miércoles 01 mayo, 2024
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BÁRBARA LEJTIK COLUMNAS

CEREBRO 40: “Zona de interés”

Por. Bárbara Lejtik

@barlejtik

 

¿Qué padre no sueña con darle lo mejor a su familia?

Una casa hermosa, con un bello jardín lleno de flores y una alberca en medio. Días de sol y alegría, paseos por el campo, deliciosos y vastos almuerzos junto al río, ropa de lujo a su esposa, servicio doméstico para que viva cómodamente, ver crecer juntos a sus hijos sanos y fuertes, disfrutar de sus juegos, compartir con amigos. Aún más idílica sería la vida si todas estas comodidades estuvieran muy cerca de su lugar de trabajo, de hecho al lado, pared con pared.

Esta es la historia del comandante nazi Rudolf Höss y su familia, que vivían una vida de ensueño a lado del campo de concentración más famoso del Holocausto nazi.

El Animal de Auschwitz, como la historia lo bautizó, después de conocer sus atrocidades, fue un padre ejemplar, el hombre más bueno del mundo en palabras de su hija menor, llegaba todos los días temprano a casa, cenaba en familia y les leía cuentos en la cama a sus hijos. Tal vez su hija no sabía que su trabajo consistía en matar seres humanos, tres millones de personas bajo sus órdenes para ser exactos, y que su padre era mucho más cruel que los monstruos de los cuentos que les leía, aunque en su declaración en el juicio de Nuremberg él aclarara que no mató ni torturó nunca a ningún judío con sus manos. De hecho era un hombre escrupuloso y sumamente católico que cuidaba muy bien su aseo personal, después de violar a jóvenes mujeres judías. No se manchaba las manos con la sangre de sus víctimas, no los veía a la cara siquiera y mucho menos los consideraba dignos de vivir. Sufrió un ataque de ansiedad cuando vio el hermoso río cercano a su casa contaminado por cenizas provenientes de los hornos del campo de concentración y peor aún, que estas cenizas contaminantes pudiesen afectar a la inmaculada piel de su familia.

Adolf Höss, magistralmente interpretado por Christian Friedel, era el encargado de idear nuevas y mejores formas de matar, implementó el gas más eficiente capaz de matar por envenenamiento y asfixia a miles de personas al mismo tiempo y diseñó crematorios masivos para que los cadáveres no se amontonasen y pudieran seguir trabajando en el exterminio sin despertar sospechas de lo que en ese espacio de horror ocurría mientras ajenos a esto e ignorantes del significado de los ruidos que escuchaban todo el día y toda la noche sus hijos vivían apaciblemente o al menos esto pretendían aparentar, mientras jugaban con tambores de guerra, soldados y dientes humanos encontrados en sus infantiles juegos.

Una banda sonora que se vuelve casi insoportable, una magistral y estremecedora yuxtaposición de lamentos, balas, risas y cantos de pájaros, diseñada por Mica Levi, hace que las casi dos horas que dura la película se vuelvan un martirio para el espectador. Sin ninguna escena violenta, sin jamás ver dentro del campo de concentración, solo se sugiere lo que pasa, mientras transcurre la vida ideal de la feliz familia alemana de la época.

La forma de filmar verdaderamente original con cámaras escondidas y fijas por toda la casa y sin el uso de luz artificial, nos hace sentir en la intimidad del hogar, mientras los diálogos de Hedwing, interpretada de forma sublime por Sandra Hüller, banalizan la maldad y humanizan la deshumanización cuando charla con sus amigas sobre los escondites de los judíos para guardar sus pertenencias. Se emociona como cualquier mujer al recibir lujosos regalos sin reparar en que pertenecieron a alguien que ahora con la mejor de las suertes todavía está cautiva con la angustia de no saber si vivirá una hora más. O como cuando su madre llega de visita menciona que seguramente alguno de los gritos que se escuchan son de la mujer para la que trabajaba antes de la asertiva guerra que colocará a la raza “aria” en el tope de la cadena alimenticia; con palabras en clave mencionando a los presos como si fuesen flores.

El comandante Höss realiza un trabajo impecable para la SS y es respetado y reconocido por su comunidad, al tiempo que su flamante esposa recibe el mote de “Reina de Auschwitz.

La mejor película que he visto en mucho tiempo, una dirección magistral de Jonathan Glazer sobre la adaptación de la novela homónima de Martin Amis, en la que queda demostrado que para contar una historia y estremecernos de angustia no es necesario recurrir a trucos, sino saberla contar.

Una historia que deambula entre la felicidad y la tragedia, con otra historia paralela contada con una cámara térmica que sin más explicaciones nos narra un brote de solidaridad en medio de uno de los pasajes más cruentos de la historia de la humanidad.

Una película que todos deberíamos ver, una historia que todos debemos conocer y jamás olvidar.

Una cátedra de cine, sonorización, fotografía y actuaciones.

Gracias Luis por hacer de los martes el día oficial de cine y gracias Gaby por tu atinada recomendación.

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