Este 19 de marzo a las 21:04 horas del Centro de México, el Sol se alineará directamente sobre el Ecuador, marcando un equilibrio perfecto entre el día y la noche, con igual número de horas de luz y oscuridad. Este fenómeno, conocido como equinoccio, se presenta dos veces al año: en primavera y otoño.
Es interesante observar que, durante la primavera, la Tierra se encuentra en una posición más alejada del Sol. Sin embargo, gracias a su inclinación axial, México y otras regiones reciben una mayor cantidad de luz solar. Contrariamente, en invierno, pese a estar más cerca del astro rey, la inclinación de la Tierra reduce la cantidad de luz que recibimos.
Desde el equinoccio de primavera, la duración de la noche comienza a disminuir gradualmente, dando lugar a días más largos y luminosos. Este proceso se invierte con la llegada del equinoccio de otoño, cuando las noches se alargan hasta llegar a su punto máximo durante el solsticio de invierno.
Cargarse de energía solar, ajeno al culto antiguo
En el país se volvió habitual que durante este día las personas acudan a centros ceremoniales o a pirámides prehispánicas para “cargarse de sol”, además se popularizó realizar una serie de rituales para aprovechar la energía del equinoccio.
Esta costumbre se ha asociado a tradiciones de las antiguas civilizaciones de Mesoamérica; sin embargo, la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) descarta esta versión. Acudir a las pirámides de la época mesoamericana para presenciar este evento astronómico y asociarlo a rituales religiosos o espirituales corresponde a costumbres del mundo moderno, y no de las culturas prehispánicas.
Jesús Galindo Trejo, investigador y arqueoastrónomo de la UNAM, sentenció que vestirse de blanco, escalar pirámides y demás actividades que se hacen durante el equinoccio de primavera en México no corresponde a las tradiciones prehispánicas.
Explicó que, en el mundo mesoamericano, el equinoccio no está asociado a una fecha importante para sus costumbres. Aunque algunas pirámides están alineadas con Equinoccios y Solsticios, no significa que fuera relevante para sus tradiciones.
De acuerdo con lo que explicó el científico del Instituto de Investigaciones Estéticas, las construcciones prehispánicas de lagunas pirámides fueron realizadas en función a su calendario, y no con relación a los solsticios o equinoccios, por lo que no tienen una relación directa con los rituales que se hacen hoy en día.
“Es un hallazgo de hace algunos años. Antes se pensaba que los monumentos arquitectónicos estaban orientados por solsticios y equinoccios y por la fecha en la que el sol alcanza el cenit en un sitio geográfico determinado. Hoy se cree que más bien respondieron a la lógica de su propio calendario”
Puntualizó que las actividades que se hacen en algunas zonas arqueológicas no tienen relación con las civilizaciones mesoamericanas. Los templos de Las Caritas, en Veracruz; Teopanzolco y Xochicalco, en Morelos; Chichen Itzá, en Yucatán, fueron alineadas de acuerdo con el equinoccio, pero esto no significa que en aquellas culturas significara algo esa fecha, según sus recientes investigaciones.
“La idea de que en la primavera hay que recargarse de energía solar es una moda del mundo actual, una influencia del ‘new age’. Las personas se visten de blanco y suben a pirámides, pero nada tiene que ver con un culto antiguo”, aseguró.
Precisó que, desde la civilización de los olmecas hasta los mexicas, cada civilización desarrollo su propio sistema calendárico, así como las edificaciones de estructuras arquitectónicas con base en ciertos números, periodos de días y fechas.
En la actualidad estas fechas ya no representan nada, así que insistió que los rituales espirituales que se realizan en el Equinoccio de Primavera para cargarse de sol no están relacionados, dijo el investigador.
Explicó que las civilizaciones antiguas solían basar sus festividades en momentos espacio temporales, mas no en fenómenos astronómicos, por lo que la noción de cargarse de energía solar corresponde a una costumbre reciente que se ha ido adaptando a los tiempos modernos.
Así lo explicó: “En nuestras culturas ancestrales existen más de tres mil años de culto al tiempo, no al espacio”.