lunes 29 abril, 2024
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«CEREBRO 40» “Pantera Negra”

Por. Bárbara Lejtik

Este fin de semana tan polarizado y disruptivo, opté por la opción pacífica y aprovechando que tengo la fortuna de trabajar en un centro comercial con cine y que nunca he tenido ningún problema con ir sola, decidí consentirme con un boleto VIP y una copa de vino para ver Black Panther, Wakanda Forever; a pesar de ser madre de tres centennials y, en especial, uno de ellos gran fanático de Marvel, he de reconocer que no es lo mío, casi creo que es un tema generacional, pero esto de cambiar de épocas, universos, zonas geográficas y subtipos humanos y divinos me resulta muy complicado, la verdad elegí la película por el gusto de ver a un compatriota como protagonista en una película internacional y abrumadoramente taquillera como ésta.

Es un hecho que Tenoch Huerta y Lupita Nyong’o son dos de los especímenes humanos para mi gusto más perfectos y bellos que existen en la pantalla grande, además de hermosos son realmente talentosos y un ejemplo de orgullo racial.

Que la película de superhéroes sea protagonizada por una mujer negra, afrodescendiente y un hombre moreno, indígena, prieto o como queramos llamarle (este esfuerzo por usar adjetivos distintos para no parecer peyorativos me resulta ridículo, pues creo que decir negro o judío u oriental o indígena o sudamericano o indio no tiene absolutamente ningún contexto ofensivo y resulta más discriminatorio querernos llamar de otro modo para que no parezca que nos estamos insultando).

Tenoch Huerta, destacado actor y periodista, activista en pro de la visualización y el respeto a la gente morena, indígena y afrodescendiente de nuestro país, encabeza el movimiento “Poder Prieto” -al que sigo desde hace algún tiempo y con el que coincido en puntos de interés e indignación-. “Poder Prieto” pretende visualizar la discriminación que ha padecido el sector más amplio de la población mexicana por un tema tan absurdo y aleatorio como es el fenotipo y pigmentación de la piel, gracias a ellos y a la información que difunden en redes sociales es que me he enterado de datos increíbles, como que solo el 3 por ciento de los actores que participan en películas y obras de teatro mexicanas son morenos o que la probabilidad de ser pobres en su vida adulta es del 94 por ciento si su piel es prieta o morena, oscura, pero sobre todo si tú genotipo es indígena; que en un país en el que el 80 por ciento de la población somos morenos, seguimos sin querernos sentir representados en ningún ámbito por gente como nosotros y que llamemos inclusión al hecho de ser aceptados para participar en algo que represente o decida sobre los derechos de una comunidad en la que más del 80 por ciento tenemos ascendencia indígena.

En una de tantas entrevistas que he escuchado de este grupo, narran la falta de oportunidades y la desigualdad de trato que hay en el ambiente laboral, pues en su gran mayoría son llamados siempre para interpretar a gente pobre, delincuente o de un bajo extracto económico, como si un moreno no pudiese representar el papel de un universitario, empresario prominente, político importante o simplemente una historia de amor en la que los protagonistas no sean blancos, altos, delgados y “guapos”, como si el amor, el sufrimiento o el éxito fueran exclusivos solo de la gente blanca y la clase media alta y alta.

Los morenos seguimos siendo el relleno de las historias porque incluso en las nuevas versiones de cenicienta, tanto en cine como en televisión, son mujeres blancas las que se ven privilegiadas con el golpe de suerte de salir de su entorno de miseria al ser elegidas por el corazón de algún potentado y compasivo muchacho de la clase alta.

Me gustó mucho que en Black Panther, Wakanda Forever los actores que representan a los personajes son nativos y originarios, se acabaron esos tiempos de Liz Taylor haciendo Cleopatra o actores maquillados representando a personajes negros o afrodescendientes, como si el trabajo para los no blancos se limitara solo a estar asistiendo de alguna forma detrás de cámaras.

Me gustó la música, el vestuario y la búsqueda en coincidir con los nombres y los rituales propios de las culturas, así como las partes habladas en lenguas originales.

Aplaudo que con esto se demuestre que la gente piensa distinto y que es mentira que solo quiere ver a latinos internacionales en las pantallas, en los conciertos, en los deportes, en el gobierno y los foros internacionales.

Aunque no entienda cómo llegó la humanidad a dividirse de esta forma y a crear una verdadera cultura basada en la pigmentocracia, ni pueda entender tampoco por qué a lo largo de los siglos el encuentro de distintas razas haya hecho más por dividir y dominar que por globalizar y unificar.

También estoy consciente de que al menos mi generación y las anteriores a mí crecimos con una formación racista y discriminatoria en la que no tuvimos tiempo de razonar y cuestionar las cosas, y tal vez sea hasta ahora que las nuevas generaciones nos están haciendo poner los ojos en la forma tan injusta como hemos tratado y hemos sido tratados por diferentes razones, llámense color de piel, origen racial, preferencia u orientación sexual, complexión física, discapacidad, etcétera. Porque creo sin miedo a equivocarme que todos hemos sido discriminados, pero han sido más las veces que hemos discriminado por algún tema físico, económico o social.

Sin embargo, estamos a tiempo de “deconstruirnos” -amo este término-, siempre es buen momento para entender y reconfigurar nuestro comportamiento y para hacer algo que nos ayude a resarcir el daño hecho en el pasado.

Por lo pronto, ya son cada vez más los mexicanos blancos y morenos reconocidos en el ámbito internacional por su talento y es un orgullo para todos y una responsabilidad social seguirnos apoyando para que, como lo expresa “Poder prieto” en su discurso, la diversidad deje de verse como una amenaza, la inclusión como un riesgo y que todos merecemos ser representados con dignidad y con una perspectiva diversa.

La gente sea aclamada solo por su talento, inteligencia y calidad humana, sin ningún otro tipo de percepción ni prejuicio.

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