Por. Saraí Aguilar
“Mando solidaridad y todo nuestro apoyo a la familia de Yaretzi, vengo de estar con sus padres y ya se les está dando todo el apoyo necesario”.
Con esta frase, la aspirante a la candidatura presidencial por Morena y jefa de Gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum, daba el pésame oficialmente a los padres de la víctima mortal del accidente en el Metro del pasado 7 de enero.
La joven de 18 años era estudiante de la UNAM. Y perdió la vida en un accidente que no debió ser.
No obstante, es una realidad que el colapso en el sistema de transporte público ya tornó los viajes en Metro en una ruleta rusa. Nunca se sabe cuál será el viaje final.
El transporte público influye directamente en el desarrollo social de una comunidad, de una población.
Incide en la reducción de pobreza y desigualdades. O al menos eso se esperaría. No obstante, las redes de transporte en muchas ocasiones se convierten en odiseas al no tener una estructura adecuada para los usuarios en la periferia o a ciertas zonas de las ciudades, donde generalmente los más afectados son los estratos socioeconómicos bajos.
El doctor Graham Currie, de la Universidad de Monash, en Australia, planteó que la ineficiencia de los esquemas de movilidad urbana, sumada a un crecimiento cada vez más alejado de la ciudad y en diversos servicios, genera exclusión e inequidad social. Graham Currie, quien ha trabajado para algunos de los principales operadores de transporte público del mundo –como el de Londres– apuntó: “Sí, afecta la calidad de vida de los grupos de bajos recursos, sobre todo cuando tienen que llevar a cabo viajes al trabajo hasta de dos horas (ida y vuelta), lo que implica el sacrificio de tiempo, que de otra manera pudieran pasar con sus familias”.
Pero ya desde hace tiempo, el transporte público se ha convertido en un espacio de riesgo. A últimas fechas se ha estado trabajando en evidenciar el riesgo de agresiones sexuales a las que las mujeres se exponen en el mismo. En el caso de las mujeres en especial, la Encuesta Sobre la Violencia Sexual en los Transportes y otros espacios públicos de la Ciudad de México señala que, en 2018, la percepción de inseguridad de las mujeres en las calles y espacios públicos era del 69.1 por ciento, y en el transporte público del 54.4 por ciento. Desde que empezó la pandemia, 6 de cada 10 personas consideran que el acoso sexual en los espacios públicos ha empeorado.
Pero hoy además se juega la vida en cada viaje. Nadie debería perder la vida por el abandono presupuestal y la falta de mantenimiento en transportes públicos. Nadie debería tener miedo a abordar un vagón de Metro sin saber si ese vagón es apto para circular. Nadie debería de temer por dónde sentarse y vislumbrar si es el sitio adecuado en caso de una contingencia.
Más que acompañamiento —y un improvisado uso de la Guardia Nacional que responde más a teorías conspiranoicas—, es mantenimiento lo que se necesita en el Metro.
