Por. Boris Berenzon Gorn
Una lectura optimista de nuestros días cree que la existencia del hábitat digital permite una mayor divulgación de la sociedad a partir de que hay “espléndidos” instrumentos que abren los canales de la información como en muchas otras ocasiones de la historia de la humanidad; en donde cambio el medio, pero no la propiedad de la preexistencia. Desde allí hay que revisar muchos valores y derechos como la libertad de prensa.
Desde su llegada, la web 2.0 y el entorno digital han sido envueltos con un manto mitológico de democracia y participación ciudadana. Es innegable que la consolidación de la figura del prosumidor valga el anglicismo —el usuario que consume, pero que también genera contenido— significó un nuevo máximo en la historia de las audiencias, que en las últimas décadas han aparentemente abandonado la pasividad para convertirse en parte activa de los medios de comunicación. Sin embargo, esta modificación parece ser, en el fondo, mucho más técnica y formal que sustancial. ¿Qué tanta libertad hemos ganado, como consumidores, usuarios y generadores de información y contenido editorial en esta nueva era digital?
Este tres de mayo se celebró el Día Internacional de la Libertad de Prensa. Se trata de una jornada de celebración y conmemoración de un derecho, pero sin duda también de reflexión. En el primer sentido, el propio ejercicio del periodismo y el propio despliegue de la capacidad de decir lo que uno piensa ante un público son razones de peso para alegrarse; celebramos que en el mundo hay una prensa crítica que, frente a los obstáculos, decide seguir persiguiendo el camino de la verdad, del diálogo constructivo y de la transparencia.
Lamentablemente, incluso haciendo el mejor esfuerzo por mostrar nuestros ánimos, hay que admitir que la contraparte no es para nada talentosa. Una serie de problemáticas amenazan la libertad de prensa en distintos grados. En todo el mundo, fenómenos variados atentan contra la vida, la seguridad y el trabajo de quienes ejercen en este derecho. No hay que mirar tan lejos, basta con poner los ojos en nuestro propio país, donde el crimen organizado ha arrebatado las vidas de decenas de periodistas por el simple hecho de llevar al público la verdad.
Sin embargo, no es en este problema de enormes magnitudes en el que me enfocaré hoy. Principalmente, porque considero que su tratamiento requiere de visiones más especializadas y no caer de ninguna manera en la superficialidad. Hoy quiero hablar de otros factores que ponen en entredicho —aunque quizás de formas más sutiles— la libertad de prensa, como las distintas dinámicas que la web 2.0 ha generado.
No hay duda de que las nuevas plataformas digitales han creado condiciones favorables para las audiencias, dado que sus formas de participar e involucrarse en los contenidos van más allá de la publicación de sus propias vidas en las redes sociales. Hoy, solicitar e incluso exigir lo que quieren ver en sus medios de confianza es un proceso mucho más sencillo que antes, aunque eso no signifique, por supuesto, que van a ser escuchadas.
En la contraparte, estas demandas también pueden actuar en detrimento de un periodismo ético y comprometido, que, seducido por el poder cautivador del like, puede dejar de lado su compromiso social con tal de seguir inflando sus números. De modo que la aparentemente bienintencionada acción de “darles gusto a los usuarios” se convierte en un arma que actúa en detrimento de estos últimos.
Otro punto desfavorable para la libertad de prensa y para la construcción de un periodismo íntegro y constructivo es la inclinación de la balanza hacia el contenido superficial, frívolo o escandaloso. Es hasta cierto punto normal que los medios convencionales se nutran de lo que los nuevos medios digitales generan; al final, estos últimos llevan la batuta de la conversación en más de un sentido. pero, lo deprimente es que lo que se tome del entorno digital sea precisamente lo más vacío y lo menos trascendente para un mundo con problemas cuya resolución requiere sin duda de la participación ciudadana. No sólo los medios digitales persiguen el like, también los convencionales tomando de los primeros sólo contenido basura.
Finalmente, podemos ver como las peores dinámicas de los medios tradicionales han sido llevadas a los digitales. Peor aún: éstas han aumentado su intensidad y poder destructivo. Muestra de ello son los terroríficos linchamientos digitales, una extensión de los juicios mediáticos ya comunes desde hace décadas en la televisión. Hoy, estos medios ya no sólo juegan el papel de la policía y de las instancias encargadas de la generación de justicia. Hoy no son sólo los delitos los que se juzgan mediante la ira de las masas; ahora es cualquier alteración a la “moral” en turno la que puede ser castigada por una multitud que cree que participar es apedrear sin medir las funestas consecuencias. ¡No es juego! La mayoría de las veces se atenta contra la coexistencia; sin duda un tema de gran calado para reflexionar.
Todo esto se traduce en el enrarecimiento del entorno para el periodismo y la libertad de expresión, pues se han generado de facto nuevos poderes que los medios no pueden ignorar a la hora de publicar y que invitan, por un lado, a la autocensura, y, por otro, a llenar sus contenidos con información basura o con atentados a los derechos de otros. De forma sutil, casi invisible, nuevos obstáculos se ponen a libertades que no deberían tener más límite que la dignidad de los otros.
António Guterres, secretario general de las Naciones Unidas ha señalado al referirse al Periodismo bajo asedio digital, que “La prensa libre es esencial para la paz, la justicia, el desarrollo sostenible y los derechos humanos. Ninguna democracia está completa sin acceso a información transparente y fidedigna, que es el pilar clave para crear instituciones justas e imparciales, hacer que los líderes rindan cuentas y decirle la verdad a las autoridades.”
Manchamanteles
¿Cuáles serán los nuevos obstáculos que traerán a estas libertades las ambiciones de Elon Musk de meter sus manos en Twitter? Estas plataformas no responden a la agenda popular, sino a la de unos cuantos magnates. En poco tiempo veremos cuáles son los nuevos objetivos que esta red social perseguirá, pero tengan por seguro que estos no serán en favor de los valores democráticos.
Narciso el obsceno
Los narcisistas son un filón de riqueza de los medios. Se atrapan dialécticamente y se procuran.