Por. Cristina Ortega
El pasado 2 de febrero, la Secretaría de Educación Pública anunció que buscaría quitar palabras “neoliberales” de los libros de texto, siendo las siguientes: calidad educativa, competencia, sociedad del conocimiento, eficiencia, y productividad. Posteriormente, a finales del mes pasado, anunció que pretende eliminar los grados de estudio para sustituirlos por “fases”, reduciendo tiempo de cada fase, y años para cursarlos.
En lo personal, hay muchas interrogantes que quisiera conocer como epistemóloga, y como ciudadana, saber si tendrán modificación los contratos docentes, pero eso no obedece a este texto; lo que sí, es que lo único constante es el cambio. Yo pertenezco a la generación de la decadencia escolar y económica del país, en mis libros de texto las palabras que se agregaron fueron: contaminación, devaluación, crisis y explosión demográfica. Sí, soy generación X.
En este mismo medio escribí hace tiempo sobre la democracia ignorante, pero, hagamos más representativo este término. Por razones de privacidad no daré referencias que identifique a los sujetos involucrados.
Hace algún tiempo tuve la oportunidad de conocer al jefe de área de equis empresa de construcción, el cual me comentó que en su lugar de trabajo, veía gente a su cargo muy ocupada en la bodega buscando “algo” que no se atrevían a preguntarle directamente, pasó un día, pasaron dos y llegaban sus superiores a indagar cómo era su relación con ciertos clientes, él respondía sin mayor empacho; se acercaba el fin de mes y la tensión crecía; los empleados a su cargo trataban de hacer memoria en qué habían hecho durante el mes con él que pudiera implicarlos en algo que no estuviera registrado en la bodega, pero no encontraban nada anormal; nuevamente ocupaban días para buscar en la bodega “algo”, pero esa costumbre tan mexicana de no decir las cosas claras, y preguntar cuando no se sabe, y que esa costumbre escala hasta los puestos de trabajo, provoca que todos hacen como que trabajan y solo mueven las cosas, como buscando “algo”. Él preguntaba ¿qué buscaban?, pero como era sospechoso de sacar una buena cantidad de “algo” de la bodega, no querían decirle, pues todos querían “atraparlo”. Finalmente, llegó el cierre de mes, entonces fue llamado por el área contable para demostrar qué clase de fechoría estaba haciendo con equis cliente, pues encontraron una factura (recordemos como son las facturas, dicen: Cantidad de piezas, producto o descripción, cantidad unitaria, y la sumatoria total), donde él firmaba la entrega de tres mil barrenos y que querían saber de dónde sacó tal cantidad, y en qué camión transportó dicha cantidad. Él solo sonrió y dijo ¿Es lo que están buscando en la bodega?, el contador asintió con la cabeza. – Son hoyos lo que buscan, nunca los van a encontrar en la bodega, los barrenos son perforaciones que se hicieron a equis empresa. – respondió relajadamente.
Desde la imagen la factura estaba correcta, lo fascinante es cómo la ignorancia escala a puestos de mando, como lo fueron sus superiores.
Un barreno es el orificio que hace una herramienta utilizando un tornillo helicoidal rotatorio, un taladro con una broca fue en este caso. Se barrenan las paredes para colocar taquetes, birlos o pernos.
Parece que se sigue barrenando al sistema educativo, ojalá quitaran las palabras: crisis contaminación, devaluación, ya ni hablar de la explosión demográfica, que es totalmente anacrónico el término, aunque hablar de sobrepoblación es un gran barreno en nuestra cultura y educación.
Cristina Ortega Domínguez. Fotógrafa desde hace 28 años, amante de la imagen en cualquiera de sus expresiones, fundadora de Arte NiNi A.C. Doctora en Investigación Interdisciplinaria en Ciencias y Humanidades.
Autora de los libros: “Psicografía. El dibujo de la mente”: Percepción-interpretación de fotografías en la interacción de las redes sociales como exteriorización psico-emocional (2019) y “La Psicografía”: La identidad a través de la imagen fotográfica (2016).
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