jueves 02 mayo, 2024
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COLUMNAS IVONNE MELGAR

«RETROVISOR» AMLO y Biden: experimentados políticos

Por. Ivonne Melgar

El presidente López Obrador y la vicepresidenta de Estados Unidos, Kamala Harris, nunca estuvieron solos en el desayuno con el que se inauguró el programa de la visita oficial del mexicano a Washington el 12 y 13 de julio.

Desayunaron con ellos una decena de representantes de ambos gobiernos. Y ninguno de los comensales podría confirmar la versión de que la estadounidense pidió ahí al visitante que Rafael Caro Quintero fuera detenido.

De manera que la supuesta presión de Kamala al mandatario para que se encarcelara al capo habría sido una noticia falsa, una volada, como le llamamos los reporteros a los inventos publicados.

Y así lo aseguran fuentes de la Embajada de México en Washington al considerar que ficciones como esa distorsionaron la valoración justa y adecuada de lo que significó el segundo encuentro entre los presidentes López Obrador y Joe Biden:

Una reunión en la que le dieron vuelta a la página de las desavenencias que rodearon la Cumbre de las Américas, en Los Ángeles, a la que el mexicano no acudió en junio, en desacuerdo por lo que él considera la exclusión de naciones hermanas, Nicaragua, Venezuela y Cuba.

Estados Unidos nunca cedió a la idea de convocar a los gobiernos que califica de autoritarios. Pero haber agendado este encuentro bilateral, cinco semanas después del evento continental, fue una forma de manifestar el respeto que el mandatario demócrata le tiene a su homólogo mexicano y a sus definiciones.

Al menos ese es el balance de las fuentes diplomáticas que descartan que la detención de Caro Quintero, el 15 de julio, se haya diseñado en 72 horas.

Rechazan igualmente la idea de que en la visita se le hayan hecho advertencias a México respecto a cláusulas incumplidas en el TMEC. Si bien el gobierno estaba avisado de que se preparaba una controversia por posibles violaciones al T-MEC en el rubro de energía, diferendo que este mes comenzará a revisarse entre la secretaria de Economía, Tatiana Cloutier y sus pares de EU y Canadá.

De no resolverse en esta instancia, las fricciones comerciales escalarán a un arbitraje externo que se prolongaría al menos un año. La moneda está en el aire. Y así es siempre. Los canadienses les ganaron a los estadounidenses en el caso de los paneles solares; y fue al revés en el tema de lácteos. Y México podría meter gol en cuanto a los subsidios de los carros eléctricos frente a las ventajas que tienen los fabricados en EU. Lo mismo sucede con los compromisos laborales. Ya van tres demandas por falta de autonomía y libertad sindical en empresas mexicanas. Son las reglas del T-MEC: inconformarse y revisar.

Y si bien las relaciones de México con Washington se tejen sobre el reconocimiento de lo sensible que es el presidente López Obrador con el asunto energético, nuestras fuentes diplomáticas no dudan del avance obtenido en la visita y de los gestos de buena voluntad que ofreció el anfitrión para concretarla, aun cuando tenía viajes internacionales antes y después de la recepción.

En este balance también se incluye lo sucedido el 13 de julio con los ceos de las empresas clave en el intercambio comercial, quienes sostuvieron un desayuno privado en el Instituto Cultural México de tres horas con el presidente López Obrador, cuyo mensaje los entusiasmó por estar centrado en la apuesta de crear, les dijo, una Norteamérica fuerte, con valores comunes en lo económico y en estrategias humanistas, respetando, eso sí, y fue enfático, las soberanías.

Son los trazos de una conversación que los dos mandatarios habrán de retomar con Justin Trudeau a finales del año, en la siguiente Cumbre de Líderes de América del Norte, con sede en México. Será el tercer encuentro de López Obrador con Biden. El primero fue en noviembre de 2021, en Washington.

Y aunque la segunda reunión –la del 12 de julio en la Casa Blanca– está marcada por el capítulo de Caro Quintero y las controversias comerciales en puerta, la evaluación diplomática subraya el significado de la fotografía de los jefes de Estado en el Salón Oval, un registro del diálogo entre dos líderes de naciones vecinas y socias que divergen, pero se saben interlocutores.

A la sesión de los retratos se sumaron las esposas, Jill Biden y Beatriz Gutiérrez Müller, que juntas hicieron un recorrido a la Biblioteca del Congreso, una agenda paralela que la Casa Blanca propició, al igual que la asistencia de la mexicana este año a la conmemoración del 5 de mayo, a invitación del presidente de EU.

Son hechos que los códigos diplomáticos consideran relevantes para ese trato entre iguales que tanto preocupa –acaso la palabra correcta es obsesiona- al presidente de México frente al vecino.

Este es el telón de fondo con el que tendremos que evaluar en septiembre los mensajes antimperialistas que ya se anuncian. Porque a juzgar por las evaluaciones oficiales del reciente encuentro, Biden y López Obrador se tratan como lo que son: dos experimentados políticos que no comen lumbre.

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