriana Dávila pudo haber hecho, hay algo que debió hacer para aspirar a dirigir Acción Nacional: nacer hombre. ¿Fácil, no?