domingo 05 mayo, 2024
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Desarrollan psicoterapias con medición de cortisol para mujeres víctimas de violencia de pareja

Por. Yohali Reséndiz

En el Instituto Nacional de Psiquiatría existe un grupo multidisciplinario de estudios sobre violencia de género y salud mental, que investiga las afectaciones de las diferentes manifestaciones de la violencia sobre la salud mental desde la perspectiva neurocientífica, social, epidemiológica y clínica.

Una de las líneas de investigación desarrolladas entre la Clínica de Género y Sexualidad y la Dirección de Investigaciones en Neurociencias, es analizar la eficacia de diferentes psicoterapias dirigidas a mitigar las secuelas de salud mental de mujeres que viven violencia de pareja utilizando, además de escalas psiquiátricas, mediciones de cortisol en saliva como método no invasivo de medición del nivel de estrés.

La violencia perpetrada en el contexto de una relación de pareja comprende cualquier conducta activa o pasiva que dañe o tenga la intención de dañar, herir o controlar a la persona con la que se tiene o se tuvo un vínculo íntimo.

La violencia puede ser de tipo física, psicológica, sexual, patrimonial o económica, y suele ocurrir dentro del matrimonio, noviazgo, en las relaciones íntimas de corta o larga duración, e incluso puede perpetrarse por la pareja anterior.

La violencia de pareja es un problema de salud pública, por su magnitud y por las consecuencias negativas que ocasiona para los individuos y las familias.

Las últimas cifras de prevalencia reportadas por el INEGI del 2018 de las mujeres que han enfrentado violencia por parte de esposo o novio a lo largo de su relación de pareja (19.1 millones), en el 64.0% de los casos se trata de violencia severa y muy severa, se estima que anualmente cada mujer perdió 30 días de trabajo remunerado y 28 días de trabajo no remunerado a causa de la violencia por parte de su pareja.

Así, el costo estimado por días de trabajo perdidos por las mujeres entre octubre de 2015 y octubre de 2016, asciende a 4.4 mil millones de pesos.

Por cada 100 mujeres de 15 años y más que han tenido pareja o esposo, 42 de las casadas y 59 de las separadas, divorciadas y viudas han vivido situaciones de violencia emocional, económica, física o sexual durante su actual o última relación.

Hoy se sabe que la exposición excesiva a eventos traumáticos o estresores resulta nocivo para la salud tanto física como mental de quienes lo padecen. Justamente, sufrir violencia de pareja, ya sea física, psicológica, sexual o económica, activa constantemente el eje de regulación neuroendocrina del estrés, mejor conocido como el eje hipotálamo-hipófisis-adrenal (HPA).

El resultado es la secreción de hormonas como la adrenalina, incrementando procesos vasculares que aumentan el ritmo cardiaco y la presión sanguínea, así como el cortisol, aumentando la movilización de recursos metabólicos, como la glucosa y proteínas, ambos para afrontar al estresor.

Sin embargo, la secreción constante de estas hormonas predispone a las personas a sufrir en el largo plazo problemas de salud mental, así como hipertensión, problemas cardiovasculares y diabetes tipo 2.

El cortisol, también tiene la función vital de contribuir a terminar la respuesta del estrés una vez que la situación adversa ha pasado, activando un sistema de feedback negativo o “frenado cerebral”, de manera que debe existir un equilibrio saludable de regulación del eje HPA. No obstante, la activación prolongada o muy intensa del eje HPA altera este sistema de frenado, generando en algunas personas una incapacidad para reducir la actividad, pero en otras se produce una falta de respuesta. Ambos casos pueden producir respuestas conductuales patológicas, que pueden detonar síntomas de ansiedad, depresión, estrés postraumático e ideación suicida. Estas alteraciones se deben en gran medida a que el cortisol en exceso ejerce efectos negativos a nivel de receptores en diversas regiones del cerebro que tienen que ver con la regulación de las emociones y otras regiones involucradas en procesos cognitivos como la memoria y la toma de decisiones.

Entre estas estructuras cerebrales se encuentran las asociadas con el sistema límbico: la amígdala, el hipocampo, el hipotálamo y la corteza cerebral.

Cuando las mujeres se ven expuestas a la violencia de pareja, independientemente del tipo de violencia, su calidad de vida y salud se ve comprometida seriamente, incluso, un porcentaje considerable de estas mujeres, se encuentran en riesgo suicida. La intención de las intervenciones es contribuir a que, a través de diversas aproximaciones psicoterapéuticas, las mujeres logren mejorar su calidad de vida y reducir los síntomas de ansiedad y depresión.

¿Pero, qué es lo que aportan en la clínica y en el laboratorio? Gracias a la investigación conjunta entre psiquiatras, psicólogas e investigadoras del INPRFM, se han aplicado terapias grupales que abordan, por un lado, el empoderamiento de las mujeres para afrontar la violencia, por ejemplo, la Terapia Interpersonal, y por otro, terapias que ayudan a través de sesiones tipo mindfulness y relajación progresiva a vivir el aquí y el ahora, como la Terapia de Aceptación y Compromiso.

Con la hipótesis de que las intervenciones podrían reducir el nivel de estrés, y con ello mejorar los síntomas de depresión y ansiedad, independientemente de si las mujeres deciden separarse de la pareja o no (es decir el estresor), en el laboratorio realizan mediciones de cortisol en saliva, como alternativa no invasiva, aplicando un reto cognitivo (estresor agudo), antes y después de las terapias.

Alrededor de un 20% de las pacientes presenta pensamientos suicidas asociado con síntomas severos de ansiedad y depresión, acompañados de elevados niveles de cortisol en respuesta a un estresor agudo, lo que podría explicar su severidad y la mala percepción en su calidad de vida.

Con respecto a las terapias, han encontrado que efectivamente, las pacientes disminuyen la sintomatología depresiva y ansiosa, mejoran su percepción de calidad vida y disminuye la secreción de cortisol, lo que nos indica que las intervenciones psicológicas promueven cambios en el grado de estrés a nivel psicológico y fisiológico. No obstante, la mejoría es mayor en aquellas mujeres que reportan síntomas de leves a moderados, y menor en las mujeres que reportan síntomas severos.

Considerando que aún en las pacientes con pensamientos suicidas y elevados niveles de cortisol la respuesta al estresor cognitivo disminuye, es importante medir esta hormona en las pacientes que buscan ayuda psiquiátrica, como un biomarcador de su severidad, para de esta forma poder establecer una alternativa de intervención terapéutica más rápida y dirigida a mitigar este riesgo.

¿Y cuál es el reto del trabajo con estas pacientes?

A pesar del éxito en las psicoterapias en reducir los síntomas de salud mental, uno de los componentes de la calidad de vida más afectado es el ámbito social, debido a que es común que las mujeres que sufren violencia de pareja se vean aisladas de la familia y amigos. Aunque las terapias grupales tienden a crear lazos amistosos y cohesión entre ellas, la percepción sigue siendo mala.

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